El cambio climático ya es una realidad en nuestras vidas. Hoy en día, hay muy poca gente que, como mínimo, no cuestione el calentamiento global en nuestra convivencia social y esto está produciendo diferentes efectos en nuestra realidad financiera, debido a que las emisiones de bonos verdes y la implicación de los organismos multilaterales en ese planteamiento ecológico y de protección del medio ambiente es un hecho.
Ya desde el año 2012 existen los denominados "Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)", definidos por la ONU, lo que ha dado lugar a una emisión de US$168.000 millones en bonos verdes el año pasado, cinco veces más que en 2013, pretendiendo llegar a 1 millón de millones en el año 2020.
Los ODS están resumidos en 17 objetivos, todos con la finalidad de que los emisores, sean países o empresas, velen y mejoren la pobreza y la desigualdad con la protección medioambiental justa y próspera socialmente. Los bonos verdes, para ser verdes, tienen que dedicar la financiación a las energías renovables o a mejorar los problemas hídricos, de ciudades, de sostenibilidad o a aminorar las consecuencias de los gases de efecto invernadero.
Hablando primero de países y organismos multilaterales, y por tanto de riesgo soberano, el empujón que se dio a la financiación verde en el año 2015, con el "Acuerdo por el cambio climático de París", junto con el G20 y sus informes "Green Finance Study Group", han hecho de la prioridad sobre el cambio climático un objetivo en sí mismo para la financiación institucional. Por países, según "Climate Bonds Iniciative", los principales emisores verdes son China y EE.UU., con el 40% del total.
Todos tenemos la responsabilidad de mantener nuestro planeta viable, pero sin dinero no hay cambio, y por tanto, el mundo financiero debe concienciarse de que sin planeta no hay dinero que ganar.
Hay una cuarentena de países adscritos y de ellos brilla con luz propia España, ocupando una honrosa séptima plaza, y por tanto, evidenciando una concienciación real emisora verde muy clara, ya que está muy por delante de lo que le correspondería por tamaño de país.
En el ámbito institucional, el Banco Europeo de Inversiones (BEI) invertirá otro millón de millones de euros hasta el año 2030 para luchar contra el cambio climático; de hecho, acaba de decidir que, a partir del 2021, no financiará proyectos ligados a combustibles fósiles, incluyendo gas natural. La mayoría de países que forman parte del BEI están adheridos al compromiso de la descarbonización total para el año 2050. Desde el año 2014, el BEI ha invertido 65.000 millones de euros en energías renovables y eficiencia energética, rebajando el umbral de emisiones de dióxido de carbono de las centrales energéticas, a menos de la mitad, para poder entrar en los parámetros de proyectos financiables por el BEI. La meta es conseguir en el año 2030 un 32% de energía verde. Además, la Comisión Europea tiene como eje prioritario un "Nuevo Acuerdo por el Clima", que desemboque en tener en el año 2025 la mitad de su financiación destinada al cambio climático y sostenibilidad.
Hay otros muchos organismos a nivel mundial, muy concienciados con el cambio climático, pudiendo poner como ejemplo la emisión que ha realizado el "Banco Centroamericano de Integración Económica (BCEI)" este mismo mes que, por primera vez en su historia, ha emitido un bono verde por US$375 millones, con el fin de apoyar a sectores estratégicos bajos en carbono, en Centroamérica, como por ejemplo la red eléctrica costarricense, llevándola a mayor genreación de energía solar y eólica.
En los últimos años la financiación privada verde ha tomado la delantera, por lo menos en volumen, a la financiación pública verde, ocupando el 70% de las emisiones verdes de nuestro mundo.
En España, grandes empresas multinacionales, como Iberdrola, ADIF, BBVA, Telefónica o el ICO han estado a la vanguardia de esta tipología de emisiones, siendo líderes mundiales de la financiación verde. Por su parte, a nivel bursátil se ha trabajado mucho en definir índices sectoriales específicos, como el FTSE4Good IBEX, que mezcla valores del IBEX 35, con valores del FTSE SpainAllCAP que cumplan con los requisitos de buenas prácticas en responsabilidad social corporativa y medioambiental.
Como conclusión, creo que todos tenemos la responsabilidad de mantener nuestro planeta viable, pero sin dinero no hay cambio, y por tanto, creo que el mundo financiero debe concienciarse de que sin planeta no hay dinero que ganar. Por tanto, los países y compañías deben de tener una política de inversiones acorde a nuestros retos como mundo, lo más ligada posible a resolver el problema del cambio climático, intentando hacer una economía descarbonizada y sostenible.
Pensemos que los grandes "project finance" de energía e infraestructuras que hagamos en los próximos años condicionaran durante décadas nuestra contaminación del planeta, ya que son proyectos a largo plazo. Esa conciencia, que claramente ha aparecido en la sociedad, espero que se siga plasmando en los políticos y empresarios que la representan.