Las remesas de origen externo (ROE), provenientes de los Estados Unidos de América (EUA), son muy importantes para México, desde cualquier ángulo con el que se les vea y analice. Nada que ver con las remesas de origen interno, relativamente pequeñas en términos monetarios y aún poco entendidas y analizadas, dicho sea de paso. No hay que sorprenderse por ello; pero no hay que echar en saco roto su estudio sistemático, pues arrojaría datos muy útiles para entender los saldos sociales y económicos de las migraciones internas del sur hacia el norte (de México).
La novedad de las ROE en el 2015 es que volvieron a repuntar, siendo de US$24,7 mil millones, todavía menores al monto histórico alcanzado en 2007, que fue entonces de US$26,1 mil millones. Esta cifra del año pasado es también indicativa de un cambio (¿temporal?) en la composición de las entradas de divisas: 128% de las exportaciones de petróleo crudo, 141% del ingreso de viajeros internacionales y 83% de la inversión extranjera directa (hasta ene-sept). Con el desplome de todos los indicadores petroleros mexicanos y el evidente tropiezo de la Reforma Energética de Peña Nieto en este año, estos porcentajes expresan la creciente importancia relativa de las ROE, pero pueden ser avisos de una coyuntura difícil y nada más. Sin embargo, pueden ser también la señal de un cambio permanente en la Zona de Libre Comercio de América del Norte
Atendiendo los datos globales en 2015, el incremento de las ROE se incrementaron 4,8% en dólares y 21,6% en pesos constantes. Esto último fue un estupendo dato para todos los involucrados directamente en este flujo de divisas.
Al llegar a México, los dólares de las ROE se convierten en pesos y aquí se gastan, se ahorran y hasta se invierten. Ese es el circuito que siempre siguen. Pero este año pasado llegaron con "premio". Las devaluaciones del peso frente al dólar favorecieron a las familias receptoras de remesas: un dólar recibido se convirtió al final del año, por ejemplo, en 17 pesos, cuando un año antes esa conversión era de 14 pesos y así se generó un bienestar mayor. Atendiendo los datos globales en 2015, el incremento de las ROE fue de 4,8% en dólares y 21,6% en pesos constantes. Esto último fue un estupendo dato para todos los involucrados directamente en este flujo de divisas. De todo hay en la viña del Señor, hubiera dicho mi madre con devoción cristiana: esta buena noticia de principios de año tuvo su lugar en medio de otras muchas malas noticias para el país.
Los que envían las remesas al país son mexicanos desparramados por toda la Unión Americana. Las cifras demográficas hasta el 2014 son sugerentes y reveladoras de una realidad muy distinta a la que imagina el desquiciado Donald Trump: son poco más de 35 millones de origen mexicano, entre los cuales se incluyen casi 12 millones de inmigrantes provenientes de México.
El actual peso absoluto y relativo de la mano de obra mexicana en EUA resiste las calumnias de este sujeto sobre lo que son -en su inmensa mayoría- los mexicanos y las mexicanas que laboran en ese país: hombres y mujeres que se ganan diariamente la vida con tenacidad y sacrificios. Llegaron allí para compensar las graves penurias del mercado laboral mexicano que los expulsó. Eso es todo.
La recuperación económica norteamericana que se inició desde el 2010 -que va perdiendo vigor-, empujó el mayor empleo de mexicanos en los EUA. Siguieron llegando allí en los últimos años, cada vez menos hay que decirlo, pero se engancharon exitosamente en esa ola ascendente. Del 2011 hasta el 2015 se incrementó su masa salarial, siendo los trabajos de tiempo completo de un papel crucial. En 2015 dicha masa salarial alcanzó a ser de US$225 mil millones, donde el 93% tuvo que ver con ocupaciones de tiempo completo, con más peso que en el pasado reciente.
Hasta aquí algunos datos del estudio "Evolución reciente del ingreso de México por remesas y del empleo de mexicanos inmigrantes en Estados Unidos", realizado por Jesús Cervantes y Cindy Sánchez, economistas mexicanos del CEMLA, a quienes agradezco haberme enviado este riguroso documento para revisar las últimas estadísticas que hay sobre este tema.
Voy ahora a plantear algunas cuestiones (discutibles) que son importantes para darle un contexto histórico a las tendencias recientes de las ROE.
Uno. La concordancia de los ciclos económicos de México y Estados Unidos parece que llegó para quedarse (desde la formación del TLCAN), aunque en 1995 ésta se haya roto repentinamente y esa fue la causa que provocara la gran diáspora mexicana del siglo XX hacia el norte y el mismo salto de las ROE. Este hecho es paradójico, pues si bien la migración fue reduciéndose por diversas razones, dicha concordancia no ha impedido su persistencia, lo cual refleja que las enormes asimetrías económicas entre ambos países se mantienen. La promesa del TLCAN de que estas asimetrías disminuirían fue vana y fallida.
Dos. La brecha salarial entre ambos países se sigue abriendo y eso determinará el impulso persistente de la migración mexicana a EUA, no obstante que el nivel de vida de los trabajadores gringos también ha descendido, al tiempo que la concentración del ingreso y la riqueza allá también se ha incrementado. Es predecible que las ROE estarán presentes en el ingreso de muchas familias mexicanas por muchos años más, con altibajos, sin duda, y producto de la absorción de una parte de la fuerza de trabajo "excedente" del capitalismo local.
Tres. Con el colapso de la economía mexicana de 1995 se perfiló un mercado laboral mexicano "fuera de México". Si bien el flujo anual de migrantes ha bajado en los últimos años, se ha conformado en EUA un mercado laboral paralelo "de mexicanos" que pone sobre la mesa la posibilidad de reconocer, dentro del TLCAN, nuevas fórmulas legales y expeditas para su integración laboral en condiciones de estabilidad. En este eventual escenario es factible que las ROE todavía sigan siendo muy importantes y quizá en una escala superior.
Hoy es lejana e incomprensible aquella célebre frase del ex presidente Sebastián Lerdo de Tejada a finales de los años 70 del siglo XIX: "entre los Estados Unidos y nosotros, el desierto", aunque este hombre ilustre, clave en la Reforma, murió exiliado en Nueva York. Cosas veredes, Sancho, decía Don Quijote a su fiel escudero.