El desempeño del mercado laboral de Brasil en la última década ha sido extraordinario. Mientras el mundo desarrollado lucha contra el azote del desempleo y ve como una generación de jóvenes no encuentra salida a sus aspiraciones laborales, la economía brasileña ha generado 16 millones de empleos en el periodo 2001 y 2011, de los cuales 12 millones son en empleos asalariados.
Gracias a ello, la tasa de desempleo se encuentra en un mínimo histórico, por debajo del 7% y el porcentaje de asalariados formales ha crecido de 35% a 49%.
Ahora es el momento, antes de que el impulso generado por el boom de materias primas llegue a su fin, de accionar las palancas para mejorar la productividad y continuar este prodigioso desempeño laboral.
Y no solo los números son fuera de la norma, también lo es, el hecho que este crecimiento ha sido extraordinariamente inclusivo.
Así, en el periodo mencionado los ingresos de las personas más pobres crecieron a un vertiginoso ritmo de casi 7% anuales. Los ingresos de los más ricos también crecieron, pero sólo en 1% al año.
Debido a esto, la diferencia entre los ricos y los pobres en Brasil, que históricamente ha sido y se ha mantenido tozudamente alta, se está empezando a cerrar y, por primera vez desde hace muchos años, la desigualdad está cayendo en Brasil. Todo ello ha llevado al florecimiento de una emergente clase media que paso del 38% al 52% de la población.
Sin embargo, esta bonanza puede terminar pronto si no se toman las medidas para hacerla sostenible. Un hecho que llama la atención y que genera preocupación es que la productividad laboral ha crecido mucho menos que los salarios. Si bien esta divergencia se puede mantener durante un tiempo, en el largo plazo, si no se acelera el crecimiento de la productividad laboral, será difícil mantener este ritmo de crecimiento salarial.
Ahora es el momento, antes de que el impulso generado por el boom de materias primas llegue a su fin, de accionar las palancas para mejorar la productividad y continuar este prodigioso desempeño laboral.
*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Factor Trabajo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).