La emergencia sanitaria asociada al coronavirus ha tenido impactos en nuestra vida que van mucho más del ámbito de la salud. Las medidas de distanciamiento social, el teletrabajo y la suspensión de las clases en los establecimientos educacionales se han convertido en un desafío enorme para los hogares, y muy especialmente para las mujeres, quienes suelen asumir mayoritariamente estas labores postergando su avance laboral y su tiempo personal.

Como Red de Mujeres en Alta Dirección, hemos constatado que la dificultad de equilibrar el trabajo con el tiempo familiar o el cuidado de otros representa un obstáculo importante para que más mujeres puedan acceder a puestos de liderazgo. Según datos del documento Género y Empleo, desarrolado por el INE (2017), el 30,7% de las mujeres que se encuentran inactivas laboralmente lo hace por “razones familiares permanentes”, versus el 1,9% de los hombres, dando cuenta del impacto que esta asignación de roles tiene en el empleo.

Para nuestra Corporación se trata de un tema clave y en el que creemos firmemente: avanzar hacia la igualdad de género es básico para construir sociedades más ricas que puedan ser sostenibles en el tiempo. Solo con el aporte de todos es posible ser innovadores, resolver problemas complejos y apostar por el crecimiento, y para ello es clave contar con políticas de corresponsabilidad que faciliten a las mujeres el desarrollo de todo su potencial.

De acuerdo a la más reciente Encuesta Nacional de Uso de Tiempo (2015), desarrollada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en Chile las mujeres destinan en promedio 5,80 horas diarias a labores de trabajo no remunerado, como trabajo doméstico y cuidado de personas. Esto es 3,21 horas más que el promedio de los hombres y equivale prácticamente a una segunda jornada laboral de tiempo completo a la semana. Sin lugar a dudas, el coronavirus ha profundizado aún más esta situación de sobrecarga de trabajo no remunerado.

Si bien en la última década se observa una mayor conciencia sobre la necesidad de compartir las labores del hogar de manera equitativa entre hombres y mujeres, el estudio Día de la Madre 2020, desarrollado por GFK Adimark, reveló que el 68% de las madres considera que hombres y mujeres no comparten las mismas responsabilidades en el cuidado de la casa.

Las consecuencias de este modelo cultural son múltiples e impactan a las mujeres desde diversos ámbitos. Esta semana la Organización Mundial de la Salu (OMS) advirtió sobre los efectos de la pandemia en la salud mental de las personas y proyectó “un aumento a largo plazo del número y la severidad de los problemas”. De acuerdo a la OMS, las mujeres se ven proporcionalmente más afectadas que los hombres por los trastornos mentales más comunes. En el caso de la depresión, esta afecta al 5,1% de las mujeres a nivel mundial versus el 3,6% de los hombres. La ansiedad, por su parte, afecta al 4,6% de las mujeres frente al 2,6% de los hombres.

ONU Mujeres, en su documento de recomendaciones a los Estados para enfrentar el COVID-19, ha alertado que la carga de trabajo en los hogares ha aumentado considerablemente a partir de la emergencia sanitaria, afectando principalmente a las mujeres.

Es por esta razón que como REDMAD consideramos que hoy más que nunca es necesario relevar el valor social de las labores domésticas y de cuidado y avanzar hacia políticas de corresponsabilidad parental que permitan redistribuir equitativamente estas tareas. Para lograrlo, no basta con un cambio cultural al interior de las familias, sino que es necesario que estas transformaciones vayan acompañadas por políticas desde el mundo público y privado que faciliten un división equitativa de estas responsabilidades.

La meta de la igualdad de género requiere el trabajo conjunto de todos los miembros de la sociedad. La emergencia sanitaria hoy nos ofrece una oportunidad para visibilizar el trabajo que desarrollan mayoritariamente las mujeres en los hogares y que nos impide acceder de forma plena al mercado laboral, afectando particularmente a las mujeres con menores ingresos y años de educación. La igualdad de género tiene un efecto multiplicador y alcanzar este objetivo es un impulso al crecimiento económico sostenible del país y al desarrollo del mundo.