Este día se celebra el Día del Niño en Guatemala, una festividad internacional cuyo fin es hacer conciencia de la importancia de la niñez en el desarrollo humano, en general, del mundo. Pero analizarlo desde una perspectiva global no ayuda a comprender del significado de esas buenas intenciones. Se tiene la tendencia a la conmiseración de los niños pobres del África Subsahariana, por ejemplo. Pero nos olvidamos en demasiadas ocasiones de un viejo axioma: los dramas sociales y humanos son más importantes conforme estemos más cerca de ellos. Es necesario ver alrededor nuestro para comprender muchas realidades, entre ellas la de los niños, sobre todo en un país donde el número de ellos tiene relación directa con la paternidad irresponsable.

Las desigualdades sociales y económicas del país se manifiestan sobre todo en la niñez. Recuerdo una vieja frase según la cual la calidad de las sociedades humanas se puede notar al ver cómo tratan a los niños y a los ancianos. Y en ambos casos, Guatemala pierde el examen. Lo peor de todo es el oscuro panorama al frente: mil niños nacen cada día. Demasiados mueren, y quienes sobreviven lo hacen mayoritariamente en condiciones muy negativas. Al no ser alimentados de manera adecuada en los primeros cinco años de su vida, están condenados a sufrir los efectos de la desnutrición y a engendrar posteriormente, cuando se convierten en padres, a hijos con condiciones similares y efectos físicos, y sobre todo de sus capacidades intelectuales.

Ser niño en Guatemala tiene varias facetas. Por un lado, los ya mencionados aspectos nutricionales. Por otro, la forma cómo la pobreza generalizada afecta a los infantes, obligados a trabajar desde muy pequeños, con el resultado paralelo de perder sus estudios y con ello condenarse a ejercer empleos mal remunerados y así cerrar el círculo del atraso. En muchos casos, los niños resultan testigos y víctimas de la violencia en todas sus manifestaciones, empezando en el hogar, como resultado de la ya mencionada paternidad irresponsable y del maltrato a la mujer en su papel de madre, de esposa o de compañera de hogar. Pero no terminan allí las condiciones negativas reunidas en abierta conspiración contra la merecida felicidad de los niños.

Ser niño en Guatemala tiene varias facetas. Por un lado, los ya mencionados aspectos nutricionales. Por otro, la forma cómo la pobreza generalizada afecta a los infantes, obligados a trabajar desde muy pequeños, con el resultado paralelo de perder sus estudios y con ello condenarse a ejercer empleos mal remunerados y así cerrar el círculo del atraso.

La impunidad reinante en el sistema de justicia es otro factor. Resoluciones judiciales muchas veces absurdas y solo explicables por corrupción o tráfico de influencias, afectan la vida de niños. En este campo, el caso de María Mercedes y de Rodrigo José, hijos de Cristina Siekavizza, es un ejemplo claro y sin duda es el más conocido, pero de ninguna manera es el único. El Estado, como tal, ha fallado en ese caso, ahora en peligro de crear un pésimo precedente judicial. Por aparte, la violencia callejera tiene su cuota de víctimas infantiles y la criminalidad desbordada hace lo mismo. El caso de los dos alumnos asesinados en su escuela en Alta Verapaz lo confirma. Y así la lista puede ser muy larga y por ello muy dolorosa y lacerante.

Obviamente, hay niños felices, de hogares integrados, padres responsables, educados en escuelas y colegios de maestros dedicados, por cierto una especie cada vez más reducida. Por desgracia, ellos no constituyen la mayoría. Y debido a eso, la celebración de un Día del Niño es en el caso de Guatemala un motivo para pensar en cómo participar en la solución de las causas del sufrimiento infantil. Es necesario señalar además el caso especial de las niñas, cuyos sufrimientos incluyen el acoso desde muy tierna edad y por ello los embarazos cuando aun no han terminado de desarrollarse físicamente. A mi juicio, el lema de una campaña a favor de la niñez debería ser “actuemos para darle a todos los niños la felicidad otorgada a nuestros hijos”.

*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.