El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas me recuerda, con sus argumentos respecto a la reforma política, a aquel niño vendedor de chicles, al que cuando se acerca una persona para decirle que le compra las últimas cajas de chicles que le quedan, le responde que no, porque si no luego qué va a vender.
Entrevistado en "Frente al País" (programa radial de Imagen Informativa de México), el ingeniero comentó que no debemos vender nuestros hidrocarburos al extranjero porque éstos se nos van a acabar, y entonces ¿qué vamos a hacer?
Mientras Estados Unidos se convierte en una potencia energética autosuficiente, gracias a la explotación del gas y petróleo de lutitas (shale oil y shale gas) que se encuentra en la frontera con México, nosotros estamos nada más como el chinito: milando cómo ellos prosperan, mientras aquí discutimos como si siguieran siendo los años 70.
Me recordó también el discurso esgrimido en los años 70 por su colega Heberto Castillo, cuando también argumentaba que México no debía vender sus hidrocarburos porque estaba probado que éstos no durarían más allá de 1996, y entonces había que cuidar las reservas que teníamos. Argumento que casi cuatro décadas después ha caído por su propio peso. Ya vino y se fue el año 1996 y los hidrocarburos no se han agotado.
¿Qué propone el ingeniero Cárdenas? ¿Que México se convierta en el único país del mundo que sea exitoso en materia energética por ahorrar sus reservas en lugar de explotarlas, utilizarlas y venderlas? La riqueza guardada debajo del colchón no genera prosperidad. Tampoco los hidrocarburos que permanecen intocados en el subsuelo. Y mucho menos los energéticos que no aprovechados por nosotros lo son por nuestro vecino gracias al no muy sesudo efecto popote.
Mientras Estados Unidos se convierte en una potencia energética autosuficiente, gracias a la explotación del gas y petróleo de lutitas (shale oil y shale gas) que se encuentra en la frontera con México, nosotros estamos nada más como el chinito: milando cómo ellos prosperan, mientras aquí discutimos como si siguieran siendo los años 70.
Otro de los argumentos del ingeniero tiene que ver con la idea de que para ser competitivos en materia energética, lo único que tenemos que hacer es cambiar el régimen fiscal de Pemex. Quitarle la carga impositiva que tiene con la Secretaría de Hacienda.
Sin duda, ahí hay un trabajo por hacer. Pero evadir la necesidad de los cambios constitucionales requeridos implica pensar que México, a diferencia del resto del mundo entero, puede hacerlo todo solo.
Hace algunos meses retaba Carlos Elizondo a quienes se oponen a la apertura, a que nos muestren en dónde funciona su modelo, basado en una sola empresa del gobierno que tenga que explotar por sí sola todos los hidrocarburos de un país extenso como el nuestro, tanto en aguas profundas como someras, crudos complejos e hidrocarburos no convencionales, más toda la producción industrial. Que nos digan dónde se hace así, fue el reto que planteó Elizondo y que los argumentos del ingeniero Cárdenas no han sabido responder.
Dice el ingeniero que la movilización tan concurrida que tuvo el pasado domingo en el Zócalo es la muestra del rechazo de los mexicanos a la entrega del sector energético a interés internacionales.
Me parece que representa más el acato a quien goza de un enorme capital político por todo lo que ha aportado a México. Ojalá el ingeniero Cárdenas utilizara ahora, como político respetado que es, escuchado por amplios sectores políticos y de la opinión pública, un discurso que pugne por una apertura inteligente y un combate frontal en contra de la corrupción.
Así, quizá seamos más los que nos unamos a sus movilizaciones en el Zócalo.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.