Horas antes de que fenezca la disyuntiva legal impuesta por el gobierno de Ecuador a los banqueros –enclaustrarse en su oficio o desligarse de él-, el accionista más destacado del Banco de Guayaquil, Guillermo Lasso, liberó amarras y evidenció su mayor aspiración política que, marketing mediante, tarda en pronunciar: busca la presidencia de la República, valiéndose por ahora de la divisa tuitera #OtroEcuadorEsPosible. Ambos hechos, aparentemente inconexos, enlazan los extremos de una cuerda dialéctica que pronto crecerá en el horizonte mediático: la “bancarización de la política”.

En más de doce años de dolarización se invirtieron los papeles de algunos actores de la economía, el de los banqueros por ejemplo. Durante el crac financiero 1998-2000, el banquero, como sujeto económico, paso de la gloria al ostracismo; cayó del pedestal al subsuelo; pulverizó su credibilidad y redujo al mínimo su otrora inmaculada influencia política... El derrumbe tuvo un alto costo social para la población en general, y dejó damnificados en particular, entre ellos, los “banqueros sobrevivientes”. Entendiéndose como tales a quienes: i) sortearon la crisis a su manera y mantuvieron a flote sus negocios; ii) se reposicionaron en el naciente mercado dolarizado del dinero; iii) crecieron y luego cosecharon el abundante fruto sembrado por el modelo monetario de la dolarización. Guillermo Lasso es miembro destacado de ese club. Basta mirar los balances y el puesto secundario que ocupaba su banco en 1999 y el lugar privilegiado que ostenta hoy.

¿Qué significa que Guillermo Lasso aspire al poder sin la intermediación de los partidos? La recuperación política y la fortaleza económica de los banqueros, gracias a la dolarización.

En la crisis inmediatamente anterior a la llegada de la dolarización, los banqueros vieron caer su influencia política, fruto de su desgaste moral ante una sociedad que les señalaba con el dedo. Esa influencia, sin embargo, fue mínima pero suficiente. Mientras se dibujaba el nuevo escenario legal para administrar la crisis, los banqueros canalizaron sus intereses, en el Congreso y en Carondelet, a través de sus partidos afines. Pero eran tiempos malos para ellos y había que reducir al mínimo su exposición; la ira ciudadana, al fin y al cabo, tenía un fuerte eco mediático que perturbaba sus oídos. Los banqueros actuaban, no se exponían; recurrían a la intermediación política para mantener a flote sus negocios basados en la intermediación monetaria. El banquero necesitaba del político y éste actuaba en concordancia con aquél. Así regía el pacto no escrito.

Hoy los banqueros han recuperado espacio político y gran poder económico. Su imagen mejora ante una sociedad igual de recelosa. Los banqueros son casi imprescindibles. Tendencia económica y nuevas tecnologías digitales les favorece. En retrospectiva histórica, el banquero de hoy le debe casi todo a la dolarización vigente desde enero del 2000. Por eso Guillermo Lasso puede aspirar directamente al poder sin necesidad de intermediarios. Ahí radica el giro estratégico en el mapa del poder. Que Lasso gane o no es otra historia que analizaremos mientras pasan los días…