Tras su muerte, surgieron diversas críticas hacia la figura de Nelson Mandela. Por cuestión de espacio nos limitaremos a comentar dos de ellas. De un lado, Mandela y el Congreso Nacional Africano (CNA), emplearon la violencia como medio para combatir al régimen del Apartheid. De otro, Mandela y el CNA mantuvieron alianzas con regímenes dictatoriales, como el cubano.
Ambos son hechos indiscutibles, pero cabría discutir su valoración ética. Sobre el empleo de la violencia cabría decir lo siguiente: el CNA era el único partido multirracial de Sudáfrica, era además el único que promovía una democracia inclusiva, y comenzó su campaña contra el Apartheid como un movimiento de resistencia civil (es decir, desprovisto de armas). Enfrentaba a un régimen que excluía a más del 80% de la población (incluyendo toda la población nativa), de derechos de propiedad sobre cerca del 90% del territorio sudafricano. Y que no sólo privó a la abrumadora mayoría de la población de derechos políticos: ni siquiera le reconocía derecho de ciudadanía.
Pues bien, haber tenido influencia marxista podrá ser un error, pero no un delito. Por lo demás, también tuvieron influencia marxista el Partido Socialista Obrero Español (hasta que bajo la égida de Felipe González ser marxista se volvió “opcional”), y el Partido Laborista británico...
Luego proscribió a las fuerzas políticas que criticaban el Apartheid (incluyendo las de la minoría blanca), y reprimió a mansalva toda manifestación pública en su contra. Es sólo tras la masacre de Sharpeville, en 1960, que el CNA decide apelar a la resistencia armada contra el Apartheid. Y lo hizo respetando en lo esencial las normas del derecho internacional humanitario. Eso no implica que no existieran casos de violencia perpetrada por militantes del CNA contra civiles, pero no eran parte de la estrategia de la organización, y la virtual totalidad de las víctimas civiles fueron miembros de la mayoría excluida, asesinados deliberadamente por las fuerzas del régimen.
Ese es el contexto en el que se forjan las alianzas del CNA con regímenes comunistas. Si desea un contrapunto histórico que ponga en perspectiva esas alianzas, busque una foto de la Conferencia de Yalta. En ella encontrará a una tal Iósif Vissarionovich (más conocido como "Stalin"), sentado junto a Franklin D. Roosevelt (presidente de los Estados Unidos), y Winston Churchill (Primer Ministro de Gran Bretaña). Si cree que esa era una alianza justificable en la guerra contra el fascismo, tal vez bajo la misma lógica podría justificar las alianzas del CNA en contra de un régimen de inspiración fascista. Si alguien le muestra fotos de Mandela con Gadafi, tómese la molestia de buscar, y encontrará fotos de Gadafi con Tony Blair, Nicolás Sarkozy, José María Aznar, y Barak Obama. Silvio Berlusconi incluso le besó la mano ante cámaras. Y en esos casos (salvo por Obama), el propósito del encuentro no era buscar aliados contra un régimen opresivo y racista, sino buscar acceso al petróleo de Libia.
Podría argüirse que Mandela además elogió efusivamente al régimen cubano. De nuevo, no estaría de más recordar a Churchill justificando su alianza con Stalin: “Si Hitler invadiera el infierno, yo estaría dispuesto a hacer una referencia favorable al demonio en la Cámara de los Comunes". Podría replicarse que, a diferencia de Churchill, Mandela y el CNA tuvieron influencia marxista. Pues bien, haber tenido influencia marxista podrá ser un error, pero no un delito. Por lo demás, también tuvieron influencia marxista el Partido Socialista Obrero Español (hasta que bajo la égida de Felipe González ser marxista se volvió “opcional”), y el Partido Laborista británico (hasta que, bajo el liderazgo de Tony Blair, modificó la Cláusula IV de sus estatutos, la cual propugnaba la “propiedad colectiva de los medios de producción”).
Podría preguntarse por qué Mandela no buscó inicialmente aliados entre las democracias occidentales. Tal vez fuera porque durante la Guerra Fría estas ocupaban su tiempo en forjar alianzas con su enemigo. Desde Charles de Gaulle hasta Valéry Giscard d'Estaing, sucesivos gobiernos franceses colaboraron con el régimen sudafricano. El gobierno de los Estados Unidos mantuvo hasta 1986 su política de "Compromiso Constructivo" hacia el régimen del Apartheid. En 1987, Margaret Thatcher aún calificaba a Mandela y el Congreso Nacional Africano como "terroristas" (y fue el colonialismo británico quien promulgó en 1918 la primera ley de segregación racial en Sudáfrica).
En 1975 el actual presidente israelí, Simón Peres, firmó un acuerdo de cooperación militar con la Sudáfrica del Apartheid, en el cual ofrecía venderle armas nucleares. Y a diferencia de Cuba, el respaldo de las potencias occidentales fue importante para que el Apartheid perviviera durante tanto tiempo (como sugiere su colapso pocos años después de que Gran Bretaña y los Estados Unidos cambiaran de posición, y se sumaran a las sanciones en su contra).