¿Con más horas de clase se garantizan mejores notas? La jornada escolar extendida es un tema que se está discutiendo como una solución para mejorar el desempeño académico, cuyo objetivo final es hacer que los países sean más competitivos en la economía global.
Esto es cierto tanto para las economías emergentes como las avanzadas.
En los EE. UU., el presidente Obama hizo un llamado a incrementar el tiempo de permanencia en las escuelas, argumentando que en promedio los estudiantes norteamericanos tienen un mes menos de clase que sus contrapartes surcoreanos. Si los jóvenes norteamericanos quieren competir con los estudiantes de uno de los Tigres asiáticos más avanzados en el siglo 21 -argumentan-, entonces no pueden darse el lujo de empezar tan atrás.
Sin embargo, ¿permanecer más tiempo en la escuela resulta en mejores resultados académicos? Los dirigentes latinoamericanos -y nosotros en el Banco- se están haciendo esta misma pregunta.
Las políticas tendientes a alargar la jornada escolar se han vuelto cada vez más populares en las últimas décadas. La razón es simple: un mayor tiempo en clase debería redundar en un mejor aprendizaje, y un horario escolar extendido para los jóvenes puede significar más tiempo de trabajo para los padres.
En el caso de los jóvenes de más edad, también puede tener un efecto "protector", reduciendo su exposición a los riesgos más allá de la escuela, como la delincuencia, el abuso de substancias, la criminalidad y la violencia. Este tipo de políticas es atractivo para los tomadores de decisiones en Latinoamérica, donde la jornada escolar tradicionalmente tiene una duración de cuatro a cinco horas, con un turno por la mañana y otro por la tarde. Sin embargo, el descenso en la tasa de natalidad redujo la demanda de espacio para los alumnos.
Esto puede dar lugar a escuelas de jornada extendida, abriendo la posibilidad de una jornada escolar más larga mediante la optimización de los recursos físicos y humanos.
¿Más tiempo en la escuela significa más aprendizaje? A primera vista, la relación entre tiempo de instrucción (según el plan de estudios) y aprendizaje estudiantil (resultados de exámenes PISA en lectura) aparenta ser muy débil (Imagen 1). Si bien Corea del Sur obtiene un buen resultado tanto en tiempo como en aprendizaje, otros países como Italia y México dedican más horas a la enseñanza y sus resultados académicos son peores. La situación en América Latina es casi idéntica (Imagen 2).
Imagen 1: Relación entre horas de instrucción por año y resultados PISA en lectura-muestra mundial
Imagen 2: Relación entre horas de instrucción por año y resultados SERCE en lectura-muestra ALC
Las investigaciones para medir el impacto de la jornada escolar extendida son escasas. Ocho estudios de cuatro países latinoamericanos -Argentina (Buenos Aires), Brasil (San Paulo), Chile y Uruguay- muestran un patrón de resultados positivos en cuanto a las puntuaciones obtenidas. Los seis estudios que midieron el desempeño estudiantil encontraron algún impacto positivo. Los dos estudios restantes encontraron que la ampliación de la jornada escolar hizo aumentar la participación laboral femenina y redujo el embarazo adolescente.
La magnitud de este impacto varía: en Uruguay, las Escuelas de Tiempo Completo (ETC) tuvieron un impacto muy positivo sobre el aprendizaje de los alumnos; en promedio, los alumnos que asisten a ETC tienen un desempeño mucho mejor en los exámenes estandarizados que sus pares de escuelas tradicionales (una desviación estándar de entre 0,26 y 0,38 en lengua y matemáticas, respectivamente, a lo largo de seis años).
Sin embargo, en San Pablo, un estudio similar mostró un efecto significativo en lectura (desviación estándar de 0,13), pero ningún efecto en matemáticas.