La historia del dinero ha entrado desde hace unos tres años en una sorprendente y misteriosa etapa. El dinero digital ya está presente y es una novedad “de película”, quizá del estilo de George Lucas o de Stanley Kubrick. Ciertos medios magnifican esta trama monetaria fascinante, como corresponde a su ruidosa tarea cotidiana. En algunos reportajes se escribe sobre la “Bitcoin”, mezclando aciertos y fantasías, pues hoy es la moneda digital más popular (hay otras), más demandada. Hay, sin duda alguna, castillos de naipes construidos en torno a ella. El tema obviamente puede darle neuralgia a todos los banco centrales -dentro de poco tiempo- justo por que debilitaría su condición de emisor monopólico de dinero.
Vaya que el tránsito del mundo de Johannes Gutenberg al de Steve Jobs sigue felizmente abriendo brechas por todos los campos de la vida humana. Pero cuando lo digital entra innovadoramente en las relaciones monetarias, los costos y beneficios de su implantación definitiva no son tan claros aún, aunque sospecho que hay consenso internacional en que tales formas de dinero se impondrán en el futuro, sin que desaparezcan próximamente las formas monetarias tradicionales: monedas y billetes, y mucho menos las tarjetas de débito, crédito y las mismas transferencias electrónicas. Los cheques, esos sí, ya se preparan para entrar relativamente pronto a museos numismáticos o a algo parecido.
¿Mientras el futuro monetario no llegue, qué pasará con el dinero digital como la “Bitcoin”? Un poco de lo que se puede decir al respecto es que ya tiene una gran volatilidad. Hay ya burbujas digitales a la vista...
¿Está a punto de desaparecer el dinero cuando hablamos de que el dinero digital es el futuro? No, de ninguna manera. Solamente el dinero cambiará de forma: de lo físico a lo virtual o digital. La naturaleza del papel dinero moderno, el que surgió hace unos cuantos siglos con los bancos y la imprenta, digamos, tiene una expresión física “contante y sonante”. Lo que vendrá ya solo será contante, pero ya no sonante. Esto no será tan traumático como cuando la humanidad pasó del dinero-mercancía al dinero bancario, fiduciario al fin y al cabo. Y aquí dos ejemplos inobjetables de lo que pasó hace siglos. El cacao del mundo azteca se usaba como dinero y si se aburrían de tenerlo como tal terminaban por tomárselo, frío o caliente. Y en un caso extremo (¿será?), una hermosa esclava en el mundo romano antiguo que fuera medio de pago y unidad de cuenta podría convertirse en una novia adorable en el corto plazo o en una esposa regañona en el largo plazo. Magia, vil magia.
Bueno, entonces ese tránsito del dinero mercancía al dinero fiduciario sí que fue traumático. Pasar del dinero físico al digital tendrá más ventajas que desventajas. Barato de producir, de transportar, eficiente como medio de pago, higiénico, durable a más no poder y varias cosas virtuosas más que no viene al caso mencionar aquí y ahora. Claro que puede o podrá ser falsificado y robado, igual que el dinero físico actual. Suponer o creer que esto no sucedería con el dinero digital es suponer que los humanos vamos a ser en el futuro de otra naturaleza. La codicia y perversiones afines seguirán presentes.
El dinero ocupa un lugar relevante en las religiones, las ideologías laicas, en el pensamiento mágico y hasta en la Economía, digo, así como en otras disciplinas del conocimiento social, sobre todo en la Antropología. Y así seguirá siendo este tema en el futuro con la dominancia del dinero digital. Es seguro que entender bien el futuro monetario pasará por comenzar, por ejemplo, con las lecciones de moneda y banca de Hume, Ricardo, Marx, Fisher, Keynes, Hicks y Friedman.
No hay que perderse: el cambio monetario que se anuncia es sólo técnico, de forma y no de contenido social. Las nuevas TIC que permiten producir el dinero digital son los instrumentos para llegar a lo mismo: dinero, simple dinero, para que sea al mismo tiempo medio de cambio, unidad de cuenta y depósito de valor.
¿Mientras el futuro monetario no llegue, qué pasará con el dinero digital como la “Bitcoin”? Un poco de lo que se puede decir al respecto es que ya tiene una gran volatilidad. Hay ya burbujas digitales a la vista: el crecimiento del valor de este nuevo activo financiero en el último año (el 27 de noviembre tuvo un valor de US$1.044, cuando en enero estaba apenas en 15), sobre todo en el mundo financieramente desarrollado y con lo chinos, claro, los chinos, muy atentos usuarios de estos movimientos especulativos. Y por otra parte, es más o menos claro que demandantes significativos de este tipo de dinero son los señores del crimen organizado, pues aunque este dinero no es oficial o legal, para todo fin práctico es un medio de pago más, muy eficiente y anónimo.
¿Y los banqueros centrales, encargados de controlar la masa monetaria legal, qué piensan de esto? Son cautelosos, pero optimistas. Cito al más importante del planeta Tierra, Ben Bernanke: “may hold long-term promise, particularly if the innovations promote a faster, more secure and more efficient payment system.” Para estas figuras estelares de la vida moderna, todo medio de pago que está fuera de su control, directo o indirecto, les preocupará, sobre todo si generaran presiones inflacionarias. Hace unos meses platiqué con un economista liberal y me comentó molesto que esos mercaditos de trueque y con uso de dinero no legal que han surgido en México no eran eficientes. Lo dudo, le dije, pues si fueran eso simplemente no existirían, aunque contravengan la Ley Monetaria de México, S.A.
El dinero físico actual, cuyo valor se basa en la confianza de quien lo recibe y maneja, así como en la misma evolución de los precios, pasará gradualmente a los museos numismáticos. No sabemos cuándo pasará eso, pero así será. Hasta donde estoy informado el banco central de mi país no tiene una posición oficial sobre el dinero digital. Ojalá que pronto tengamos noticias de ello.
¿Y los bancos y banqueros de toda la vida qué opinan del dinero digital? Ya andan metidos en esto, pues está en su naturaleza física y espiritual moverse en las aguas portentosas del dinero. Partamos de que lo mejor para ellos es que nadie controle la emisión monetaria y se convierta en un buen negocio privado, muy privado. Esta fue y ha sido la propuesta de economistas liberales de extrema derecha. Es paradójico que la mayoría de los bancos centrales, órganos estatales que regulan monopólicamente la emisión monetaria, estén atiborrados de esta corriente económica. O sea, la Iglesia en manos de Lutero.
Los cambios tecnológicos siempre nos dejan pasmados al principio. Así fue cuando dejamos de andar a pie para subirnos a un caballo; de éste a una carreta, de ésta a un tren y de un tren a un avión. No hay cambio tecnológico sin dolor, aunque después disfrutemos como cerdos el bienestar que produzcan. Y en esas andaremos con la implantación definitiva del dinero digital un buen día de estos.
Solamente tengo una duda impía: después de un bautizo, ya saliendo del templo, los chiquillos se arremolinarán alrededor de los padrinos y madrinas y gritarán alegres y divertidos ¡bolo, padrino, bolo! ¿Cómo le harán para terminar la fiesta esos padrinos? Ray Bradbury o Isaac Asimov tendrán tal vez la respuesta en algunas de sus novelas. Supongo que en lugar de niños estos dos escritores pusieron robotitos pidiendo bolo.