Parece que fue ayer que la revista Rolling Stone publicó un artículo que partía diciendo que Mick Jagger había cumplido la edad en que le empezarían a llegar cartas de la Asociación Americana de Jubilados para que se hiciera socio.

Jagger había cumplido 50 años y me dio un ataque de risa imaginarme a un Rolling Stone cómodamente jubilado. Cumplir medio siglo entonces -corría 1993- me sonaba a mí como algo que le pasa solo a los viejos, no a la  gente joven como yo.

Pero al mismo tiempo, si Mick Jagger ya había cumplido 50 años y yo había comenzado a escuchar en serio a los Rolling Stones en el verano de 1964, yo no podía ser tan joven.

Imposible, si ya era adolescente cuando empecé a escuchar una y otra y otra vez esa increíble oda rocanrolera al orgasmo inalcanzable llamada Satisfaction. Todo ese verano, cada vez que una radio lanzaba esos riffs de guitarra que empezaban a subir y se frustraban a medio camino y empezaban a subir para volver a frustrarse, con Jagger cantando “and I try, and I try, and I try”, me sentía abrumado ante la genialidad transgresora de los Rolling Stones.

Hoy lo que cumple 50 años es el primer concierto de los Rolling Stones en el club Marquee de Londres. Es mejor no preguntar la edad de Mick Jagger. Y en cuanto a mí, permítanme robarle una frase que dijo el director de cine Rob Reiner en CNN hace unos días: soy un viejo muy muy joven.

Y cuando sus Majestades Satánicas lanzaron Sympathy for the Devil cinco años después, con Jagger cantando que “every cop is a criminal, and all the sinners saints”, yo sinceramente creía que esa canción sería el himno de la revolución político-social de sexo, droga y rocanrol que vendría a instaurar un paraíso anarquista en el planeta Tierra.

No sé si se habrán dado cuenta, pero el paraíso anarquista no llegó, ni a fines de los 60 ni a comienzos de los 70. Y 20 años después, cuando Jagger cumplió 50 y la revista Rolling Stone se rió de él diciendo que estaba en edad de jubilarse, yo me fui a poner fin a la pobreza latinoamericana en Estados Unidos.

Vi a los Stones por primera vez en concierto en 1994, en el viejo Armory de Washington, durante la gira mundial que hicieron con su magnífico disco Voodoo Lounge, y por segunda vez en 2002, en el American Airlines Arena de Miami, sentado en la última fila de la galería, sumergido en una neblina de marihuana.

Fue en esas días de droga y rocanrol que recibí la primera carta de la Asociación de Jubilados invitándome a hacerme socio.

De repente me había pasado eso que le pasa solo a los viejos: había cumplido 50 años.

Hoy lo que cumple 50 años es el primer concierto de los Rolling Stones en el club Marquee de Londres. Es mejor no preguntar la edad de Mick Jagger. Y en cuanto a mí, permítanme robarle una frase que dijo el director de cine Rob Reiner en CNN hace unos días: soy un viejo muy muy joven.