La oposición de quienes viven en muchos municipios del país, ejemplificada en sus previsibles consecuencias con el caso de Santa Cruz Barillas, en Huehuetenango, constituye una realidad cuyas causas es necesario buscar, investigar y analizar, con el objetivo de buscarles soluciones definitivas. Varias son las bases previas para comenzar la tarea, pero entre ellas la principal es no caer en el error del simplismo intelectual, al considerar necesariamente esas actitudes un capricho de personas incapaces de comprender y/o dispuestas a oponerse por el simple deseo de hacerlo.

Debe ser una labor multidisciplinaria, porque incluye darle explicaciones a quienes tienen la idea de hacer inversiones en ese caro, pero muy beneficioso tema.

El primer punto, sobre todo en referencia a los grupos humanos indígenas guatemaltecos, se refiere a la cosmovisión de la cultura maya en temas como el papel del agua en el ciclo de la vida, así como los efectos en la naturaleza. Hace algunos años se conoció una carta enviada por un jefe piel roja de Estados Unidos al presidente del país, en la mitad del siglo XIX, y se puede considerar el primer documento ecologista del mundo. La posición ancestral de estas comunidades se puede entender mejor cuando documentos de los tiempos actuales señalan la posibilidad de futuras guerras por el agua, un recurso escaso ahora disminuido en todo el mundo por la mezcla de factores como la superpoblación, la industrialización y otros.

A nivel local, se percibe equivocadamente a las hidroeléctricas, sin importar su tamaño, como devoradoras del agua, destructoras del ambiente al afectar, a causa de la deforestación, la vida de la flora y la fauna, muchas veces importantes fuentes de alimentación y de comercio. Entonces, la conclusión de la lógica empleada por los vecinos es simple: nos van a quitar el agua y sin agua no puedo vivir, pues es vida. Si además no nos consultan y los beneficios no llegarán a la comunidad, nos oponemos. En el imaginario comunal indígena, la palabra hidroeléctrica es asociada con el caso de la masacre de Río Negro, Rabinal, ocurrida en 1982. En otras palabras, para ellos estos proyectos de producción de energía son relacionados con la represión.

A nivel local, se percibe equivocadamente a las hidroeléctricas, sin importar su tamaño, como devoradoras del agua, destructoras del ambiente al afectar, a causa de la deforestación, la vida de la flora y la fauna, muchas veces importantes fuentes de alimentación y de comercio. Entonces, la conclusión de la lógica empleada por los vecinos es simple: nos van a quitar el agua y sin agua no puedo vivir, pues es vida.

Las hidroeléctricas, en el caso de Guatemala, constituyen a mi juicio la forma más eficiente de producir energía barata. No depende de los precios del petróleo, sino de las lluvias. Por eso es imposible pensar en un proyecto de ese tipo sin considerar programas intensivos de reforestación. Ya no se puede repetir el caso de Chixoy, cuyo enorme tamaño hace aumentar todo: inversión necesaria, tiempo de planificación y de construcción, daños ecológicos fuera de proporción, y sobre todo el riesgo de perder temporal o permanentemente un porcentaje elevado de la producción eléctrica del país. Se justifican cuando tienen tamaño pequeño o mediano, porque no se lleva a cabo ninguna de las características señaladas antes, pero deben ser explicadas a la población.

El aspecto social de estas obras debe ser tomado en cuenta en el plan tanto de inversiones como de políticas energéticas estatales. La imposición es muy arriesgada, sobre todo cuando surge en un ambiente de desconocimiento de la realidad, y de azuzamiento de grupos locales o foráneos interesados en mantener innecesarias agitaciones, y todo esto por también razones obvias, facilita la violencia y el enfrentamiento. Puede haber soluciones aceptables luego de tomar en cuenta los criterios, cuando son válidos, de todos los involucrados en un asunto delicado como este. A la mentalidad indígena se le puede llegar si se hace énfasis en un hecho también propio de su cultura: la mayor importancia del beneficio de muchos por el de pocos.

*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.