Entre febrero de 2013 y diciembre de 2014, 12 países de América Latina y el Caribe (ALC), desde Chile a México, pasando por Brasil, Colombia, Centro-América y el Caribe, habrán cambiado o renovado el mandato de su presidente. Habitualmente, ello es sinónimo de volatilidad económica y financiera en economías emergentes, y especialmente en la región (Santiso, 2013). No obstante, ya la anterior ola de elecciones en 2005-2006 (igualmente 12 países, y de nuevo incluyendo los más grandes a excepción de Argentina) mostró el avance en la gestión macroeconómica en varios países de la región, rompiéndose la tendencia a la volatilidad fiscal y financiera. De hecho, algunos de los países acumularon ahorros fiscales que permitieron tener margen para actuar al llegar la crisis (Daude, Melguizo y Neut, 2011).

Esta nueva ola de elecciones se produce en un momento económico desafiante para ALC, por el previsible endurecimiento de la política monetaria a nivel global (en especial en EE.UU.) y un menor crecimiento en China. La menor abundancia de capital y una demanda de materias primas más débil son malas noticias para una región que, por su parte, ha avanzado de manera modesta en las reformas estructurales en favor de la productividad y el crecimiento potencial (Powell, 2013; Cepal-CAF-OCDE, 2014).

Probablemente los países disponen de más de 100 días, pero el debate técnico y social, sobre los principios e instrumentos expuestos u otros, no debería posponerse. Del avance en estas políticas dependerá, en buena medida, que ALC se gradúe como una región donde la excesiva volatilidad política, fiscal y financiera sea cosa del pasado, y consolide el favorable desempeño económico y social reciente.

Es muy difícil pronosticar si esta nueva ronda de elecciones desencadenará una ola de reformas estructurales que favorezcan un mayor crecimiento de la productividad. Incluso algunos países que celebraron las elecciones antes y promulgaron grandes acuerdos políticos, como el caso del Pacto por México, muestran avances notables en algunas políticas (por ejemplo la energética), y menores en otras (como la reforma tributaria). Pero en caso de hacerlo, una reforma clave dentro de esta agenda de mayor y mejor crecimiento es, sin duda, la reforma de las pensiones. En Mejores Trabajos, Mejores Pensiones se sostiene que eliminar la pobreza en la vejez con una cobertura universal de pensiones e impulsar el trabajo formal en ALC es posible. Para ello, las reformas deben ser globales, integrales, eficientes, transparentes e innovadoras.

Ya sea por convicción o por necesidad, la región precisa de reformas profundas, entre las cuales reforzar los sistemas de pensiones y fomentar la formalidad deben ser componentes centrales. El momento político abre una oportunidad de cambio en ALC que debería aprovecharse, porque el entorno internacional va a ser menos favorable. Probablemente los países disponen de más de 100 días, pero el debate técnico y social, sobre los principios e instrumentos expuestos u otros, no debería posponerse. Del avance en estas políticas dependerá, en buena medida, que ALC se gradúe como una región donde la excesiva volatilidad política, fiscal y financiera sea cosa del pasado, y consolide el favorable desempeño económico y social reciente.

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Factor Trabajo del Banco Interamericano de Desarrollo.