Los humanos somos animales que nos cuesta mucho trabajo aceptar nuestros errores. A los políticos les cuesta aún más. Un político como López Obrador, simple y sencillamente, nunca se equivoca. A lo mejor, en privado, con su cabeza sobre la almohada, sí reconoce que la regó en algo, pero jamás de los jamases lo expresará públicamente. Digo esto porque a veces me pregunto si el Presidente, por lo menos en su fuero íntimo, ya se habrá dado cuenta de la gran equivocación que cometió al haber cancelado la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco.

En lo personal, creo que ha sido el peor error que ha cometido desde que ganó la elección presidencial, en julio del año pasado. En vísperas de que tomara esa decisión, en octubre de 2018, Citibanamex publicó un documento en el que definía la posible suspensión de la obra de infraestructura más grande de la historia de México como el “error de octubre”, haciendo eco al terrible “error de diciembre” de 1994 que marcó al sexenio de Ernesto Zedillo. Bueno, pues AMLO sí canceló el NAIM y hoy podemos afirmar que, efectivamente, fue un error que determinó a su gobierno.

Hoy seguimos pagando las consecuencias. A los contribuyentes nos costó alrededor de cien mil millones de pesos el chistecito. Pero, quizá más importante, es que a los empresarios no les gustó nadita que, de un plumazo, el Presidente cancelara una obra de esta envergadura para mandar el mensaje de que, en su gobierno, el poder político estaría por arriba del económico y no viceversa. Todos —grandes, medianos y chicos— entendieron el mensaje del “error de octubre” y procedieron a reducir sus planes de inversión. En términos anualizados, la inversión privada ha decrecido en nueve por ciento.

Eso explica, en gran parte, por qué la economía mexicana, que venía creciendo a una tasa de más de dos por ciento a mediados de 2018, en el último año del sexenio de Peña se paró por completo. Hoy tenemos cero crecimiento económico. C-e-r-o.

A veces me pregunto si el Presidente, por lo menos en su fuero íntimo, ya se habrá dado cuenta de la gran equivocación que cometió al haber cancelado la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco.

AMLO, desde octubre de 2018, ha tenido que remar a contracorriente para recuperar la confianza del sector empresarial. Ayer, en Palacio Nacional, se anunció un acuerdo del gobierno federal con la iniciativa privada para desarrollar 147 proyectos de infraestructura con un valor de 859 mil millones de pesos, equivalentes a 3.6 puntos porcentuales del Producto Interno Bruto. Es, sin duda, una buena noticia. Vamos a ver si el gobierno, efectivamente, cumple con acelerar toda la tramitología y si los empresarios arriesgan su dinero superando, así, la desconfianza generada por el “error de octubre”.

En todo caso, parece haber una reconciliación con los organismos empresariales y varios de los grandes empresarios, algunos de los cuales, hasta hace apenas unos meses, eran considerados como miembros de la “mafia del poder” por parte del Presidente. Si los capitalistas más prósperos del país comienzan a invertir, lo siguiente será convencer a los medianos y chicos para que también participen, lo cual asegurará una reactivación del crecimiento económico.

Ayer salió otra mala noticia relacionada con el “error de octubre”. El NAIM de Texcoco se sustituyó con la construcción de nuevas pistas para aviones civiles en el aeropuerto militar de Santa Lucía. De acuerdo con el Grupo Aeropuertos de París Ingeniería, empresa que realizó el Plan Maestro de dicha obra, el proyecto presenta problemas de eficiencia en su diseño. La pista uno de Santa Lucía sólo se podrá utilizar para despegues una vez que esté lista la pista tres, que se tendrá que dedicarse exclusivamente para aterrizajes. Ergo, no se podrán realizar operaciones simultáneas en las dos pistas y no se aliviará la congestión aérea en la Ciudad de México.

También se dio a conocer el estudio de la empresa francesa NavBlue, donde se concluye que los aeropuertos de Toluca y el de Santa Lucía pueden operar de manera conjunta, pero “requerirán un rediseño grande del espacio aéreo”. Para tal efecto, nuestro país deberá utilizar un PBN, “instrumento que permite tener con mayor precisión la trayectoria de las aeronaves”. El estudio no dice cuánto costará todo este esfuerzo de rediseño del espacio aéreo y el PBN, pero supongo que no estamos hablando de moco de pavo. Agréguese, pues, este nuevo costo al maldito “error de octubre”.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.