"No te pongas melodramático, eso déjaselo a Shakespeare", dice una intensa versión chilena de "La tempestad", a cargo de un reconocido dramaturgo local como es Juan Radrigán. La obra, en cartelera, le da una vuelta de tuerca a la tradicional historia de Próspero, quien accede a la posibilidad de desatar una tempestad sobre quienes le hicieron daño. Pero en medio de eso, comienza a reflexionar en torno a la venganza y a la redención.

Parafraseando viejas historias, viendo lo que pasa en América Latina uno bien puede pensar que "un fantasma recorre la región". Si bien no es el espectro que vaticinaba El Manifiesto marxista, pareciera que se parece mucho al de Shakespeare. Estamos en medio de una tempestad llamada corrupción.

La oportunidad está ahí. Como el Próspero de Shakespeare, los ciudadanos latinoamericanos tienen la oportunidad de reflexionar y actuar en consecuencia. Sin ponérse melodramáticos...

Sin el afán de ponerse melodramáticos, lo cierto es que por mucho tiempo y de manera definitiva, los árboles no dejaron ver el bosque. En tiempos en que los ciudadanos parecían más preocupados de consultar por su cupo en la tarjeta de crédito que en otras cosas, los sucesivos casos de corrupción en la región crearon escándalos que hoy caen como esas piezas de dominó con las que prestidigitadores de toda estirpe nos han entretenido durante años.

En medio de esta tempestad, entonces, no sería malo preguntarse -como lo hace Próspero en la obra del insigne autor inglés- en las cosas realmente importantes y ver cómo se actúa frente a ellas.

El discurso habitual hoy es exigir transparencia, coherencia, rectitud y buenas intenciones a las autoridades. La gente hoy se indigna con la facilidad de reelección que hay en diversos cargos públicos en la región. Las personas explotan cuando se percatan de legislaciones a medias o definitivamente malas surgidas en los distintos parlamentos.

Pero, como Próspero, uno podría preguntar: ¿dónde estuvo la ciudadanía antes? Esas autoridades reelectas varias veces contaron con los votos de la mayoría para ubicarse por muchos años en sus puestos. Las legislaciones malas son llevadas adelante por "representantes del pueblo" elegidos por el pueblo.

Antes de desatar tempestades es bueno preguntarse por el rol de los ciudadanos en nuestros países. ¿Dónde hemos estado todos estos años? ¿Consultando los cajeros automáticos o haciendo seguimiento a los parlamentarios?

Obviamente que el ejemplo se extrema un poco, pero algo de cierto hay. Muchos disfrutaron con la música que las autoridades pusieron en su momento. La música del preocuparse de su parcela y no preocuparse mucho de lo ocurre en la comarca tiene mucho que ver con el resultado final de la fiesta: la tempestad.

En rigor, la idea de estar en contra de todo lo "político" no tiene mucha lógica en el largo plazo. La gente va a tener que tomar partido por personas capaces de enfrentar esta fuerza de la naturaleza que se ha desatado. Se requieren líderes. Se necesitan políticos. Pero con otra mirada.

Las clases medias empoderadas hasta ahora han exhibido buenos comportamientos económicos, son capaces de mover el PIB, activan las industrias con sus visitas a los malls, pero han sido menos visibles para desarrollar buenas prácticas de ciudadanía. Se requiere con urgencia de esto último ahora.

El desafío del espíritu de Shakespeare es esencialmente social. Requiere trabajo comunitario, implica conversar con el vecino, se nutre de una activa retroalimentación con otros. La solución está en gran parte en los propios habitantes de la comarca.

Pero hay que asumir que la solución parece no venir desde arriba, sino que debe partir desde abajo. Ciudadanos activos, que sepan elegir a sus autoridades, que junto con conocer sus cupos en las cuentas corrientes sepan también quiénes son los próximos candidatos a alcaldes, por ejemplo.

No hay nada de malo en contar el dinero que permite ser felices. El asunto es que parece que la gente se ha preocupado demasiado sólo de eso. La tempestad que cruza la región no se formó de repente. Hubo muchas lluvias menores antes. Y no se anticiparon los trabajos para hacerle frente.

La oportunidad está ahí. Como el Próspero de Shakespeare, los ciudadanos latinoamericanos tienen la oportunidad de reflexionar y actuar en consecuencia. Sin ponerse melodramáticos...