El cansancio físico, salud mental y calidad de vida de las personas son consignas transversales que aquejan y preocupan a la sociedad chilena del siglo XXI. Sin importar de cual vereda política se mire, encontramos desde 2005 amplio consenso en que empresarios, trabajadores, legisladores y gobernantes deben adaptar una “realidad laboral” que vele por el cuidado de estas tres premisas, y que por supuesto converse con el contexto macroeconómico y estrategia de desarrollo del país.
Un hecho que evidencia el compromiso de las partes con la construcción de una realidad laboral pro bienestar social es la permanente revisión y discusión de la jornada laboral desde comienzos de siglo. No solo generando reformas respecto a su extensión en horas de trabajo efectivas, sino también las iniciativas que actualizan el marco legislativo y perfeccionan las condiciones que deben garantizar los empleadores para un desempeño de funciones sin exponer a riesgos innecesarios. Ejemplo de esto último son la creación de reglamentos de teletrabajo y protocolos de higiene para el correcto funcionamiento de obras, plantas y oficinas. Salvaguardar la salud física y mental de las personas es imperativo.
Ahora bien, vuelve a la palestra la discusión sobre una nueva reducción de jornada donde gratamente sorprende el común acuerdo de la dualidad política tradicional en que se debe disminuir su extensión porque somos uno de los países OCDE con mayor cantidad de horas trabajadas al año y existe un notorio perjuicio a las tres premisas que dieron inicio a esta columna.
Desde mediados de 2019, se encuentran proyectos que plantean reducir gradualmente la jornada de 45 a 40 horas semanales. Algunas propuestas más disruptivas proponen una reducción a 36 horas semanales, pero claramente no cuantifican el impacto que esto va a tener en las condiciones del empleo ni mucho menos la realidad económica necesaria en variables macroeconómicas, como productividad e ingreso per cápita, que nos permitiría ser parte del selecto 3,6% de países OCDE con jornadas inferiores a 40 horas. Desde mi punto de vista, no resiste mayor análisis este tipo de iniciativas y debiesen ser tajantemente descartadas de la discusión.
En este sentido, el siguiente desafío es encontrar comunión en esa hora diferencia y la gradualidad con que se realiza la transición, pero la reducción es un hecho ineludible que debe enfrentar la agenda económica del próximo gobierno de turno. Más allá de las diferencias, la propuesta de una reducción en la jornada laboral cuenta con alta aprobación ciudadana, puesto que aborda una dimensión sensible en la vida cotidiana de los chilenos y chilenas (CIPER ACADÉMICO, 2019)La reducción de la jornada laboral representa una reforma que puede tener diversos efectos. En materia económica debe considerar su potencial impacto en términos de productividad, crecimiento económico, costos laborales y desempleo. Por su parte, en materia laboral, las consecuencias colaterales sobre las condiciones laborales de grupos más vulnerables como aquellos que participan del sector informal de la economía.
Nadie desconoce que el actual ritmo de la sociedad contemporánea requiere servicios que funcionen las 24 horas del día como, por ejemplo, el suministro de agua y electricidad, los servicios de urgencia médica y de locomoción colectiva. Por otro lado, la globalización de los mercados nos ha introducido en necesidades horarias internacionales, por lo cual se requieren jornadas de trabajo acordes con las necesidades de la sociedad. Sin embargo, su aplicabilidad no depende de la simple voluntad de un trabajador o un empleador. La neurobiología nos advierte que existen repercusiones fisiológicas en los cambios de horarios laborales y que afectan más que a la productividad del trabajo, me refiero a la salud, esperanza de vida de un trabajador y su organización familiar (PRODEM, Dra. Ibcia Santibáñez, 2017). La configuración celular general de la conducta humana muestra que las personas están hechas para trabajar de día y dormir de noche.
Según explica la neuróloga y fisióloga Santibáñez, biológicamente, el ser humano cuenta con varios osciladores o conjuntos de células especializadas, conocidos popularmente como "relojes biológicos". Y uno de ellos está programado para las 24 horas del día. Esta es una unidad de funcionamiento que sigue los ritmos del planeta al dar vueltas sobre sí mismo en 24 horas y para "marchar" de acuerdo con las horas de luz del día, asimismo, controla la temperatura corporal. Por lo tanto, este reloj nos da una jornada diurna de trabajo.
Desde este punto de vista, es imprescindible que empresarios, trabajadores y parlamentarios estén bien informados sobre el impacto real del trabajo sobre las personas, pues sólo de esa manera se puede programar un trabajo más productivo y con calidad de vida para las personas.
Sin duda, una importante mayoría está de acuerdo en disminuir las horas de trabajo efectivas y hacia allá debemos avanzar. La ciencia nos entrega conocimiento fresco de nuestra realidad intrínseca como especie que no debemos obviar. No es sorpresa para nadie que este tipo de debates se respalde en argumentos netamente económicos y la discusión queda secuestrada en tan solo unos pocos entendidos. No obstante, sería contra intuitivo y antinatural avanzar en un proyecto de reducción laboral que, implicando más jornadas laborales nocturnas, no considere que la configuración biológica del ser humano permite su óptimo en horas de luz natural y tras haber descansado lo suficiente. Los más avanzados en esta materia, como japoneses y escandinavos, han probado estrategias complementarias a la reducción de turnos, como horarios de descanso de 20 y 30 minutos obligatorios entre horas de trabajo.
Hoy en Chile tenemos la oportunidad de ser vanguardista y de adecuar una jornada laboral que persiga la máxima de bienestar social. No resolvamos este gran problema que nos aqueja bajo el juicio puramente económico. Sin duda es importante ese análisis para tener un mercado laboral sano y libre de externalidades negativas, pero es aún más importante que los trabajadores del país vivan felices y tengan las herramientas necesarias para enfrentar una nueva realidad que vaya en armonía con nuestra naturaleza.