…es, a veces, lo que más importa. Esto es lo que intuimos de las respuestas a la Encuesta Humanum del mes. Preguntamos “¿Cuáles son las “dimensiones faltantes” del desarrollo a las que debiéramos prestar más atención?”. Recibimos respuestas variadas, pero la mayoría de nuestros lectores dijo: “empleo de calidad”.
Este es un resultado interesante. Las encuestas de hogares y de opinión dicen que éste es el mejor momento para el empleo y el ingreso en América Latina y el Caribe. El ingreso per cápita subió significativamente en los últimos años, el ingreso subjetivo es el más alto de la década y el porcentaje de personas que teme perder su trabajo es el más bajo de la década. También sabemos que la seguridad ciudadana ha desplazado al desempleo como el mayor tema de preocupación en la región.
Mas allá de estos debates, y para las dimensiones faltantes del desarrollo que motivan nuestro trabajo, quizá la Encuesta Humanum le da la razón a ese famoso experto laboral Oscar Wilde, quien prevenía “no ser alguien que conoce el precio de todo y el valor de nada”. Empleos de calidad en América Latina sintetizan aspiraciones mayores a las meramente monetarias.
Y sin embargo, queda la sensación de que un buen empleo es clave para el bienestar. Quizá la respuesta está en lo que no asociamos a empleo. Los economistas tendemos a no mirar mucho más allá de la triada de ingresos, empleo y productividad. Sabemos que el PIB per cápita suma cosas tan disimiles como los “beneficios” de un bosque deforestado y el “costo” de prevenir la violencia social en las calles. Aplaudimos “aumentos” en la productividad laboral, sabiendo que frecuentemente están asociados a pérdidas de empleo neto.
Lo que omitimos es que “empleo” también implica aspiraciones, expectativas y la capacidad misma de vivir una vida autónoma. Hace unos años Zygmunt Bauman y Richard Sennett debatían a favor y en contra de las “ventajas” de un capitalismo fluido, donde uno trabaja para la autogratificación, sin seguridad laboral ni beneficios estables. Desde entonces, la literatura sobre bienestar subjetivo ha abierto todo un mundo sobre lo que significa un “buen empleo”.
Entre los resultados sorpresivos, Gallup reporta que, a nivel global, más personas identifican un buen empleo con un empleo formal, pero prefieren el desempleo a emplearse a sí mismos. Latinobarómetro reporta que los latinoamericanos preferimos que la siguiente generación tenga “buenos modales” y “obediencia” por encima de “trabajar duro”. Los resultados del World Values Survey son aún más audaces: los latinoamericanos cultivamos valores tradicionales –pero de auto-expresión, que significa que el empleo es tanto parte de la estratificación de oportunidades heredada (una fuerza que desiguala) como de nuestro futuro proyecto de vida (una fuerza que libera).
Según este mapa cognitivo, no cultivamos los valores racionales/seculares asociados a la Eurozona ni los valores de sobrevivencia asociados a los países más pobres. Nos encontramos en un limbo moderno/tradicional que quiere “vivir bien” sin volverse europeo.
Mapa cultural de la Encuesta Mundial de Valores, 2005-2008
Mas allá de estos debates, y para las dimensiones faltantes del desarrollo que motivan nuestro trabajo, quizá la Encuesta Humanum le da la razón a ese famoso experto laboral Oscar Wilde, quien prevenía “no ser alguien que conoce el precio de todo y el valor de nada”. Empleos de calidad en América Latina sintetizan aspiraciones mayores a las meramente monetarias.
*Esta columna fue publicada originalmente en la revista Humanum del PNUD.