En los últimos días la big data ha sido protagonista de muchos titulares en Chile, con diferentes análisis de sus reales dimensiones de uso como fuente de información. Para comprenderla primero debemos contextualizar lo que significa generar más de 2,5 trillones de bytes a nivel global en plena transformación digital, y qué nos llevó como sociedad a cambiar la forma en la que nos relacionamos, y, por ende, cómo nos comportamos.

Estamos en un mundo "infoxicado" (sobrecarga informativa), en el cual la big data y sus algoritmos afectan nuestras decisiones y cómo percibimos el entorno, a las organizaciones y los líderes de opinión. La construcción de reputación, por ende, se ve influenciada de manera importante por este gran volumen de información que hoy traspasó las fronteras del uso personal; aplicándose con cierta eficacia en la política, los negocios y otros ámbitos.

Si antes contábamos con herramientas cualitativas para medir y gestionar la reputación, hoy la big data se suma como otro insumo que tiene la particularidad de entregar información en tiempo real, lo cual permite detectar tendencias, analizar patrones de conducta, conocer mejor a organizaciones y líderes de opinión. Pero para llegar a análisis más complejos –como sociales, por ejemplo- esta big data debe cruzarse con la thick data, aquella información que proviene del factor humano y que ayuda a comprender sentimientos, emociones e intenciones entre otras disciplinas como la sociología, antropología e incluso el periodismo. Son muestras más pequeñas, que nos entregan profundidad en esos por qué de los fenómenos.

Por lo tanto, si comprendemos que la big data no es nada más que el almacenar y gestionar grandes volúmenes de información; podemos crear expectativas reales de su potencial que no lleve a análisis aislados con resultados inciertos y conducentes a error, como la identificación de patrones de comportamiento o causalidades a escenarios altamente complejos, como son los de carácter social.

Para llegar a análisis más complejos -como sociales, por ejemplo- esta big data debe cruzarse con la thick data, aquella información que proviene del factor humano y que ayuda a comprender sentimientos, emociones e intenciones...

Desde la Inteligencia -capacidad de cruzar distintas fuentes cuantitativas y cualitativas y metodologías para convertir la data en conocimiento y llegar al estado deseado-, la big data es una rica fuente que permite desde la inteligencia social sacar características demográficas y psicográficas sobre un público objetivo, mercado, competencia e incluso sus propios productos y servicios. Lo anterior, no proviene de manera autónoma del software de inteligencia artificial, sino del análisis profundo multifactorial y disciplinario que permite contrastar con otras fuentes de información percepciones de distintos grupos de interés para satisfacer sus expectativas con lineamientos reputacionales y sostenibles.

La gestión inteligente de la reputación se ha vuelto aún más relevante en el momento social que vive Chile, donde los estándares y expectativas sociales cambiaron. Es estratégico que los líderes de las organizaciones comprendan este desafío y el potencial de estas herramientas bien utilizadas, como una alternativa clave para conectarse con la ciudadanía en la peor crisis reputacional que ha vivido el país.

Aquellas corporaciones que no sean reputadas, en conjunto con sus líderes, sencillamente dejarán de existir.