Por séptimo año consecutivo, Chile se sitúa líder en Latinoamérica como destino de inversiones. Esto es una gran noticia, más aún cuando mercados como el europeo y el norteamericano presentan hoy un nivel de incertidumbre importante respecto de sus tendencias futuras y los inversionistas buscan alternativas razonablemente seguras y auspiciosas para poner sus fichas.
Sin embargo, este es un país pequeño, con un número limitado de inversionistas. En términos concretos, las grandes oportunidades de inversión en Chile dependen de los inversionistas institucionales locales y de los inversionistas extranjeros que consigamos atraer. Y en ambos casos tenemos trabajo pendiente.
Como en el automovilismo, mientras corramos en la recta, vamos a ganar con el vuelo, pero cuando lleguemos a la curva, la muñeca es la que cuenta. Y los peruanos se han manejado con tremenda habilidad. Hay que ponerse las pilas.
En el caso de la inversión extranjera, Chile tiene hoy todavía desincentivos importantes. Un ejemplo relevante es el impuesto de 35% que pagan los extranjeros en Chile, situación que pretende mejorarse a través de la llamada Ley Única de Fondos (LUF), cuya tramitación ha sido postergada en varias ocasiones.
Chile cuenta hoy con cinco leyes distintas que regulan el mercado de los fondos y la LUF, más que un proyecto de incentivos tributarios, es una iniciativa ordenadora de la regulación existente, que supone ciertos ajustes a estándares internacionales que harían del mercado chileno una opción mucho más atractiva.
Por otro lado, los inversionistas institucionales tienen un rol importantísimo en al mercado financiero, ya que conforman más del 50% de la industria de los fondos, y su operación está restringida en cuanto a la participación en fondos extranjeros. Esta es una situación que debería estar sujeta a revisión de manera permanente, ya que la ampliación de las opciones de los institucionales se ha convertido en un motor importantísimo de la actividad del mercado de los fondos.
Tenemos en frente una gran oportunidad. Somos un país seguro y rentable para invertir en un contexto de crisis e incertidumbre mundial, en que esta situación se ha convertido en una ventaja comparativa enorme frente a gigantes como Europa y Norteamérica. Y sin embargo, no le damos prioridad a proyectos que facilitarían enormemente la llegada de inversiones.
Pero no somos los únicos en el barrio. Perú ocupa el segundo lugar en Latinoamérica y 19 en el ránking mundial, superando a muchos países desarrollados. Su potencial es enorme, hace rato que nos vienen pisando los talones, y no queremos darnos cuenta. Como en el automovilismo, mientras corramos en la recta, vamos a ganar con el vuelo, pero cuando lleguemos a la curva, la muñeca es la que cuenta. Y los peruanos se han manejado con tremenda habilidad. Hay que ponerse las pilas.