Cuando como parte del proyecto “El Perú, las Américas y el Mundo” se consulta en una encuesta a ciudadanos del Perú cuál es el país más influyente en América Latina, lo más sorprendente de la respuesta a esta pregunta no es que Brasil sea considerado el país más influyente de la región. Es más bien el hecho de que México no aparezca entre los países mencionados, cosa que probablemente hubiera sido diferente si la encuesta se hubiera realizado un par de décadas atrás: la integración creciente de México con América del Norte (y un relativo alejamiento de América Latina), parecen ser percibidos no sólo como una situación de hecho, sino además como una opción deliberada de su política exterior.

Ahora bien, que un país sea considerado influyente no implica necesariamente que sea objeto de mayor simpatía: podría tratarse de una mera constatación. Pero Brasil no sólo es considerado el país más influyente de América Latina, es además el país latinoamericano del cual los peruanos tienen la mejor opinión. Lo cual contrasta en forma nítida con la imagen de Venezuela, que aparece como el país que despierta menores simpatías en América Latina, además de ser considerado el país más conflictivo, tanto en la década pasada como en el futuro previsible, mientras que Brasil no aparece en esa lista.

Se trata de un resultado contra intuitivo, si se toma en consideración que, entre los países limítrofes, la frontera con el Brasil es por un amplio margen la más extensa, y que la versión oficial de la historia del Perú alega haber perdido parte de su territorio en el siglo XIX frente a ese país. Con Venezuela en cambio, Perú jamás sostuvo diferendo territorial alguno, básicamente porque entre ambos países jamás hubo una frontera común.

La explicación de esa paradoja parece ser la personificación del Estado venezolano en la figura del presidente Chávez, quien a su vez es el jefe de Estado de América Latina que menores simpatías despierta en el Perú. Brasil por su parte, no sólo tiene una imagen positiva como país (en parte tal vez porque las fronteras territoriales se definieron en el siglo XIX, y desde entonces Brasil nunca se ha comportado como una potencia revisionista): al momento de realizarse la encuesta ningún jefe de Estado en el mundo despertaba mayores simpatías en el Perú que el entonces presidente Lula, de Brasil. No en vano en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2011, tanto Ollanta Humala como Keiko Fujimori buscaron asociar su imagen a la del presidente Lula en algún momento de la campaña, mientras que sus rivales buscaron asociar la imagen de Ollanta Humala con la de Hugo Chávez.

Brasil no sólo es considerado el país más influyente de América Latina, es además el país latinoamericano del cual los peruanos tienen la mejor opinión.

El tema es de interés porque esa asociación parece haber funcionado como estrategia electoral en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2006 (en las que Humala perdió), mientras la asociación con Lula parece haberlo beneficiado en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2011 (en las que fue elegido presidente). Eso es al menos lo que sugiere otra encuesta llevada a cabo poco después de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2011: cuando se les preguntaba a los encuestados a qué gobierno se parecería más el de Ollanta Humala, si al de Lula o al de Chávez, 43% consideraba que su gobierno se parecería más al de Lula, y sólo 25% consideraba que se parecería más al de Chávez.

Cuando a esos mismos encuestados se les pregunta a cuál de esos gobiernos deseaba que se pareciera el de Ollanta Humala, 61% preferían que se pareciera más al de Lula en Brasil, y sólo 11% preferían que se pareciera más al gobierno de Chávez en Venezuela.