Como muchos colegas, he presentado algunas ideas para superar la crisis económica por el coronavirus. La semana pasada, por ejemplo, recordé el Pacto de Solidaridad Económica de 1987 como posible mecanismo de coordinación social. El viernes, un grupo variopinto de políticos, intelectuales y académicos enviaron una carta al presidente López Obrador proponiendo algo semejante: convocar “a la brevedad a los principales actores económicos y sociales para construir un acuerdo nacional para superar la crisis y establecer las bases para una nueva etapa de crecimiento y prosperidad”.
Esta propuesta se basa en un diagnóstico correcto de los firmantes de la misiva: “Prácticamente todos los países del mundo han implementado medidas urgentes para evitar lo que, en ausencia de ellas, podría ser una depresión económica y una agudización de la pobreza no vistas en México en muchas décadas […] Es vital actuar con rapidez y contundencia, no sólo en el plano sanitario, sino también en el económico. Esto requiere un replanteamiento profundo de las metas y parámetros del programa económico 2020 formulado hasta este momento […] Tiempos inéditos requieren medidas inéditas”.
Firman la carta 28 mexicanos, todos ellos con una gran reputación y con ideologías distintas. Destaco a Cuauhtémoc Cárdenas, excandidato presidencial; Rolando Cordera, economista de la UNAM; Luis de la Calle, negociador del TLCAN; Mario Luis Fuentes, exdirector del IMSS; David Ibarra, exsecretario de Hacienda; Clara Jusidman, activista y exfuncionaria; Nora Lustig, economista; Norma Samaniego, exsecretaria de la Contraloría; y Carlos Tello, exdirector del Banco de México.
Otro firmante es Santiago Levy, exsubsecretario de Hacienda, exdirector del IMSS y uno de los economistas más reconocidos de nuestro país. La revista Nexos publicó, en su sitio de internet, un artículo suyo titulado Superemos juntos la emergencia. A continuación lo gloso.
El viernes, un grupo variopinto de políticos, intelectuales y académicos enviaron una carta al presidente López Obrador proponiendo convocar "a la brevedad a los principales actores económicos y sociales para construir un acuerdo nacional para superar la crisis y establecer las bases para una nueva etapa de crecimiento y prosperidad".
Levy no tiene duda: debemos prepararnos para una recesión severa y de duración incierta, más grave y compleja que la de 2008-2009. Llama, como en la carta de arriba, a sumar la voluntad y contribución de todos porque no son momentos para la discordia.
“Siempre es difícil reajustar los planes de gobierno rápidamente, sobre todo cuando implican un giro radical. Todo gobierno tiene objetivos legítimos en materia de programas de infraestructura, de desarrollo rural y regional, y otros. Aquí no se propone que esos objetivos se abandonen, sino que se pospongan, haciendo un reconocimiento explícito de que, a raíz del drástico cambio en el contexto mundial, posponerlos es la mejor manera —tal vez la única— para poder alcanzarlos más adelante”.
Levy divide su propuesta en tres objetivos.
El primero: la salud. “Este objetivo es conceptualmente el más sencillo, aunque operativamente el más complejo, al menos durante la primera etapa de la crisis. Para alcanzarlo, el sistema público de salud del país debe tener todos los recursos presupuestarios necesarios para atender la pandemia”.
Segundo objetivo: proteger los ingresos de los trabajadores. Este es el apartado con más recomendaciones por la caída que tendrá la demanda interna en los próximos meses. “La respuesta tradicional es una expansión contra cíclica del gasto público para aminorarla. Sin embargo, las peculiaridades de esta crisis hacen que aumentar la inversión pública, o expandir los programas sociales, no sea la mejor opción. La crisis pegará directamente a los ingresos de los trabajadores. Nuevos proyectos de inversión pública son muy lentos para ser útiles en este contexto. Expandir la cobertura y la generosidad de algunos programas sociales pasa por alto que muchos de sus beneficiarios no serán directamente afectados por la crisis. Sin duda se requiere una expansión del gasto público para sostener la demanda agregada, pero focalizada sobre los grupos directamente impactados por la recesión.”
El tercer objetivo es preservar la estabilidad macroeconómica. Levy argumenta, correctamente, que el gobierno mexicano no puede endeudarse igual que los países desarrollados.
El país debe procurar una deuda sostenible para no perder su grado de inversión. Propone, entonces, un mecanismo novedoso: “legislar en paralelo a un aumento inmediato del gasto público, una sobretasa a los impuestos que entre en vigor una vez superada la crisis, digamos, a principios o mediados del 2021. Dicha sobretasa se legislaría como transitoria, y su único objetivo sería financiar, ex-post, el gasto adicional ejercido en 2020”.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.