Desperté con una confusa noticia, exclusiva de un diario, que decía que los magistrados de la Corte de Constitucionalidad (CC) votaron por mayoría para amparar a Ríos Montt y darle la razón respecto a que no debería estar siendo juzgado por ser “beneficiario” de la amnistía (decreto 8-86). Este fallo ordenaría a la jueza Patricia Flores a emitir una nueva resolución y fundamentar su aceptación o no de la amnistía.
Mientras fue pasando el día y buscaba información, más confuso todo. Hasta el momento que escribo esto, la información sigue dispersa. No obstante, el tema (justicia, memoria histórica, juicio por genocidio) no deja de ser parte de la columna vertebral de este país; una gran oportunidad que tenemos –aún- para quebrar el largo camino de impunidad y olvido que hemos venido recorriendo –y de rodillas-, cual peregrinación de penitencia.
Este 23 de octubre me desperté como todos los días: comprobando que los dinosaurios siguen ahí, en todos lados. Hoy estaban ahí, en la Corte de Constitucionalidad.
De cualquier forma, aquí hay gato encerrado. Y se está jugando con la dignidad de las víctimas y los sobrevivientes, con todas las personas que valientemente han dado su testimonio, con muchas guatemaltecas y guatemaltecos que no estamos dispuestos a pasar por alto este capítulo. Porque no se trata sólo de este juicio y de Ríos Montt en particular, se trata de una parte de nuestra historia –que aún no es historia–, aunque varios sectores por ahí nos estén insistiendo y tratando de convencer constantemente que esto es pasado y volteemos la página.
Se trata de una parte de nuestra historia que también es nuestro presente, buena parte de nuestra esencia y del por qué estamos como estamos. Una parte de nuestro ser histórico y social, y que si no estamos dispuestos a interiorizar y escarbar en él, estamos condenados a seguir viviendo en el país donde la justicia, la salud, la educación, la seguridad, y un largo etcétera, existen sólo para quienes lo pueden pagar; donde el Estado excluye a grandes mayorías y las recuerda –reprimiendo– cuando éstas representan una amenaza para sus negocios de compra-venta del país.
Y no podemos pasar la página porque la historia está presente y aún nos falta mucho por hablar y recordar de ella. Está presente en los niños que mueren por diarrea, en los que sufren desnutrición, en los que son explotados en el campo o en las calles, en los que en sus escuelas no hay pupitres y en sus estómagos, desayunos. Está presente en las personas que han sido desalojadas de sus tierras en nombre del “desarrollo” y del gran capital, en quienes han sido amenazadas, criminalizadas y asesinadas por defender su territorio y por reclamar sus derechos. Está presente en las ofensivas sesiones del Congreso, en los jugosos negocios de la presidencia y ministerios, y en la brillante (por su ausencia) justicia.
Por esto y más, no se vale jugar con este tema. La noticia en cuestión, exclusiva de Prensa Libre, es confusa, con información y verdades a medias.
El decreto de amnistía al cual se hace alusión (emitida por otro militar, Mejía Víctores, en 1986) aplica para delitos políticos cometidos durante la guerra. También habla de amnistía la Ley de Reconciliación Nacional de 1996, pero no admite delitos de genocidio, tortura, desaparición forzada u otras violaciones graves a los Derechos Humanos (lo que también está en sintonía con el derecho internacional).
Si Ríos Montt busca la amnistía es porque más de algún “delito” reconoce haber cometido durante la guerra. Pero el genocidio y otras violaciones a los Derechos Humanos, los cuales han sido comprobados y de lo que ya fue declarado culpable, no aplican. Así que no nos vengan a tratar de confundir con la desinformación y un montón de figuras y trabalenguas legales.
Es importante pues, recordarles a los magistrados que los estamos viendo y que seguimos exigiendo JUSTICIA como camino para la paz y la dignidad. Seguimos apoyando a las personas que han hecho posible este juicio que hasta hace unos años, cuando Ríos Montt estaba en el Congreso, era impensable.
¡Yo no tengo amnesia, yo no olvido! ¡Yo quiero JUSTICIA para Guatemala y para su gente!
*Esta columna fue publicada originalmente en PlazaPública.org.