Los que dividen lo político entre izquierda y derecha son personas unidimensionales, que no pueden concebir vertientes distintas de la horizontalidad. Además, como usan una herramienta tan grosera y simple para analizar algo que es esencialmente complejo, terminan enredándose en la madeja de sus propios disparates. Pero, cuando un político se recomienda como “ni de izquierda ni derecha" o, peor, “más allá de las ideologías”, me ha dado razones suficientes como para no tomarlo en serio. Porque estas personas o entidades a las que me refiero, no quieren superar esta visión plana, sino que más bien la aceptan y, sin calificarse de centro, nos dicen, más o menos, que irán tomando cosas de aquí y de allá, según se presenten las nubes. O sea lo mismo que tenemos ahora, porque no creo que se traguen aquello de que vivimos un régimen de izquierda. En la majestuosa cúpula creen o pretenden hacernos creer que radicalizarse es ponerse furioso.
Si consideramos que la ideología es una interpretación de la realidad y un proyecto para su transformación, cuando me vienen a decir "estamos más allá de las ideologías" o que "hemos superado las ideologías", debo entender que han renunciado a entender el mundo y, por tanto, a mejorarlo. Casi siempre tienen en la manga subterfugios deleznables para justificar su abdicación a pensar: “es que al pueblo no le importan las ideologías” o “el hambre popular no es ni de izquierda ni derecha”... ¡basura! Ciertamente las masas quieren que sus necesidades se solucionen, pero para eso hay que optar por un camino, no todos nos llevan a buen puerto, pero siempre se requiere una dirección. Desde que tengo memoria, empezando por el velasquismo, en Ecuador se hacía gala despreciar las ideologías. El resultado ha sido que sigamos en el mismo lugar, unas veces queriendo subir al monte, otras intentando bajar de él.
Como decíamos, estas tendencias ni-ni tampoco son de centro, sino algo peor, mucho más insípido. Estas viejísimas propuestas han sido la ideología dominante en el país, por lo menos, desde la revolución juliana.
Desde que tengo memoria, empezando por el velasquismo, en Ecuador se hacía gala despreciar las ideologías. El resultado ha sido que sigamos en el mismo lugar, unas veces queriendo subir al monte, otras intentando bajar de él.
No ha habido aquí un gobierno liberal, aunque algunos hicieron leves reformas en ese sentido; tampoco ha habido un régimen socialdemócrata, aunque muchos tomaron medidas de ese talante. El resultado es un país no rojo-rojito, sino blanco con pintitas rosadas. Entonces resulta altamente decepcionante que surjan nuevos partidos y nuevos dirigentes que la mejor credencial que presentan es carecer de ideología, desposicionados de nacimiento.
A la gente no le molestan las ideas (porque eso es fundamentalmente una ideología, un conjunto de ideas), lo que no acepta es que hayan líderes que no sean capaces de explicarlas, políticos torpes al momento de demostrar cómo esa interpretación y ese proyecto abstractos pueden aterrizarse en realidades tangibles para el hombre de la calle.
*Esta columna fue publicada originalmente en El Universo.com.