-Muchas voces hablan que la desigualdad en Chile es el gran problema del modelo económico. ¿Es así?

-Efectivamente los datos muestran eso, especialmente los dados por la medición Gini, y una fuente de datos en particular que son las encuestas de hogares a la hora de poder hablar de desigualdad de ingreso. Ahora, la desigualdad en Chile, a comienzos de los años 90, creció de manera más marcada, cayendo durante el inicio de la década del 2000. Este modelo económico o de desarrollo presenta periodos de aumento de la desigualdad, como también caídas, entonces, no es linealmente el modelo el que determina si la desigualdad va a subir o va a bajar, como tampoco el crecimiento económico hace que la desigualdad baje. Porque en los 90 crecimos más que en la década del 2000; no es una relación lineal.

-¿En qué momento se marca el hito de la caída de la desigualdad en Chile?

-La caída en la desigualdad, durante la década del 2000, coincide con la caída de la desigualdad en toda Latinoamérica. Un frenazo del fenómeno entre los años 2015 al 2017. El efecto se produce, según los datos de PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), por el ciclo de precios altos de los recursos naturales que, básicamente, dinamiza las economías y permite aumentar los salarios en la parte baja de la distribución. Si se quiere, también se puede interpretar la caída como una comprensión de los mercados laborales, que hace que a menores medidas de desempleo los salarios tienden a subir; por otro lado, el Estado actúa con una serie de políticas sociales que se van reproduciendo en los diferentes países de la región, como transferencias de dinero condicionadas, medidas contra la pobreza, etc., que también buscan levantar los salarios de la parte más baja de la población.

Adicionalmente, en Chile los salarios de la parte bajan crecen más rápido que los salarios de la parte alta de la población, a medida que empieza a salir una gran cantidad de trabajadores calificados al mercado laboral y las ganancias asociadas a tener un título profesional comienzan a crecer menos rápido. Por lo tanto, la distribución se comprime en relación a los ingresos.

-Un frenazo en medio de una mala distribución del ingreso general.

-Es importante citar a un historiador uruguayo, Javier Rodríguez Weber, que tiene un libro sobre la historia de la desigualdad, desde 1850 hasta hoy. En dicho texto, Rodríguez muestra que hay a lo largo de la historia de Chile grandes vaivenes en los niveles de desigualdad de ingresos. Son periodos relativamente largos donde en varias décadas se ve que sube la desigualdad, y se ven cambios en la economía política del país o en las condiciones macroeconómicas externas o hay expansiones territoriales, es decir, la expansión hacia el sur o norte del país, que van aumentando los grados de diferencias de ingresos. Sin duda, la foto general desde 1850 hasta ahora es que tenemos un grado de desigualdad alto, y que muchas veces luego de periodos de baja inequidad, vienen periodos de alza en la misma área, y viceversa. Por lo tanto, las cifras en desigualdad, desde el año 2000 en adelante, nada garantizan que vayamos a tener bajas permanentes en la desigualdad de ingresos y que, por cierto, sigamos la ruta de países del norte de Europa, que tienen desigualdades muchos más bajas.

-Entonces, no hay una relación entre el funcionamiento del modelo chileno y la desigualdad.

-No hay una relación mecánica entre el modelo de desarrollo, el modelo chileno o el modelo de mercado, si se le quiere llamar así, y los niveles de desigualdad. Porque, en primer lugar, somos mucho más latinoamericanos de lo que creemos en términos de la estructura de la desigualdad; segundo, la evidencia histórica dice que esto sube y baja.

Ahora, dicho lo anterior, buena parte del informe de desigualdad que produjo el PNUD, en el año 2017, afirma que el tema de la desigualdad de ingresos es solo una pata de esta mesa, de un fenómeno mucho más amplio y mucho más complejo, donde hay otras desigualdades en juego, y que probablemente tienen más que ver con la crisis actual, que la desigualdad propiamente tal. Por ejemplo, en el mismo periodo en que la desigualdad cayó entre el 2000 y el 2017, la percepción de desigualdad venia subiendo. Entonces, hay que complejizar el análisis en el sentido de expandir más allá de los ingresos para entender todo lo que está pasando hoy en Chile.

NOS TRATAN COMO ANIMALES

-Las desigualdades se han tomado a la agenda pública en Chile. ¿Cuáles son las más urgentes de resolver?

-Hay varias cosas que se destacan, pero si tuviera que destacar una cosa por sobre las otras, y que creo que es materia social clave en el debate, es que cuando vamos a preguntarle a las personas ¿por qué Chile es como es?, es decir, ¿por qué es así de desigual?, la población vía encuestas y entrevistas geográficas y grupos de discusión, consistentemente nos muestra cuatro elementos clave: que la desigualdad de ingresos es alta y molesta, pero no es la que más molesta, y de hecho se justifica en muchos casos. La gente justifica en muchas situaciones que un médico gane bastante más que un técnico paramédico o una enfermera. Segundo elemento es que las personas atribuyen a las élites la existencia de desigualdad en Chile, y esto se entiende a raíz de que cuando planteamos "en Chile la desigualdad existe porque beneficia a los ricos y poderosos", casi el 60% de las personas está de acuerdo con esa afirmación, y el porcentaje que está de acuerdo con dicha frase ha crecido diez puntos en 15 años.

-Esa carga social negativa que tienen las élites hoy, ¿en qué momento pareció? ¿Existe algún hito o siempre estuvo y es más visible hoy?

-Si miramos a mediados de los años 90, el informe de desarrollo humano de 1998, por ejemplo, mostraba que había un malestar asociado al proceso de modernización chileno. Las cosas en la sociedad estaban cambiando de forma muy rápida y se había perdido cierto sentido de comunidad, por ende, se instalaba una sensación de malestar difuso, algo difícil de identificar que también era mudo, personal e íntimo. Al pasar el tiempo, ese malestar comienza a colectivizarse, es decir, la gente reconoce hacia fines de la década del 2000 que esto es un malestar común, y se le atribuye a las élites.

-¿Cuáles son las otras desigualdades que destacan en la crisis chilena?

-Como tercera desigualdad que más molesta está el acceso a servicios básicos que garanticen un nivel mínimo de vida, y con el hecho de que esos servicios estén mediados por el dinero. Es injusto, nos dicen las personas, que aquellos que puedan pagar más tengan acceso a una mejor educación o salud; puedan saltarse la "lista de espera", mientras que la gran parte de la población lleva esperando mucho tiempo por tener acceso a ciertos beneficios. Otro factor de relevancia en la disconformidad es el fantasma de la jubilación, el futuro empobrecido para una gran cantidad de personas. La mayoría nos expresa que todas las ganancias que ha ido recaudando durante toda su vida laboral podría perderlas cuando llegue a viejo, incluso antes de jubilar: si alguien queda sin empleo a edad madura, lo más probable es que sea muy difícil volver a encontrar un nuevo trabajo.

Por último, la cuarta mayor desigualdad que molesta a los chilenos, según el informe PNUD, es el trato, es decir, la forma que se trata a un grupo de personas con mayor respeto y dignidad que a otras. Dicho maltrato se atribuye a dos elementos principales: la clase social y el hecho de ser mujer.

Otros factores que nos llamaron la atención fue lo que denominamos "marcadores de clase", es decir, cómo me visto, dónde trabajo, donde vivo y nivel educativo. En resumen, la imagen de un país clasista y machista aparece no sólo en los relatos de las personas de manera explícita, sino también emerge de los testimonios de los malos tratos en la población.

-¿Esa desigualdad de trato es por igual o se centra en un grupo social definido? 

-Este abuso de trato está totalmente estratificado. Si uno mira a las personas de un nivel socio económico medio alto, reportan poco maltrato, y cuando reportan malos tratos se acompaña de la acción de hacer algo en contra de dicha situación negativa. Mientras que, en las clases medias y medias bajas, ese maltrato es mucho más extendido, teniendo como escenario de acción recurrente el tránsito en la calle, en los ambientes laborales, en la atención de los servicios públicos y en las empresas privadas.

-Llama la atención eso del maltrato en la calle.

-Ese dato es extremadamente valioso, justamente por lo que está pasando hoy, ya que los consultados veían maltrato, en especial, asociado al uso del sistema público de transporte. Uno de los espacios donde las personas reportaron maltrato interpersonal e institucional fue el Metro de Santiago. La frase "nos tratan como animales" se repitió mucho durante la investigación del PNUD. Y ese "nos tratan" hace alusión a la institución.

-Es un factor que cobra mucha relevancia porque la protesta social comenzó por el alza del valor de la tarifa en el transporte público.

-Exacto. Es un hecho que para mí también cobra mucha importancia.

-Según sus datos, es innegable la mejora de ingresos en la clase media chilena, y a la par, el aumento del maltrato. ¿La movilidad social no logra aplacar el descontento en la población?

-Lo primero es que efectivamente existe una relación negativa entre desigualdad socioeconómica y movilidad intergeneracional. Sociedades más desiguales son siempre sociedades menos móviles, la evidencia es bien clara en eso. Existen teorías y mediciones como la curva del Gran Gatsby que lo grafican, y bajo ese panorama Chile aparece como un país de alta desigualdad y, por ende, de muy baja movilidad. Pero hay que tener ojo y precaución acá porque se suele cometer un error técnico: si toda la distribución de ingresos se desplaza hacia la derecha o si toda la sociedad gana más dinero, aumenta el ingreso per cápita y ese incremento es igual en todas las capas sociales. Por ende, se puede tener como consecuencia una disminución importante de la pobreza, todo el mundo gana más, pero la estructura de la desigualdad puede seguir exactamente igual, porque la distribución no cambió. Entonces, si te le preguntas a las personas si están mejor o peor que sus padres o sus abuelos, te van a decir que están mucho mejor, y la sensación va a ser de movilidad económica y social, pero porque se están midiendo respecto de su posición previa o a la de sus padres o abuelos, pero no respecto de la sociedad en su conjunto.

FRAGILIDAD

-La movilidad chilena, ¿representa un “oasis”?

-La sociedad chilena, efectivamente, muestra cierta movilidad social sobre todo en la parte media, es decir, hay un núcleo duro de pobreza del cual es muy difícil escapar. Si uno mira la distribución de ingresos entre el segundo quintil, es decir, del 20% de menores ingresos hacia arriba, y el decil 7 u 8, toda la parte media de distribución es muy plana. Por ejemplo, si aumentas su remuneración en US$250 podrías "saltar" muchos puestos en la distribución, y, por lo tanto, existe alta movilidad en esa sección, pero es una movilidad hacia arriba y hacia abajo. En un país como el chileno, el 42%, según las medidas del 2017, del total de personas que trabajaban jornada completa, obtenía salarios que no le permitía sacar o mover a sus familias desde la línea de la pobreza. Factores como la pérdida del empleo, por ejemplo, generan movilidad descendente inmediata.

-Entonces, la llamada movilidad social chilena tiene asociada la fragilidad. 

-Exacto, existe esa fragilidad. Hay una tremenda incertidumbre sobre la posibilidad de mantener una posición socioeconómica de cara a la pérdida del empleo, a una enfermedad, la jubilación o de costear la educación de los hijos.

-¿Esa frágil movilidad social es producto de una falla estructural del modelo económico u obedece a las condiciones del ciclo económico? 

-Yo creo que ambas. Por ejemplo, en los diferentes estudios de PNUD se hizo un seguimiento en Chile a las personas que reciben un seguro de desempleo por once años. Si uno mira a quienes partieron en empleos de bajo salario, durante once años, tuvieron más de once empleos, y una cantidad considerable de ellos tuvo muchos meses fuera del mercado laboral formal. Entonces, tienes trayectorias laborales muy inestables, y a medida que se va subiendo en el ingreso, las trayectorias se estabilizan. En Chile, está estratificado no solo el ingreso, sino que también la estabilidad de la trayectoria laboral, y eso es un tema de mercado. 

-¿Y el rol del Estado en esa oscilación? 

-El Estado está insuficientemente involucrado en la provisión de seguridades que permitan a la totalidad de los hogares del país al afrontar shocks. No sé si hablaría de una falla del Estado, pero se podría hacer más para que durante una enfermedad, bajo un periodo de desempleo o de jubilación, el Estado pueda garantizar que esos eventos no se transformen en un retroceso socioeconómico, una vuelta a la pobreza.

VALORACIÓN DE LA DEMOCRACIA

-¿Cómo se explican, entonces, 30 años de la celebrada solidez económica de Chile frente a sus pares de la región?

-Yo creo que, a pesar de la crisis de hoy, esto no niega el hecho de que en Chile el nivel de ingreso ha crecido enormemente, desde un poco antes de los años 90. Es más, ha crecido en todos los segmentos, una expansión enorme de la inversión y cobertura del sistema educacional, mejoras en todos los indicadores en salud, una reducción importantísima de la pobreza. Puedes ubicar muchos indicadores de mejora.

Lo anterior, por cierto, abre nuevas demandas, nuevas necesidades. Y agregaría que, en alguna medida, lo que ha pasado durante el último mes en Chile escapa a solo el tema de los ingresos y la desigualdad, o derechamente la supera.

-¿A qué se refiere con que la supera?

-Los datos que tenemos en el PNUD nos vienen mostrando una crisis marcada de la institucionalidad política en el país. La última medida que tenemos, y esto lo muestran otras encuestas también, es que fuera del Cuerpo de Bomberos, prácticamente no hay instituciones en el país que tengan más de un tercio de confianza por parte de la población. Ni las empresas privadas, ni los tribunales de justicia, ni el Congreso, mucho menos los partidos políticos; ni las radios, ni la televisión, ni los periódicos, es decir, hay una desconfianza institucional generalizada.

Por otro lado, hay una mala evaluación del funcionamiento de las instituciones políticas. Las personas evalúan de manera negativa cómo funciona el Congreso, los partidos políticos, el gobierno, los tribunales. Hay una percepción marcada de los niveles de corrupción y un aumento muy acelerado de la percepción de corrupción al interior de las instituciones, y lo anterior, en parte asociado también a escándalos de corrupción en Carabineros y las Fuerzas Armada, como también en la Iglesia Católica. Entonces, la crisis social encuentra en un muy mal pie a las instituciones de la democracia en Chile.

-¿La democracia chilena ha estado bajo cuestionamiento en esta crisis chilena?

-No, porque una mayoría, consistentemente, a lo largo de los últimos diez años, considera que la democracia es el mejor sistema posible de gobierno. Existe una valoración de la democracia. Por otro lado, una cantidad importante de personas considera que el voto debería ser obligatorio e incluso una cantidad no menor dice que los partidos políticos son indispensables para la democracia. Todo lo anterior a nivel abstracto, porque a nivel concreto evalúan muy mal como funciona dicho sistema político.

-¿Hay un cambio por ende involucramiento político de la ciudadanía en Chile? 

-SI, lo que muestran los datos que nosotros manejamos es que hoy existe un aumento de la politización en el sentido de que las personas sienten hoy más que hace diez años que tienen cosas que decir respecto a la política, o de lo que pasa en su país.

CUNA DE ORO

-La frase "nadie vio venir esto" se ha repetido en la clase política chilena, pero informes como el de PNUD encendieron una alerta. ¿Hubo oídos sordos de los gobiernos chilenos a estos reportes?

-No solo ha habido trabajo del PNUD, sino también de importantes organizaciones que estaban prendiendo luces amarillas desde hace tiempo, respecto de niveles de malestar, de frustración, percepciones de injusticia, y una demanda fuerte por dignidad asociada a los niveles de desigualdad que hoy existen. Ahora, dichas razones estructurales tienen relación, pero no implicaban necesariamente que era lo que iba a pasar en materia de acción colectiva de una sociedad. Por eso, cualquiera que diga que sabía que esto iba a pasar, yo creo que no está haciendo intelectualmente honesto.

-¿Este estallido social marca el fin del sistema de privilegios y de impunidad a los delitos económicos de las grandes empresas?

-Es bien interesante el tema de los privilegios, porque en Chile la idea del mérito y la meritocracia se ha instalado en la cabeza de las personas, especialmente, desde el retorno de la democracia. Hay sectores de especialistas que dicen que la meritocracia en Chile es un mito. Nuestra postura es que el principio (de la meritocracia) está ubicado en el centro de cómo las personas entienden la justicia social en Chile, y que en buena medida aplican ese principio de varias maneras. Una de ellas es como forma de crítica social hacia las élites. Hoy se valora enormemente que quienes ejercen mayor esfuerzo durante su vida tengan mayores recompensas. En ese sentido, se reconoce que a los puestos de mayores salarios o a los espacios profesionales de mayor reconocimiento social no hay acceso, porque los que nacieron en "cuna de oro" no te van a dejar entrar.

-¿Que produce esa idea de meritocracia?

-Produce la sensación de engaño, y pone en cuestionamiento la legitimidad de las personas que están tomando las decisiones a nivel país. Nosotros tenemos datos que muestran que de todos los diputados, senadores y ministros que hubo entre 1990 y 2016, el 60% de los ministros y el 40% de los congresistas asistió a 14 colegios, todos de Santiago, la mayoría son hombres y provenientes de tres carreras en solo dos universidades. Ese es el espacio de la toma de decisiones en el que se ha movido la institucionalidad en Chile.

-¿Es el fin del “oasis chileno”, se viene un cambio del modelo neoliberal? 

-En términos estructurales Chile no ha cambiado en nada, es decir, la estructura de un país no cambia en un mes. Lo que sí ha cambiado son las condiciones políticas que hacen posible que algunos elementos estructurales se modifiquen, y en ese sentido lo que yo creo que no tiene vuelta atrás es la forma de involucramiento político de la ciudadanía, y las formas en las cuales el sistema político y las instituciones de la democracia van a interactuar con esa ciudadanía.