El gobierno alemán presidido por la canciller Angela Merkel, garante máxima de las políticas de austeridad presupuestal y ajuste en la Unión Europea, está dando señales de un posible ligero giro hacia la izquierda, por lo menos a nivel interno. En cambio, con respecto de las obligaciones que conciernen los otros estados europeos, en especial los más golpeados por la crisis como los mediterráneos, no ha habido ninguna señal de apertura y flexibilización del rigor macroecónomico.
Tras las elecciones alemanas del 22 de septiembre de 2013, el ejecutivo pudo nacer gracias al apoyo de una coalición entre los socialdemócratas del SPD y los demócratas cristianos de la CDU/CSU, y ahora las SPD está avanzando en su agenda social con medidas que, en el resto de Europa, no sería posible aprobar ni empezar a discutir: se va a permitir la jubilación de los trabajadores a los 63 años y con 45 años de cotización. Un pequeño paso, pero significativo.
Recientemente, el famoso economista de Harvard, Dani Rodrik, sugirió tres medidas, quizás con reminiscencias keyenesianas, para solucionar la crisis en Europa y, sobre todo, para mantener viva a la moneda única: aumentar las transferencias Norte-Sur, la inflación y los consumos en Alemania, la llamada “locomotora” continental.
Se habla de unas 900.000 personas interesadas por la norma y de un costo total de 11.000 millones de euros anuales. El ex canciller Gerhard Schröder (1998-2005) criticó la medida, pues había sido él quien elevó la edad del retiro de los 65 a los 67 años, estableciendo un modelo para todos los demás países que, por las buenas o por las malas, se adecuaron al nuevo estándar.
Merkel dijo que “la humanidad de una sociedad se mide según el trato que dé a los débiles, sobre todo cuando son mayores y están enfermos", y en efecto también se contemplaron mejoras en las pensiones para las madres y las personas no autónomas. Aún falta una votación en el Bundestag, pero allí la coalición oficialista goza de una mayoría de votos del 80%.
El gobierno igualmente introdujo el salario mínimo interprofesional o común de 8,50 euros por hora y garantizó que no habrá subidas de impuestos para implementar estas decisiones. Alemania sigue un modelo laboral de “flex-security” en el cual van de la mano la flexibilidad en entrada y en salida del mercado laboral y una seguridad social universal y muy eficaz. Por su lado el principal partido opositor Die Linke (La Izquierda) ha criticado la ley por prever prestaciones insuficientes.
Merkel también anunció su apoyo para la aprobación de una medida respaldada por los socialdemócratas la cual pretende imponer una cuota femenina del 30% en los consejos de administración de las empresas: “Una economía social de mercado necesita de una gran competitividad y sabemos por nuestra experiencia que ésta es mayor cuando hombres y mujeres tienen las mismas oportunidades […] Por eso vamos a establecer para todos los consejos de supervisión y administración de voto obligatorio y los de empresas cotizadas una cuota femenina de al menos 30%", dijo frente al Congreso. La norma, como está concebida ahora, podría interesar potencialmente unas 120 empresas, pero si se extendiera a las compañías grandes no cotizadas, afectaría a unas 2600.
Recientemente, el famoso economista de Harvard, Dani Rodrik, sugirió tres medidas, quizás con reminiscencias keyenesianas, para solucionar la crisis en Europa y, sobre todo, para mantener viva a la moneda única: aumentar las transferencias Norte-Sur, la inflación y los consumos en Alemania, la llamada “locomotora” continental. Parece que en Berlín se están siguiendo sus consejos e, inclusive, el país ha sido regañado a causa de su superávit excesivo (exporta demasiado) por parte de la Comisión Europea que, asimismo, aconsejó aumentar la inversión, estimular el consumo y los salarios internos. La Comisión sostiene que sólo ésta es la vía para que los sacrificios de los países del Sur rindan sus frutos.
Sin embargo, mientras tanto, en Italia, España, Grecia, Chipre, Portugal e incluso Francia, el descontento crece, porque las pensiones y el Estado de bienestar se siguen recortando, el Estado se retira en todos los sentidos, en un entorno explosivo con tasas de desempleo de dos dígitos y una entera generación empujada a emigrar al exterior. Se legitima así, y las consideraciones de Rodrik y de la Comisión Europea lo confirman, una Europa de dos velocidades que, en parte, ya era un hecho y que ahora va repartiendo tareas y especializaciones productivas, pero también derechos laborales y sociales, de manera asimétrica y menos solidaria.