El día 12 se celebrarán elecciones en el Reino Unido. A juzgar por las encuestas, la pregunta fundamental no es si el Partido Conservador de Boris Johnson obtendrá la mayor votación, sino si obtendrá mayoría propia en el Parlamento. Pero claro, a juzgar por las encuestas, el Partido Conservador debió haber obtenido una holgada mayoría parlamentaria en las elecciones de 2017, y no perder la estrecha mayoría con la que contaba (como de hecho ocurrió).

Aunque, además de las encuestas, existen otras razones por las que es probable que los conservadores obtengan la mayor votación. De un lado, el peso específico que el tema del “Brexit” (es decir, el retiro del Reino Unido de la Unión Europea), tendrá en la agenda electoral. Hasta hace unos meses, mientras el Partido Liberal Demócrata y el Partido por el Brexit sostenían posiciones firmes (en contra y a favor, respectivamente) en torno al tema, los principales partidos británicos (el Conservador y el Laborista), padecían profundas divisiones internas: eso cambió bajo el liderazgo de Boris Johnson, que convirtió al Partido Conservador en firme partidario del Brexit (a expensas de las perspectivas electorales del partido del mismo nombre).  

En el tema del Brexit, Johnson tiene dos cosas en su favor: la primera es el hartazgo de un segmento de la población que, al margen de si respalda o no el Brexit, cree necesario llegar de una vez a una solución en torno al tema tras tres años de indefinición en el Parlamento (que ha sido incapaz de forjar una mayoría en torno a cualquier opción). La segunda cosa en favor de Johnson es que, contra la mayoría de pronósticos, logró renegociar con la Unión Europea el acuerdo de salida que había negociado Theresa May (ninguno de esos acuerdos fue ratificado por una mayoría del Parlamento).

En ese tema, el problema principal para el Laborismo de Jeremy Corbyn es que, mientras las otras fuerzas políticas tienen posiciones claras y categóricas en favor o en contra del Brexit, la posición de su partido es ambigua: Corbyn ofrece negociar un nuevo acuerdo de salida con la Unión Europea (más cercano a una unión aduanera), el cual luego sometería a un nuevo referéndum en donde la otra alternativa sería la permanencia dentro de dicha Unión (referéndum en el que su gobierno se abstendría de hacer campaña).

Algunos partidarios de permanecer dentro de la Unión Europea, al constatar que la candidatura que constituye su primera preferencia tiene escasa probabilidad de ganar, podrían votar por los candidatos del Partido Laborista como un mal menor.

Existen cuando menos dos razones por las que el Laborismo adoptó esa posición. La primera es que, como dijimos, su propia base electoral está dividida en torno al Brexit. La segunda es la búsqueda de un voto táctico en torno al tema. La opción más temida por una mayoría de electores es la de una salida de la Unión Europea sin mediar un acuerdo: si Johnson gana las elecciones sin mayoría parlamentaria, esa sería una opción probable. La propuesta laborista, en cambio, descarta con claridad esa opción. En ese contexto, algunos partidarios de permanecer dentro de la Unión Europea, al constatar que la candidatura que constituye su primera preferencia tiene escasa probabilidad de ganar, podrían votar por los candidatos del Partido Laborista como un mal menor. El otro componente de la estrategia laborista es tratar de cambiar el eje del debate, en detrimento del Brexit y en favor de temas como los problemas del sistema público de salud.