En general, no comparto el tipo de ideas como la que dice que la suma de individuos hacen una sociedad y por tanto, si logramos cambiar las actitudes de los individuos, cambiaríamos el país. Para mí, hay mucho más allá de eso y son las estructuras sobre las cual ha echado raíces Guatemala.

Sin embargo, aunque pudiera sonar paradójico, también creo que es importante darnos cuenta de lo que somos como personas individuales en nuestras relaciones con el entorno y los otros más cercanos. Es decir, bastante podemos hablar sobre las estructuras del país, criticar instituciones (partidos políticos, gobierno, sindicatos, ONGs, iglesias, etc.), pero a veces creo que en todo este discurso nos hace falta coherencia. Me refiero a que muchos nos sorprenderíamos si nos detuviéramos a ver que buena parte de los males que criticamos con tanta autoridad y certeza a nivel de país y sociedad, también los reproducimos en nuestros espacios cotidianos, como en los hogares, lugares de trabajo y grupos de amigos.

Muchos nos sorprenderíamos si nos detuviéramos a ver que buena parte de los males que criticamos con tanta autoridad y certeza a nivel de país y sociedad, también los reproducimos en nuestros espacios cotidianos, como en los hogares, lugares de trabajo y grupos de amigos.

Por ejemplo, la práctica de la democracia en la casa y la familia (y me refiero a la democracia en un sentido amplio): ¿quiénes toman las decisiones que atañen a toda la familia? Casi siempre los papás (los papás hombres, no el plural de mamá y papá). ¿Qué características poseen quienes tienen el poder de tomar esas decisiones? Pues casi siempre está relacionado al poder económico, la condición de proveedor y de hombre en una sociedad patriarcal. ¿Quién tiene la autoridad de sancionar? Casi siempre los papás. ¿Quiénes tienen más libertades o privilegios entre iguales? Muchas veces, los hijos varones. ¿Quiénes hablan en la mesa y en las reuniones familiares? ¿Cómo están distribuidas las tareas domésticas entre todos los miembros de la familia? Y así, tantas preguntas más que podríamos seguir escribiendo.

Por supuesto que es difícil hablar en general, sabiendo que muchas de las familias en Guatemala son monoparentales con mujeres a la cabeza, ya sea por la paternidad irresponsable que la misma sociedad permite a los hombres o por la situación económica que obliga a muchos papás a ir a trabajar al norte.

También vale la pena pensar cómo se cría a los hijos e hijas y se les prepara para la vida, ¿bajo modelos autoritarios solapados en los que se les exige disciplina y obediencia, se les marca un camino de vida que se les presenta como única opción a seguir (algo así como a los caballos de carrera que sus dueños les ponen anteojeras)? ¿O bien, se les educa en libertad, dándoles confianza y se les presenta la diversidad de opciones (políticas, religiosas, laborales, etc.) para que conozcan, analicen críticamente y luego tomen sus propias decisiones de manera responsable? ¿Se les está educando para salir al mundo bajo la ley del más fuerte o para caminar y construir junto con otros?

Ciertamente creo que no hay que perdernos de puntos centrales de donde vienen las raíces de las problemáticas de este país, pero también creo que vale la pena revisar qué tanta coherencia tenemos con el panorama que buscamos y lo que somos en nuestros micro espacios (como autoritarios, machistas, homofóbicos, racistas, discriminadores, excluyentes, marginalizadores, dominadores, explotadores, corruptos, clientelares, etc.).