Cuando terminé la carrera de ciencias políticas estaba enamorada de la política. Para mí, uno de los antídotos más efectivos contra esa atracción fatal, fueron las obras del Premio Nóbel de Economía, James Buchanan, quien falleció este 9 de enero y dedicó sus obras a analizar “la política sin romanticismos”.
Buchanan se preguntaba, en esencia, “¿cómo controlamos a los que controlan?”. Como un gran admirador de uno de los Padres Fundadores de EE.UU., James Madison, Buchanan creía en aquello que decía Madison: “si todos los hombres fueran ángeles, no necesitaríamos un gobierno. Y si los ángeles fueran los gobernantes, no necesitaríamos controles ni constituciones”. Pero la realidad nos muestra que quienes nos gobiernan no son ángeles, son personas comunes y corrientes.
Hay ciertos conceptos básicos que se desprenden de las obras de Buchanan, y que son parte de un análisis de la política tal y como es, no como muchos enamorados de ella se imaginan que podría ser:
Empecé a leer a Buchanan cuando aquí muchos apoyaban en las urnas, con su silencio o su participación activa en este gobierno, la entrega de poderes absolutos al gobierno actual.
-El mercado tiene fallas, pero el Estado también y suelen ser incluso peores ya que sus consecuencias las sufre un colectivo, no solo el individuo que comete el error.
-En el mercado de la política, la mayoría puede imponerle sus preferencias a la minoría. En el mercado, los que quieren una Coca-Cola pueden obtenerla y, aún siendo una mayoría, no pueden obligar a la minoría que prefiere Pepsi a tomar Coca-Cola.
-Conforme crezca el tamaño y envergadura del Estado, aumenta la corrupción porque se crea la cultura de la “búsqueda de rentas”. Cuando se le da más poder y recursos a los políticos/burócratas, se multiplican las tentaciones de cometer actos de corrupción y los incentivos para que los actores privados “busquen rentas” capturando privilegios y/o favores del Estado (léase: subsidios, aranceles, cuotas de importación, etcétera).
-A los políticos les conviene “la ilusión fiscal”: aumentar el gasto público sin subir los impuestos. De esta manera pueden ser Papá Noel hoy y pasarle la cuenta de ese gasto a las próximas generaciones. Buchanan y Richard Wagner afirmaban: “el financiamiento con deuda pública reduce el precio percibido de los bienes y servicios públicos. Como resultado de esto, los ciudadanos-contribuyentes aumentan su demanda de tales bienes y servicios”.
-Finalmente, y creo que esta es la de mayor relevancia para la coyuntura actual, Buchanan decía que los intelectuales deberían de dejar de actuar como si estuviesen aconsejando a un “déspota benévolo”. Esta frase Buchanan la descubrió en la tesis del economista sueco Knut Wicksell y se refiere básicamente a la ingenuidad de la que pecan muchos al conferirle voluntariamente poderes dictatoriales a quienes, se presume, que nunca los utilizarán para beneficio propio.
Empecé a leer a Buchanan cuando aquí muchos apoyaban en las urnas, con su silencio o su participación activa en este gobierno, la entrega de poderes absolutos al gobierno actual. Desde hace algunos años muchos de ellos se han quedado boquiabiertos pues, enamorados de la política, no esperaban que esta fuera a facilitar la construcción de un proyecto autoritario. Lamentablemente, muchos de los boquiabiertos siguen enamorados defendiendo el sistema hiperpresidencialista plasmado en la Constitución de Montecristi. No dudo de sus buenas intenciones, pero su romance ya le ha costado muy caro al país. Sería bueno que lean algo de Buchanan.
*Esta columna fue publicada originalmente en El Universo.com.