Uno de los temas de consenso respecto de la educación en Chile es que en el ámbito financiero aún falta mucho por hacer. Diferentes encuestas y estudios muestran que la mayoría de los individuos tiene serios problemas al momento de comprender conceptos financieros básicos, por ejemplo, el interés o bien diferenciar entre amortizaciones de capital, comisiones y cuotas.

En efecto, una encuesta del Ministerio de Economía muestra que entre los empresarios más pequeños en Chile, casi 40% de ellos señala que su principal limitación para crecer es el acceso al financiamiento. Sin embargo, la misma encuesta evidencia que la gran mayoría no maneja conceptos tales como el interés compuesto. Para la pregunta de cuánto es la tasa anual, si un banco paga una tasa de 1% al mes, 95% de los encuestados no responde que la tasa anual es superior a 12%. Frente a la pregunta de cuánto es el monto ahorrado luego de invertir $100 durante cinco años a un interés del 2% anual, más de 60% de los encuestados no selecciona la respuesta correcta “más de $102”. Es decir, si bien entre los microempresarios la necesidad de financiamiento es muy relevante, el conocimiento de los conceptos financieros elementales para una adecuada comparación y selección de alternativas es muy bajo.

El sistema financiero es fundamental para el desarrollo de una economía, pero resulta imprescindible que ese sistema financiero sea usado con responsabilidad, a la vez de ser percibido con confianza por parte de los agentes. Para ello la supervisión no basta: se requiere más y mejor educación financiera.

En el ámbito del consumidor, la situación no es mucho mejor. Autoridades y público informado evalúan con sorpresa que una caída de los intereses no se materialice en una rebaja sustancial de las cuotas. Hace un tiempo, los créditos con aval del Estado fueron reformados y su tasa de interés se redujo de 5,6% a 2%. Una rebaja notable que, sin embargo, como lo muestran cartas a diarios o entrevistas en noticieros de TV, no se tradujo en un alivio relevante para muchas personas. Lo que ocurre es que una rebaja en 50% de los intereses no es lineal y, aunque logra rebajar la cuota, lo hace en menos que ese porcentaje. En cambio, una rebaja en los aranceles -es decir, en el capital- se traduce directamente en una rebaja en la cuota (en forma proporcional).

Hace poco el Ministerio de Economía inauguró el concepto de Carga Anual Equivalente. Esta noción es un porcentaje que refleja el costo anual de un crédito incluyendo, además del interés, todos los cobros que debe pagar el consumidor. Si bien es un avance al entregar información estandarizada y completa, aún utiliza el complejo lenguaje del porcentaje. Este concepto efectivamente facilita la comparación de financiamiento entre alternativas diversas, sin embargo, la decisión primordial del consumidor es el tamaño de la cuota a pagar. Por lo tanto, focalizar la atención del consumidor en un concepto similar a la tasa de interés lo tiende a hacer lejano y confuso.

El Sernac Financiero ha desarrollado actividades de educación financiera entre los consumidores, pero su alcance, para el tamaño del desafío, es aún limitado. Algunos bancos desarrollan programas, pero, en general, focalizados en algunos de sus clientes.

El mundo previsional es otro ejemplo que da cuenta de la precariedad de la educación financiera, en este caso de los afiliados al sistema de AFP. Parte de esta asimetría de información ha sido transformada en emprendimientos por parte de empresas que aconsejan cuándo y hacia dónde mover los fondos. Últimamente éstas han ganado gran notoriedad y popularidad, lo que refleja el enorme déficit de información útil que existe para el afiliado.

La Superintendencia de AFP hace esfuerzos importantes en materia de educación financiera, pero nuevamente la tarea es enorme. Hace algunos años se creó el Fondo de Educación Previsional, administrado por la Subsecretaría de Previsión Social, con el objeto de apoyar proyectos de educación y difusión del sistema. El desafío es relevante, ya que el actual sistema de AFP, a pesar de sus años de funcionamiento, genera desconfianza en algunos sectores relevantes de la población.

Las universidades en Chile, por su parte, tienen programas de educación en el ámbito financiero. Sin embargo, aún son muy especializadas en algunas pocas carreras. Tareas como evaluar los costos de los diferentes instrumentos de crédito, los beneficios de opciones de ahorro, así como del manejo de las finanzas personales son herramientas necesarias para cualquier profesional, independiente del campo que se desempeña. Más aún, algunos de estos conceptos requieren ser llevados a la educación escolar, de manera de contar con consumidores y trabajadores informados.

El sistema financiero es fundamental para el desarrollo de una economía, pero resulta imprescindible que ese sistema financiero sea usado con responsabilidad, a la vez de ser percibido con confianza por parte de los agentes. Para ello la supervisión no basta: se requiere más y mejor educación financiera. Es parte de los derechos de los consumidores, pero también es parte de los requerimientos básicos para que el sistema financiero funcione y perdure.