Hasta 1991 Zagreb era una bucólica ciudad de provincia dentro de la República Federal de Yugoslavia, con el típico paisaje urbano centroeuropeo de bulevares y repleto de edificios estilo Habsburgo. Hoy luce bastante más cosmopolita como capital de un estado independiente, aunque los edificios en altura siguen siendo pocos. En el piso 14 de uno de ellos, ubicado en la plaza Jelačić y con una amplia panorámica de toda la ciudad, se encuentra la oficina de Davor Luksic.
Pese a su nombre, Luksic es chileno y lleva menos de dos años en Croacia, desde que su tío Guillermo Luksic le propuso hacerse cargo de los negocios de la familia en aquel país, del que emigró su bisabuelo hace 103 años.
"Yo estaba trabajando en Londres en un fondo de Private Equiy", cuenta. "Lo tuve que pensar uno o dos días, ya que significaba cambiarme a un país en donde no conocía a nadie y a una ciudad en la que había estado solamente un par de veces".
Al final aceptó y hoy administra un portafolio de activos por unos US$800 millones, que incluye el complejo turístico Plava Laguna, Adriatic Luxury Hotels y Excelsa, una empresa inmobiliaria que posee terrenos y edificios históricos en la capital y en varias ciudades del país. Un detalle más bien simbólico dentro de un imperio de más de US$20.000 millones en varios países de América Latina, del Norte y Europa. Sin embargo, pese al arraigo emocional que sienten los Luksic por su tierra de origen, los negocios allí les han traído más de un dolor de cabeza.
La gran familia croata. Croacia se independizó por etapas durante las sangrientas guerras balcánicas de 1991 y 1995, y el clan Luksic fue un actor que no pasó desapercibido en el proceso. Tanto así que en 1993 el presidente Franjo Tudjman le entregó a Andrónico Luksic Abaroa (abuelo de Davor) un flamante pasaporte croata y el escudo nacional tallado en oro en el palacio de gobierno de Zagreb.
La ceremonia marcaba la cúspide de una relación forjada durante varios años. Gracias a las cuantiosas contribuciones de los expatriados croatas, de los cuales Luksic era uno de los más importantes, los nacionalistas liderados por Tudjman y nucleados en la Unión Demócrata Croata (HDZ) se hicieron del poder en 1990.
En plena guerra (primero contra Eslovenia y luego contra Serbia), los nacionalistas impusieron sus términos. Lograda la independencia de la ex Yugoslavia, se abocaron a transformar la economía, privatizando casi toda la estructura estatal heredada de la era comunista. Para ello el gobierno de Tudjman ideó un complejo mecanismo de canje de deuda pública por acciones de firmas estatales, transformadas por decreto en sociedades anónimas.
Los primeros en acudir al llamado de los nacionalistas fueron los millonarios "amigos" de la HDZ. Luksic se hizo de la cervecera Karlovacka Pivovara; luego adquirió el Gran Hotel Argentina y el Hotel Croacia (ambos cinco estrellas) y la empresa hotelera Plava Laguna. Esta última se hizo, en parte importante, mediante el holding Quiñenco, donde también figuran como accionistas varios fondos de pensiones y aseguradoras chilenos.
Consolidado como uno de los mayores empresarios turísticos y productores de cerveza de Croacia, a Andrónico Luksic se le solía ver todos los veranos, junto a sus nietos (Davor incluido), a bordo de su yate "Hasta siempre", navegando por las azules y cálidas aguas de la costa dálmata.
Pero nada dura para siempre. Las facciones formadas al interior del HDZ y la muerte del propio Tudjman en 1999, llevaron a los nacionalistas a la derrota en las elecciones parlamentarias de 2000. De esta manera y de un momento para otro, el panorama político cambió y un nuevo gobierno conformado por socialdemócratas y ex comunistas impulsó la revisión de las privatizaciones.
La Oficina Nacional de Auditoría (equivalente a la Contraloría) revisó cada una de las privatizaciones y presentó al Parlamento sus conclusiones. Luego, la Fiscalía del Estado encargó sus propias investigaciones e inició varios litigios judiciales. Varios perduran hasta hoy.
Según consta en todos los documentos publicados por la Oficina Nacional de Auditoría en su página web, las privatizaciones de Plava Laguna, y los hoteles Argentina y Croacia no se llevaron "a cabo en su totalidad en conformidad con las disposiciones de la ley de conversión de las empresas sociales".
Entre algunas de las anomalías detectadas está la inexistencia de un proceso de licitación pública, pagos nunca acreditados al Estado o a sus organismos (como los fondos de pensiones o los bancos estatales), sobrevaluación de papeles de deuda pública canjeables por acciones de empresas privatizadas, subvaloración de algunos activos de las empresas privatizadas, traspaso de acciones en posesión de los trabajadores o de bancos croatas sin que acreditaran su dominio (o las autorizaciones respectivas) y la cesión de terrenos e inmuebles que no formaban parte de la privatización.
Ante este entorno menos acogedor los Luksic decidieron mover todas sus fichas: vendieron la cervecera Karlovacka Pivovara (la única privatización que no presentó reparos) a sus socios de Heineken, y vendieron las acciones que poseían a través de Quiñenco en Plava Laguna a su sociedad personal, Sutivan Investment Anstalt, en el principado de Liechtenstein, que actualmente opera como cabeza del holding que la familia forjó en el Adriático.
En 2003 los nacionalistas (en una versión políticamente mucho más moderada) volvieron al poder con Ivo Sanader, quien dio el puntapié para comenzar el proceso de incorporación de Croacia a la Unión Europea. Sanader sirvió dos periodos como primer ministro y renunció de manera enigmática y abrupta en julio de 2009. En 2010 fue expulsado de la HDZ y detenido en Austria. Hoy Ivo Sanader está acusado de recibir € 10 millones en coimas de una petrolera húngara. Y su heredera política, Jadranka Kosor, no ha tenido más suerte: fue derrotada nuevamente por los socialdemócratas en 2011.
Los Luksic son conocidos en Chile por su pragmática transversalidad y además por ser los mayores financistas en períodos eleccionarios, tanto de partidos de derecha como de centroizquierda. En Croacia, en cambio, su vinculación con el nacionalismo duro les ha atraído altos costos, y una de las tareas de Davor Luksic ha sido dirigir el grupo en el nuevo escenario surgido tras el ingreso de Croacia a la Unión Europea, en julio de 2013. Un total desafío para el menor de esta dinastía empresarial.
Reingeniería política. Davor Luksic estudió en Babson College de Boston; fue analista del Deutsche Bank en Nueva York e integró el staff del banco de inversiones Vallar LLP en Londres. Prácticamente nunca utiliza corbata y suele aparecer bronceado y vistiendo trajes a la medida en las páginas sociales de la prensa croata, junto a políticos y socialités. Tiene una colección de relojes suizos y su preferido es un Rolex Explorer II negro. Uno de sus pasatiempos preferidos es pasear en su yate de más de 30 metros y dos motores por las aguas de Istra, en Croacia, junto a su novia italiana Chiara Cristel Carrisi (hija de los otrora famosos artistas Al Bano y Romina Power). "Croacia para vivir es espectacular, un país muy seguro, con lugares muy bonitos y en medio de Europa", dice.
Pero lidiar con las complejidades de un entorno de negocios como el croata no es un juego de niños. Uno de los problemas más frecuentes es la interpretación jurídica contrapuesta de las autoridades nacionales y locales ante un mismo fenómeno. ¿A quién pertenecen los terrenos donde se emplaza, por ejemplo, un hotel? Según la prensa croata, y las notas y estados financieros del propio Grupo Plava Laguna, las autoridades presentaron reparos respecto de los terrenos que utiliza la empresa en Poreč, un pueblo costero del Adriático muy popular entre los turistas. Se trata de zonas de camping habilitadas para casas rodantes y zonas de atraque para embarcaciones. Incluso hay quienes plantean que todos los terrenos serían propiedad del Estado.
Otro ejemplo es el teleférico de Dubrovnik, en el que se puede ver en todo su esplendor la ciudad. Construido en 1969, es uno de los máximos orgullos del país y fue empleado para sostener logísticamente uno de los bastiones croatas en la guerra contra Serbia, cuando quedó completamente destruido. Los Luksic reinauguraron esta estructura en julio de 2010, con la presencia de la primera ministra Jadranka Kosor. No obstante, hoy el alcalde de Dubrovnik reclama el pago de una concesión por los 300.000 visitantes que recibe cada año. Según Davor Luksic, este tipo de problemas se resolverá cuando se apruebe un proyecto de ley que ordene el tema de las concesiones en el país.
Pese a estos contratiempos, el ejecutivo afirma que en su grupo familiar están "tranquilos y confiados" con sus inversiones en Croacia y expectantes a las posibilidades de seguir creciendo en el sector turístico -motor de la economía local- o de "expandirse a nuevas áreas".
De hecho el grupo cerró un 2012 con muy buenos resultados. Plava Laguna informó el aumento de su Ebitda en 4%, recibiendo a unos 300.000 pasajeros, mientras que ALH informó un aumento de 12% de sus ingresos, con 123.000 pasajeros mayoritariamente europeos.
"Profesionalmente es un desafío importante", comenta Luksic. "Llevar la dirección de los negocios en Croacia es un importante salto en mi carrera y una enorme responsabilidad".
Todo lleva a pensar que su estadía en la patria de su bisabuelo resulta más que un mero símbolo o una decisión pragmática. De regresar a Chile con los asuntos saneados con el Estado croata habrá pasado un contundente "bautismo de fuego", que lo pondrá definitivamente en la carrera por la sucesión de uno de los mayores conglomerados empresariales de América Latina.