Al igual que sucedió con otras industrias, el COVID-19 opacó por completo a la minería peruana en 2020. Así, antes de la irrupción del SARS-COV-2 en Perú, el Ministerio de Energías y Minas (Minem) tenía proyectada para el año una inversión que superaría los US$ 6.500 millones, pero esta solo alcanzó los US$ 4.334 millones. Una caída de 29,6% debido a que los proyectos en construcción tuvieron que adecuarse a la cuarentena y a la situación de emergencia sanitaria impuesta al inicio de la pandemia.

La contracción también se reflejó en términos de producción, la cual registró una pronunciada caída de -13,5%, el peor resultado en tres décadas, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Las caídas de producción de -23,1% en marzo, -47,3% en abril y -49,9% en mayo de 2020 jugaron un papel importante para este negativo resultado de la minería peruana. Y es que a diferencia de otros países, el segundo productor mundial de cobre fue el único que ordenó la paralización o la reducción al mínimo de la producción minera entre marzo y mayo, que trajo como consecuencia estos históricos descensos mensuales de la producción. A pesar de la reactivación productiva registrada desde junio de ese año, la minería no pudo recuperarse en su totalidad durante 2020. 

“La producción minera cayó duramente, sobre todo en abril y mayo, cuando se redujo en cerca de 50% respecto de los mismos meses de 2019. Si bien en mayo se inició la reactivación económica, en cuya primera fase fue incluida la gran minería, la reanudación de operaciones no pudo realizarse de inmediato, por lo que las cifras recién comienzan a variar positivamente en junio. Paulatinamente, y con el respaldo de la recuperación del mercado mundial, sustentado en la demanda de China y de otras potencias, los precios fueron repuntando para mostrarse en niveles superiores, como es el caso del cobre y el oro”, dice Pablo de la Flor, director ejecutivo de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE).

Para Marcial García, socio de Impuestos de EY Perú, a partir del segundo semestre de 2020 el sector minero empezó a dar señales de recuperación con importantes avances, no solo en los niveles de producción, sino también de inversión y empleo.

“Al cierre de 2020, ya se habían alcanzado los niveles de producción mensual previos a la pandemia en la mayoría de los metales de exportación. La recuperación continúa en 2021, observándose un alto crecimiento en los niveles de producción en todos los metales por el efecto rebote a un año del inicio de la emergencia nacional por el COVID-19. Entre enero y abril, el cobre acumula un crecimiento de 10%, el zinc de 41,2%, la plata de 24,8%, el plomo de 15%, el hierro de 58,4%, estaño de 76,2% y el molibdeno de 14,8% con relación a igual periodo del año pasado”, dice.

Respecto a la exportación, los envíos al exterior de cobre, el principal producto de exportación de Perú, ascendieron a US$ 12.742 en 2020, un monto 8,3% por debajo al registrado en 2019, según el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP). En el caso del oro, las exportaciones sumaron US$ 7.850 millones, un descenso de 7,5%.

 

FUTURO PROMETEDOR

Pese a que 2020 puede ser considerado como un año negro para la industria minera peruana, las expectativas para 2021 son positivas, tomando en cuenta el buen momento que viven las cotizaciones de los principales commodities mineros, sobre todo el cobre.

“El precio del cobre ha subido más de 100% desde su menor nivel tocado en marzo de 2020, alentado, entre otros factores, por la mayor demanda de China, el principal consumidor del metal rojo. Este producto por sí solo representa el 50% de la producción minera nacional y un tercio del valor total de nuestras exportaciones, por lo que ello tiene un efecto muy positivo a nivel macroeconómico”, dice Marcial García.

Para Sergio Vega-León, socio de Impuestos y Legal en Deloitte Perú, el impulso en los precios de los metales a nivel mundial debería favorecer las nuevas inversiones y un alto volumen de producción. “Habrá mayor recaudación fiscal como producto de esta época. Perú ya cuenta con un esquema tributario (por encima del 50%) y que precisamente busca gravar los mayores márgenes de utilidad obtenidos por las compañías mineras en épocas de bonanza”, dice.

En ese sentido, según Pablo de la Flor, la coyuntura de precios altos es una gran oportunidad para el desarrollo del sector. “Por un lado permite la recuperación de material que a precios menores no se podía trabajar. Igualmente, implica el incremento en el valor de producción, lo que redunda en mayores impuestos para el Estado. Del mismo modo, entraña la posibilidad de viabilizar mayores inversiones, tanto en operaciones existentes como en el desarrollo de nuevos proyectos. Esto resulta especialmente relevante, considerando que la cartera de proyectos identificada es 80% de cobre y oro”, dice.

Así, los proyectos que actualmente se encuentran en construcción y fueron los que explicaron casi la mitad de la inversión de 2020 son cupríferos: Anglo American Quellaveco (que invirtió alrededor de US$ 1.300 millones), Marcobre que avanzó en el tramo final de su proyecto (US$ 497 millones) y la ampliación de Toromocho (US$ 307 millones).

Además, en 2020 se registraron importantes inversiones en las minas ya en operación como Compañía Minera Antamina (US$ 318 millones), Southern Perú (US$ 240 millones), Las Bambas (US$ 205 millones) y Cerro Verde (US$ 152 millones).

Para 2021, el Minem espera el inicio de construcción de siete proyectos con una inversión total de US$ 3.577 millones (6,4% de la inversión global de la cartera que asciende a US$ 56.158 millones). Dentro de este grupo destacan la Ampliación Shouxin en Ica, Corani en Puno, Yanacocha Sulfuros en Cajamarca, Chalcobamba Fase I (proyecto de reposición de Las Bambas) en Apurímac, Pampacancha (proyecto de reposición de Constancia) en Cusco, Optimización Inmaculada en Ayacucho y San Gabriel en Moquequa.

Así, tras el estrago de 2020, la producción minera regresaría a la senda de crecimiento este año. El BCR estima una expansión de 14,4%, reflejando una acelerada y sostenida recuperación de la actividad minera.

“Esto respondería al mayor volumen de producción de cobre, que de acuerdo con las proyecciones del Minem, alcanzaría el récord de 2,5 millones de toneladas al cierre del año (16% más que en 2020), impulsada por la entrada en operaciones de Mina Justa. La misma institución calcula que la ampliación de Toromocho y Quellaveco, actualmente en plena construcción, nos llevarían paulatinamente hasta una nueva marca de tres millones de toneladas”, dice Marcial García.

El ejecutivo de EY destaca que con el repunte de las cotizaciones, ya se escucha hablar de un nuevo “súper ciclo de los metales” que viene siendo muy beneficioso para el país. “Con ese impulso, las exportaciones mineras aumentaron un 29,4% en el primer trimestre de 2021. En tanto, las empresas del sector vieron crecer sus ventas y utilidades en 20% y 221%, respectivamente, en el cuarto trimestre de 2020, lo que tiene un impacto directo en la recaudación, que sigue mostrando signos de recuperación, incluso a un ritmo mayor de lo previsto”, dice.

No obstante, un posible cambio en las reglas de juego ante uel nuevo gobierno de Pedro Castillo podría ensombrecer estas buenas perspectivas.

“Sin estabilidad política y seguridad jurídica no se aprovecharía esta ola. Si bien el contexto mundial parece favorecer a la industria minera, en nuestro país el impacto dependerá de las políticas establecidas por el nuevo gobierno”, dice Sergio Vega-León.

Al respecto, Marcial García refiere el país debe aprovechar la coyuntura de buenos precios internacionales para posicionarse como un país atractivo para la inversión minera que puede ser la base de la reactivación económica.

“Lo mínimo que se le puede pedir a quienes lleguen al gobierno es que respeten las reglas de juego, la propiedad privada y los convenios firmados. Es lamentable que pese a tener una enorme cartera de proyectos a lo largo de todo el territorio nacional, no existan grandes inversiones mineras en ejecución, además de Quellaveco. Lo que viene afectando a esta industria no es únicamente el brote del coronavirus, sino también la inestabilidad política, la conflictividad social y el exceso de burocracia”, concluye García.