Me da mucho gusto que se haya armado mucho revuelo en los medios en torno a la espantosa estatua del dictador Heydar Aliyev, fundador de la República de Azerbaiyán, en la esquina de Reforma y Tolstoi en el Bosque de Chapultepec. Gracias a eso, el jefe de Gobierno del Distrito Federal ya nombró una comisión de tres ciudadanos distinguidos -Guillermo Osorno, Gabriel Guerra y Gerardo Estrada- para recomendar qué hacer con ella. Yo no tengo duda. La conclusión debe ser: “Señor Ebrard, tire ese monumento”. ¿Por qué?

1.- Porque es indigno que en la capital de nuestro país, en una de las esquinas más conspicuas, de una de sus avenidas más señoriales, se encuentre la estatua de un dictador. Si bien Aliyev es celebrado en su país como el héroe que logró la independencia de Azerbaiyán después de la caída de la Unión Soviética, también es reconocido en el mundo entero como el típico tirano de nación petrolera. Con mucho dinero, concentró el poder y lo ejerció de manera autoritaria. Abusó de los derechos humanos, acosó a la prensa y limitó a la academia. Como gobernante, cultivó el culto a su personalidad. Al final de su vida, le heredó el poder a su hijo. ¿Merece un personaje de estas características una estatua en nuestro país? Desde luego que no, mucho menos en una de las esquinas más bellas de la avenida Reforma.

2.- Porque es una vergüenza que el gobierno de la capital haya aceptado poner esta estatua debido a que el gobierno azerí le donó una buena cantidad de dinero (se habla de más de 65 millones de pesos) para hacer la plaza donde se encuentra el monumento y reconstruir la Plaza de Tlaxcoaque en el centro del DF. ¿Quiere decir que el Bosque de Chapultepec está a la venta al mejor postor? ¿Podría Carlos Slim comprar un espacio para construir una estatua de alguno de sus familiares? ¿Podría un grupo neonazi donar dinero para hacerle un memorial a Hitler? ¿Podría un empresario otorgar una donación para poner una gasolinera en la esquina de Reforma y Arquímedes? Desde luego que no: el Bosque de Chapultepec no puede ni debe venderse al mejor postor.

A Marcelo no le conviene dejar su puesto, en el que ha tenido un buen desempeño, con esta mancha que lo puede perseguir en su carrera política futura. Además, sería irresponsable de su parte heredarle una papa caliente como ésta a la siguiente administración de Miguel Ángel Mancera.

3.- Porque el gobierno de la capital no escuchó la recomendación del Consejo Rector del Bosque, conformado por ciudadanos distinguidos, de que no se pusiera la estatua de Aliyev. Cuando los miembros del Consejo se dieron cuenta de que no les hicieron caso, protestaron. Desafortunadamente lo hicieron en medio de las campañas electorales por lo que nadie los escuchó.

4.- Porque la estatua es horrible. Un Aliyev enorme, sentado en una silla imperial, con una sonrisita como burlándose de los mexicanos que aceptaron su estatua a cambio de un plato de lentejas. Es un espantoso monumento de corte soviético que afea el Bosque de Chapultepec.

5.- Porque hay muchísimos personajes internacionales heroicos, con credenciales democráticas, que bien podrían ocupar ese lugar. El gobierno de la capital, en lugar de estar pensando cómo bajarle una lana a un gobierno extranjero, debería rendirle homenaje a individuos verdaderamente admirables como Nelson Mandela, por ejemplo.

6.- Porque se trata de un error del gobierno de Ebrard y los errores deben corregirse, entre más rápido, mejor. A Marcelo no le conviene dejar su puesto, en el que ha tenido un buen desempeño, con esta mancha que lo puede perseguir en su carrera política futura. Además, sería irresponsable de su parte heredarle una papa caliente como ésta a la siguiente administración de Miguel Ángel Mancera.

7.- Porque es una tontería el argumento de que se provocaría un conflicto diplomático con Azerbaiyán si se quita la estatua. Con todo respeto para esa República, México tiene poco que perder en caso de que el gobierno azerí se enoje. El intercambio comercial-económico es mínimo entre los dos países. Tampoco tenemos una alianza política con ellos y mucho menos podemos pensar que vayan a mandar a su ejército a atacarnos (la distancia entre Bakú, la capital azerí, y el DF, es de 12 mil 600 kilómetros). En todo caso, el asunto podría arreglarse regresando el dinero que recibió el gobierno capitalino con una sentida disculpa como la saben redactar los diplomáticos.

Por todas esas razones, la recomendación de la comisión de Osorno, Guerra y Estrada debería ser: “Señor Ebrard, tire ese monumento”.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.