El país se cimbró con la inesperada noticia de que en la Cámara de Diputados se descubrieron equipos de espionaje telefónico y de datos. El Presidente de la Mesa Directiva en San Lázaro, Guadalupe Acosta Naranjo, fue el diputado 007 que encontró y denunció semejante tropelía. La noticia acaparó las conversaciones de sobremesa con la misma interrogante: ¿quién en el mundo no tiene nada mejor que hacer que escuchar las conversaciones de los legisladores?

Si fueron los servicios de inteligencia del país, se explicaría por qué las cosas realmente importantes, como los operativos estadunidenses en territorio nacional, les pasan de largo y sólo son descubiertos gracias a filtraciones en medios extranjeros; pero si no fueron ellos, entonces el país podría estar enfrentando la banda más enferma y letal de masoquistas de que se tenga memoria: si son capaces de escuchar las conversaciones entre diputados, son capaces de todo.

El espionaje telefónico es una constante en el país. Todas las semanas aparecen grabaciones que dejan al descubierto conversaciones privadas sobre temas públicos y que revelan los manejos oscuros de políticos y empresarios. Entre las más famosas grabaciones están: la del presidente cubano, Fidel Castro y el chamaqueado presidente Vicente Fox, que dejó para la posteridad la famosa frase “comes y te vas”; las conversaciones entre el góber precioso, Mario Marín, y el rey de la mezclilla, Kamel Nacif; la del entonces secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, diciendo que el ex presidente Carlos Salinas de Gortari se robó la mitad de la partida secreta y que al final de su sexenio destrozó al país. Bonitas instantáneas auditivas que han generado escándalos mediáticos, pese a que son obtenidas ilícitamente.

Esta situación no es exclusiva de México; sucede hasta en las mejores familias. A mediados del año pasado, el imperio de Rupert Murdoch, magnate de los medios de comunicación, se vio amenazado cuando se descubrió que uno de los periódicos de su propiedad, el News of the World, había pagado por intervenir teléfonos de personalidades públicas.

El gran misterio de la denuncia es ¿Espionaje a los legisladores? ¿En serio? ¿Qué tipo de conversaciones pueden haber registrado los escuchas?Esta semana, el país se cimbró con la inesperada noticia que en la Cámara de Diputados se descubrieron equipos de espionaje telefónico y de datos. El Presidente de la Mesa Directiva en San Lázaro, Guadalupe Acosta Naranjo, fue el diputado 007 que encontró y denunció semejante tropelía. La noticia acaparó las conversaciones de sobremesa con la misma interrogante: ¿Quién en el mundo no tiene nada mejor que hacer que escuchar las conversaciones de los legisladores? Si fueron los servicios de inteligencia del país, se explicaría por qué las cosas realmente importantes, como los operativos estadunidenses en territorio nacional, les pasan de largo y sólo son descubiertos gracias a filtraciones en medios extranjeros; pero si no fueron ellos, entonces el país podría estar enfrentando la banda más enferma y letal de masoquistas de que se tenga memoria: si son capaces de escuchar las conversaciones entre diputados, son capaces de todo. El espionaje telefónico es una constante en el país. Todas las semanas aparecen grabaciones que dejan al descubierto conversaciones privadas sobre temas públicos y que revelan los manejos oscuros de políticos y empresarios. Entre las más famosas grabaciones están: la del presidente cubano, Fidel Castro y el chamaqueado presidente Vicente Fox, que dejó para la posteridad la famosa frase “comes y te vas”; las conversaciones entre el góber precioso, Mario Marín, y el rey de la mezclilla, Kamel Nacif; la del entonces secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, diciendo que el ex presidente Carlos Salinas de Gortari se robó la mitad de la partida secreta y que al final de su sexenio destrozó al país. Bonitas instantáneas auditivas que han generado escándalos mediáticos, pese a que son obtenidas ilícitamente. Esta situación no es exclusiva de México; sucede hasta en las mejores familias. A mediados del año pasado, el imperio de Rupert Murdoch, magnate de los medios de comunicación, se vio amenazado cuando se descubrió que uno de los periódicos de su propiedad, el News of the World, había pagado por intervenir teléfonos de personalidades públicas. Las intervenciones se hacen a personajes relevantes, con poder de decisión, que tienen en sus manos las riendas de un país o que simplemente son famosos y reconocidos. Por eso el gran misterio detrás de la denuncia del diputado 007 es: ¿Espionaje a los diputados? ¿En serio? ¿Qué tipo de conversaciones pueden haber registrado los escuchas?: “Buenas tardes, diputado, ¿ya sabe que nos van a obligar a donar un día de dieta para apoyar a las comunidades indígenas afectadas por la sequía en Chihuahua?” “¿De verdad? Pues mire, diputado, a mí me parece muy bien; no está nada mal que un día todos comamos frutas y verduras para solidarizarnos con los rara… esos”. “Oiga, diputado, yo creo que debemos poner un punto de acuerdo para inconformarnos por Rápido y Furioso” “Ah’dio, diputado, y ¿por qué? Si a mí me gustó mucho la película, ya hasta estoy esperando la número seis”. “Señor diputado nos están informando que la página de internet de la Cámara recibe todos los días más de dos mil ataques de cibernéticos” “No sabía que había tantos luchadores, y francamente no entiendo qué ganan estos revoltosos golpeando a la pobre página.” Por supuesto, con semejante notición, los diputados ya tenían armada la fiesta: primero hicieron la consabida “enérgica protesta” desde la tribuna contra el espionaje. Según su manual, debe seguir la creación de una comisión especial que dé seguimiento a las investigaciones y en una de esas hasta podrían pedir la inmediata comparecencia del titular del Cisen o de la procuradora de la República. Por eso les cayó mal que se filtrara en Notimex, la agencia noticiosa ligada al gobierno, un informe preliminar en el que se indicaba que la PGR no había encontrado artefactos o indicios de algún tipo de intervención de comunicaciones privadas en el Palacio Legislativo de San Lázaro. Inmediatamente, el diputado 007 calificó de infame y mala leche semejante informe, por lo que la propia dependencia tuvo que desmentir la información, aclarando que es una investigación que apenas comenzó y que el caso no está cerrado.Esta semana, el país se cimbró con la inesperada noticia que en la Cámara de Diputados se descubrieron equipos de espionaje telefónico y de datos. El Presidente de la Mesa Directiva en San Lázaro, Guadalupe Acosta Naranjo, fue el diputado 007 que encontró y denunció semejante tropelía. La noticia acaparó las conversaciones de sobremesa con la misma interrogante: ¿Quién en el mundo no tiene nada mejor que hacer que escuchar las conversaciones de los legisladores? Si fueron los servicios de inteligencia del país, se explicaría por qué las cosas realmente importantes, como los operativos estadunidenses en territorio nacional, les pasan de largo y sólo son descubiertos gracias a filtraciones en medios extranjeros; pero si no fueron ellos, entonces el país podría estar enfrentando la banda más enferma y letal de masoquistas de que se tenga memoria: si son capaces de escuchar las conversaciones entre diputados, son capaces de todo. El espionaje telefónico es una constante en el país. Todas las semanas aparecen grabaciones que dejan al descubierto conversaciones privadas sobre temas públicos y que revelan los manejos oscuros de políticos y empresarios. Entre las más famosas grabaciones están: la del presidente cubano, Fidel Castro y el chamaqueado presidente Vicente Fox, que dejó para la posteridad la famosa frase “comes y te vas”; las conversaciones entre el góber precioso, Mario Marín, y el rey de la mezclilla, Kamel Nacif; la del entonces secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, diciendo que el ex presidente Carlos Salinas de Gortari se robó la mitad de la partida secreta y que al final de su sexenio destrozó al país. Bonitas instantáneas auditivas que han generado escándalos mediáticos, pese a que son obtenidas ilícitamente. Esta situación no es exclusiva de México; sucede hasta en las mejores familias. A mediados del año pasado, el imperio de Rupert Murdoch, magnate de los medios de comunicación, se vio amenazado cuando se descubrió que uno de los periódicos de su propiedad, el News of the World, había pagado por intervenir teléfonos de personalidades públicas. Las intervenciones se hacen a personajes relevantes, con poder de decisión, que tienen en sus manos las riendas de un país o que simplemente son famosos y reconocidos. Por eso el gran misterio detrás de la denuncia del diputado 007 es: ¿Espionaje a los diputados? ¿En serio? ¿Qué tipo de conversaciones pueden haber registrado los escuchas?: “Buenas tardes, diputado, ¿ya sabe que nos van a obligar a donar un día de dieta para apoyar a las comunidades indígenas afectadas por la sequía en Chihuahua?” “¿De verdad? Pues mire, diputado, a mí me parece muy bien; no está nada mal que un día todos comamos frutas y verduras para solidarizarnos con los rara… esos”. “Oiga, diputado, yo creo que debemos poner un punto de acuerdo para inconformarnos por Rápido y Furioso” “Ah’dio, diputado, y ¿por qué? Si a mí me gustó mucho la película, ya hasta estoy esperando la número seis”. “Señor diputado nos están informando que la página de internet de la Cámara recibe todos los días más de dos mil ataques de cibernéticos” “No sabía que había tantos luchadores, y francamente no entiendo qué ganan estos revoltosos golpeando a la pobre página.” Por supuesto, con semejante notición, los diputados ya tenían armada la fiesta: primero hicieron la consabida “enérgica protesta” desde la tribuna contra el espionaje. Según su manual, debe seguir la creación de una comisión especial que dé seguimiento a las investigaciones y en una de esas hasta podrían pedir la inmediata comparecencia del titular del Cisen o de la procuradora de la República. Por eso les cayó mal que se filtrara en Notimex, la agencia noticiosa ligada al gobierno, un informe preliminar en el que se indicaba que la PGR no había encontrado artefactos o indicios de algún tipo de intervención de comunicaciones privadas en el Palacio Legislativo de San Lázaro. Inmediatamente, el diputado 007 calificó de infame y mala leche semejante informe, por lo que la propia dependencia tuvo que desmentir la información, aclarando que es una investigación que apenas comenzó y que el caso no está cerrado.

Las intervenciones se hacen a personajes relevantes, con poder de decisión, que tienen en sus manos las riendas de un país o que simplemente son famosos y reconocidos. Por eso el gran misterio detrás de la denuncia del diputado 007 es: ¿espionaje a los diputados? ¿En serio?

¿Qué tipo de conversaciones pueden haber registrado los escuchas?: “Buenas tardes, diputado, ¿ya sabe que nos van a obligar a donar un día de dieta para apoyar a las comunidades indígenas afectadas por la sequía en Chihuahua?”. “¿De verdad? Pues mire, diputado, a mí me parece muy bien; no está nada mal que un día todos comamos frutas y verduras para solidarizarnos con los rara… esos”.

“Oiga, diputado, yo creo que debemos poner un punto de acuerdo para inconformarnos por Rápido y Furioso” “Ah’dio, diputado, y ¿por qué? Si a mí me gustó mucho la película, ya hasta estoy esperando la número seis”. “Señor diputado nos están informando que la página de internet de la Cámara recibe todos los días más de dos mil ataques de cibernéticos”. “No sabía que había tantos luchadores, y francamente no entiendo qué ganan estos revoltosos golpeando a la pobre página”.

Por supuesto, con semejante notición, los diputados ya tenían armada la fiesta: primero hicieron la consabida “enérgica protesta” desde la tribuna contra el espionaje. Según su manual, debe seguir la creación de una comisión especial que dé seguimiento a las investigaciones y en una de esas hasta podrían pedir la inmediata comparecencia del titular del Cisen o de la procuradora de la República.

Por eso les cayó mal que se filtrara en Notimex, la agencia noticiosa ligada al gobierno, un informe preliminar en el que se indicaba que la PGR no había encontrado artefactos o indicios de algún tipo de intervención de comunicaciones privadas en el Palacio Legislativo de San Lázaro. Inmediatamente, el diputado 007 calificó de infame y mala leche semejante informe, por lo que la propia dependencia tuvo que desmentir la información, aclarando que es una investigación que apenas comenzó y que el caso no está cerrado.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.