No, no se trata del desarrollo nuclear iraní ni del estancamiento del proceso de paz con los palestinos. Al día siguiente de la celebración del aniversario número 64 del establecimiento del Estado de Israel, una cuestión de estricta política interna ha encendido el debate que bien podría desembocar en una eventual disolución del gobierno en funciones y el llamado anticipado a elecciones generales. Se trata de la polémica derivada del hecho de que un sector amplio de la población, el integrado por los estudiantes de las academias religiosas o “yeshivot” no realiza el servicio militar o un servicio social equivalente, responsabilidad que sí se impone sobre el resto de los jóvenes de la sociedad israelí.

Desde la creación del Estado de Israel la legislación nacional estableció que quienes se dedicaban de tiempo completo a los estudios religiosos quedaban exentos del servicio militar o de alguna obligación equivalente. En aquel entonces la cantidad de individuos que cabían en esa definición era escasa lo cual no significaba, por ende, una situación problemática. Sin embargo, a medida que el tiempo pasó las cifras del alumnado de tales academias se multiplicó, y de igual modo creció el poder de los partidos religiosos que fomentaban esa situación. En la actualidad se calcula en 60 mil los varones que al amparo de una legislación al respecto, renovada hace cinco años -la denominada Ley Tal-, gozan de dicha exención.

Pero la Ley Tal ha caducado y por disposición de la Suprema Corte de Justicia se debe legislar de nuevo para establecer mecanismos que consigan incorporar al servicio nacional a la población ultraortodoxa de tal suerte que no sólo haya un reparto más igualitario de tan pesadas responsabilidades, sino que también se elimine con ello la marginación laboral de dicho sector derivada de su aislamiento. En otras palabras, se pretende que al mismo tiempo que sus miembros cumplan con las obligaciones como lo hace el resto de la sociedad se vuelvan económicamente productivos y fiscalmente responsables, dejando con ello de depender para su sostenimiento de subsidios gubernamentales.

Uno de los partidos más fuertes y miembro de la coalición gobernante, el ultradederechista y ultranacionalista “Israel Beitenu”, encabezado por el ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Liberman, ha presentado una propuesta de ley para sustituir a la Ley Tal y revertir la situación de privilegio del sector ultraortodoxo.

Éste es el escenario sobre el cual hace un par de días se desató la controversia en el seno del Parlamento israelí. Uno de los partidos más fuertes y miembro de la coalición gobernante, el ultradederechista y ultranacionalista “Israel Beitenu”, encabezado por el ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Liberman, ha presentado una propuesta de ley para sustituir a la Ley Tal y revertir la situación de privilegio del sector ultraortodoxo. En esa propuesta se establece que sólo mil estudiantes de las academias religiosas, los más talentosos y dedicados, reciban la exención, del mismo modo como ocurre con los talentos que existen en el resto de las áreas académicas. La discusión parlamentaria al respecto promete ser especialmente ríspida en la medida en que dos partidos ultraortodoxos religiosos -cuya presencia y poder dentro de la coalición gobernante son de la misma magnitud que la del partido de Liberman- sostienen una postura opuesta al rechazar cambios que alteren de algún modo el status quo derivado de la Ley Tal.

La lucha parlamentaria sobre este tema será de seguro encarnizada y sus resultados tendrán altas posibilidades de provocar la salida de la coalición de alguno de estos dos bloques que ahora se confrontan alrededor de este tema. Si ello sucediera, el gobierno inevitablemente perdería la mayoría que lo sostiene con la consecuente necesidad de disolverse y convocar a nuevas elecciones antes de 2013, que es cuando la gestión del actual gobierno de Netanyahu debería oficialmente concluir. Una vez más se constata así que debido a la naturaleza del sistema político israelí y de su sociedad es más frecuente que los gobiernos caigan por cuestiones conectadas con política interior que por asuntos concernientes a los múltiples desafíos que el país enfrenta en el escenario internacional.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.