Cuando se trata de comentar sobre América Latina, Paul Krugman tiene una relación escabrosa con los hechos. Echemos un vistazo a un post (en inglés) que escribió la semana pasada sobre la caída de la desigualdad en la región en la última década, fenómeno que, según él, se debe a que América Latina “está dándole parcialmente la espalda al Consenso de Washington” (un término que erróneamente se identifica con políticas de libre mercado). ¿Será ese el caso?

En primer lugar, nótese cómo el gráfico que Krugman comparte en su post, de hecho muestra a la desigualdad aumentando sostenidamente en América Latina durante la década de los 80, antes de la implementación de las políticas relacionadas con el Consenso de Washington (que para la mayoría de países comienza a principios de los 90), y luego muestra una caída brusca de la desigualdad antes del arribo de lo que él llama el “nuevo enfoque político” de los gobiernos de centro-izquierda.

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El aumento de la desigualdad en América Latina en la década de los 80 coincide con los períodos de hiperinflación que afectaron a las economías de Argentina, Brasil, Nicaragua, Perú y Bolivia. Los bancos centrales en América Latina estaban muy ocupados en esos años financiando los agudos desequilibrios fiscales de sus gobiernos a través de la emisión monetaria. Y los países latinoamericanos estaban en números rojos precisamente porque sus abotagados sectores públicos se volvieron insostenibles, lo que desembocó en la grave crisis de la deuda de 1982. Por lo tanto, fue una inflación fuera de control, causada por la crisis de las políticas estatistas de décadas anteriores, la que exacerbó la desigualdad en la región. Krugman convenienrtemente omite mencionar esto.

Chile es el país con el récord más impresionante de reducción de la pobreza en América Latina (la tasa de pobreza cayó del 45% a mediados de los ochenta a únicamente el 15% en el 2011), que ha triplicado su ingreso per cápita desde 1990 a $16.000 (el más alto en América Latina), y que está camino a convertirse en la primer nación desarrollada de América Latina en menos de una década. ¿Qué será lo que disgusta tanto a Paul Krugman de este exitoso récord chileno?

¿Se le puede achacar la reciente disminución de la desigualdad en América Latina a alguna ideología en particular? Un estudio reciente de Kenneth Roberts de la Universidad de Cornell sobre la política de la desigualdad en América Latina, examinó las tendencias del 2000 al 2010 y descubrió que, “los países que experimentaron un descenso neto en la desigualdad estaban gobernados por administraciones tanto de izquierda, centro y derecha, incluyendo gobiernos no izquierdistas en Colombia, México, Perú, Paraguay, El Salvador, Guatemala y Panamá”. Según Roberts, “no existe una relación estricta entre la disminución de la desigualdad o el perfil ideológico de los gobiernos nacionales o ningún conjunto específico de políticas redistributivas”.

En segundo lugar, es una exageración afirmar que América Latina, como región, se apartó del Consenso de Washington. No voy a entrar aquí a discutir las virtudes de las recomendaciones políticas que identificara John Williamson en 1989, o a comentar el alcance en que éstas fueron implementadas por los diferentes gobiernos latinoamericanos. Sin embargo, a pesar de que en los últimos años algunos países como Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina, le han dado la espalda a políticas macroeconómicas responsables, la mayoría de los gobiernos de la región, incluso los llamados “de centro-izquierda”, continúan poniendo en práctica políticas macroeconómicas relacionadas con el Consenso de Washington, tales como una mayor apertura comercial, disciplina monetaria y fiscal, y la atracción de inversión extranjera directa.

Es revelador que, a pesar de los graves retrocesos de países como Venezuela, Ecuador y Argentina, la libertad económica ha aumentado — ligeramente— en la última década en América Latina como región. De acuerdo al índice de Libertad Económica en el Mundo, América Latina pasó de tener una calificación promedio regional de 6,56 (sobre 10) en el 2000 a 6,62 en el 2009. Insinuar que América Latina le ha dado la espalda de alguna manera a las políticas de mercado resulta tendencioso.

En tercer lugar, Krugman analiza el desempeño económico de los gobiernos latinoamericanos basándose en su filiación ideológica, y sugiere que los regímenes socialdemócratas tienen un mejor desempeño que los gobiernos no izquierdistas. Sin embargo, el estudio en el que fundamenta su post comete el error de analizar a los gobiernos únicamente por su identificación ideológica, sin prestar atención a sus verdaderas políticas económicas. Esto puede prestarse para serias confusiones. Por ejemplo, durante el período comprendido por el estudio (la década de los 2000), Chile es catalogado como “de centro-izquierda”, a pesar que durante esa década el país aumentó su nivel de libertad económica, pasando en el índice de Libertad Económica en el Mundo del puesto 28 en el 2000 al 5to lugar en el 2009.

Finalmente, Krugman cierra su comentario cuestionando el modelo de libre mercado y el sistema privado de pensiones de Chile (a pesar de que el estudio al que se refirió cataloga a Chile como “de centro-izquierda” y por lo tanto acredita a esa tendencia ideológica por los saludables indicadores económicos chilenos). Krugman no brinda evidencia para fundamentar su crítica más que hacer una referencia velada a las recientes protestas estudiantiles de Chile. Si hubiese analizado los hechos, habría visto un panorama distinto. Vería que Chile es el país con el récord más impresionante de reducción de la pobreza en América Latina (la tasa de pobreza cayó del 45% a mediados de los ochenta a únicamente el 15% en el 2011), que ha triplicado su ingreso per cápita desde 1990 a $16.000 (el más alto en América Latina), y que está camino a convertirse en la primer nación desarrollada de América Latina en menos de una década. ¿Qué será lo que disgusta tanto a Paul Krugman de este exitoso récord chileno?

*Esta columna fue publicada en el blog Libremente del centro de estudios públicos ElCato.org.