Una importante reunión se celebró en julio pasado, entre el subsecretario de Relaciones Exteriores de Chile, embajador Fernando Schmidt, con su homóloga boliviana, Mónica Soriano, en la ciudad de La Paz. Hace 136 años, Chile y Bolivia estuvieron involucrados en la Guerra del Pacífico, y durante la mayor parte de este tiempo no hubo relaciones diplomáticas a nivel de embajadores, lo que es incomprensible en un mundo moderno, donde los desafíos se enfrentan conjuntamente, sobre todo entre países vecinos, y donde la actitud de Chile, respecto de América Latina, no ha contribuido a mejorar esta situación.

En materia comercial, a partir del año 2004 se ha registrado un aumento en el comercio entre ambos países. En 2009, Chile exportó a este país US$237 millones, principalmente en productos industriales y combustibles procesados, mientras que importó US$227 millones, en su mayoría gas natural y bienes intermedios. El aumento en el comercio registrado en los últimos años es un reflejo del mejoramiento de las relaciones entre Chile y Bolivia.

La relevancia comercial de Bolivia para Chile es doble: somos un proveedor importante en su mercado, y en los últimos años hemos oscilado entre el cuarto y el octavo lugar entre sus principales socios comerciales, y al mismo tiempo, las exportaciones son distintas de las tradicionales, por lo que ofrecen un atractivo espacio de crecimiento a nuestros sectores industriales y no convencionales, los que desde el año 2007 explican más del 95% de nuestros envíos a ese mercado.

Chile y Bolivia suscribieron un Acuerdo de Complementación Económica el año 1993, pero pese a ello, es el país limítrofe con el cual tenemos menos comercio, ya que representa sólo el 0,4% de muestras exportaciones y el 0,1% de nuestras importaciones a nivel mundial.

Chile debe profundizar el diálogo con Bolivia en estas negociaciones en el marco y espíritu del Tratado de Charaña, encontrando una fórmula creativa de incorporar al Perú en estas conversaciones, en virtud del tratado de 1929, en relación a que la discusión de los temas limítrofes debe convocar a los tres involucrados.

La inversión boliviana en Chile es prácticamente inexistente. Entre 1990 y 2009 se han materializado en el país poco menos de un US$1 millón. Distinta es la situación de los capitales chilenos, que entre 1990 y 2004 alcanzaron los US$366 millones.

Bolivia ha adquirido nueva relevancia para nuestro país, considerando los reiterados encuentros entre los presidentes Morales y Piñera, en el marco de las consultas políticas entre ambos gobiernos, dando muestras de un claro entendimiento y comprensión mutua. Las relaciones entre los dos países han mejorado desde que Morales está en el poder, porque fue electo con una mayoría inédita y ha mantenido la más alta aprobación ciudadana en los últimos 30 años, ya que entre otras cosas, encarna a la auténtica composición étnica de la nación altiplánica.

Como primera conclusión podemos establecer que el presidente Morales es el primero de una larga serie de mandatarios que tiene piso político para abordar las negociaciones reales sobre el tema marítimo con Chile, desde una perspectiva histórica, seria y con visión de futuro, lo que coincide con el sello pragmático que el gobierno de Sebastián Piñera ha impulsado a la cancillería chilena. Esto genera en ambos países las mejores condiciones para que el tema de la soberanía marítima sea discutido, pensando en el beneficio mutuo de ambos naciones, en un impulso que debe ser profundizado desde Chile.

¿Y por qué el Estado chileno debe ahondar las negociaciones? Porque se trata de un país más desarrollado, y que debe demostrar mayor flexibilidad en su política exterior regional, ofreciendo diálogos constructivos, soluciones imaginativas, y propiciando acercamientos más profundos. Por eso, Chile debe, en primer lugar, insistir en el intercambio de embajadores, y en segundo lugar, generar una discusión franca en materia de soberanía marítima. No se trata de entregar soberanía de manera apresurada ni de pensar en partir en dos nuestro territorio, sino de que a través de la sapiencia política y la habilidad diplomática, se busque una solución adecuada para esta situación tan anómala en un contexto de globalización como el que vivimos actualmente.

Para lo primero, el Estado chileno debe utilizar todos los recursos de una política exterior moderna, que incluya y coordine a representantes diplomáticos, empresarios, castrenses y culturales, para la reanudación de la actividad del consejo empresarial entre ambos países, dependiente del Acuerdo de Complementación Económica e institucionalmente, de la Confederación Nacional de la Producción.

Para lo segundo, Chile debe profundizar el diálogo con Bolivia en estas negociaciones en el marco y espíritu del Tratado de Charaña, encontrando una fórmula creativa de incorporar al Perú en estas conversaciones, en virtud del tratado de 1929, en relación a que la discusión de los temas limítrofes debe convocar a los tres involucrados, dando una potente señal de acercamiento y unión en la región, lo que permitirá buscar soluciones conjuntas a problemas compartidos y de mutuo interés como el agua y la energía.

Dentro de este contexto, Chile debe hacer énfasis en la complementación económica entre los tres países, ofrecer sus servicios como plataforma comercial y financiera hacia el Asia Pacífico, e invitar a los involucrados a utilizar sus Tratados de Libre Comercio con el mundo.

Esto sólo será posible si Chile, como ya indiqué, adopta una visión objetiva, progresista y moderna con miras a construir una política exterior de un Estado que realiza una nueva etapa de relaciones con sus vecinos, tal como lo expresó el presidente Piñera en la cumbre de San Juan, al destacar que “soy optimista, porque los tiempos están cambiando para mejor, porque no estamos atrapados en conflictos: es el nuevo aire que se respira en América Latina”.

De conformidad a lo expuesto, vemos con razonable optimismo, pero con la adecuada prudencia, para no crear falsas expectativas, las acciones que realiza nuestra Cancillería, ya que visualizo una inédita voluntad política de ambos gobiernos para abordar los 13 puntos de la agenda, entre los que se incluye el tema de soberanía marítima.

Por último, esta voluntad que no observábamos desde hace décadas, es necesaria para llegar a una solución con altura de miras, pensando en el bienestar de la región, e insertos en el Siglo XXI.