Esta historia comienza con una caricatura y termina con la posibilidad de que un presidente no pueda reelegirse el próximo mes de noviembre.

Empecemos con la caricatura de Tom Cheney en la revista The New Yorker de esta semana. Una esposa está hablando por teléfono. Junto a ella se encuentra una bomba nuclear. Atrás se ve a su marido trayéndole una tacita de té. La mujer le está informando a la persona que está del otro lado de la línea telefónica: “Él se ha vuelto mucho más atento desde que se enteró de que tengo la bomba”. Se trata de un chiste a propósito de uno de los temas que preocupan más a los estadunidenses hoy en día: la posibilidad de que Irán finalmente desarrolle una bomba nuclear.

Uno se preguntaría: ¿y por qué diablos tiene preocupado a Estados Unidos el que una nación a miles de kilómetros de distancia, en otro continente, pueda adquirir capacidad bélica nuclear? La respuesta tiene que ver con el petróleo. El hecho de que Irán esté desarrollando una bomba atómica amenaza la seguridad de todo el Oriente Medio en particular de Israel. Este país no quiere que los gobernantes iraníes -una combinación de sacerdotes chiitas y políticos fundamentalistas- tengan acceso a armamentos que puedan destruir a la nación judía, algo que no es hipotético, ya que líderes y militares iraníes públicamente han expresado su intención de hacerlo.

De ahí que Israel esté obsesionado en que Irán no desarrolle bombas nucleares y amenace con una posible intervención militar para evitar que esto suceda. El gobierno de Estados Unidos, por su parte, cree que puede presionar al de Teherán con sanciones económicas en lugar de con un operativo castrense. La amenaza bélica de Israel y las sanciones que ya están siendo implementadas en contra de Irán han hecho que los precios del petróleo hayan subido en alrededor de 22% en los últimos tres meses: de 102 dólares el barril de crudo Brent a 124 dólares.

En Estados Unidos, a diferencia de México, el precio de la gasolina está determinado por el mercado. Si el petróleo crudo sube, inmediatamente lo hacen todos sus derivados incluida, desde luego, la gasolina. Aquí en Florida un litro de este producto cuesta, en promedio, alrededor de 13,10 pesos. En California el precio promedio es más alto: por ahí de 14,50 pesos. Compare usted estos precios con los diez pesos que cuesta la gasolina Magna en México. Y tome en cuenta que en este país hay mucha más gente que tiene coches para darse una idea de lo enojados que están los estadunidenses por el aumento que ha tenido el combustible en estos últimos meses, todo debido a las posibles consecuencias del desarrollo nuclear iraní.

La economía estadounidense estaba pasando por un proceso de aceleramiento del crecimiento con generación de empleos. El incremento en el precio del petróleo, sin embargo, ha prendido las alarmas de nuevo. Regresa el fantasma de una mayor inflación pero, sobre todo, de un posible enfriamiento en el crecimiento económico. Esto sería, desde luego, desastroso para las intenciones del presidente Barack Obama de reelegirse en las próximas elecciones de noviembre. Es por eso que sus probabilidades de reelección se han estancado en las apuestas de intrade.com. Si bien durante enero de este año subieron de 50 a 60%, durante todo el mes de marzo se han quedado estancadas en este porcentaje. No suben a pesar de la terrible división que tienen los republicanos en el proceso de elegir a su candidato presidencial. A final del día, las posibilidades de que Obama siga despachando en Washington van a depender de manera crítica de las decisiones que se tomen en lugares tan lejanos como Teherán y Jerusalén y que se reflejen inmediatamente en los precios de la gasolinera que está aquí en Miami a la vuelta de la esquina.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.