Con gran entusiasmo el presidente Sebastián Piñera ha anunciado al país su reforma tributaria. Se propone elevar el impuesto a las empresas desde el 17% al 20% (1), mientras rebaja las tasas marginales que pagan las personas entre 10% y 15%. Además de algunos incrementos al alcohol y el cobro de impuestos verdes, aún no precisados, se estima que las modificaciones impositivas se traducirán en una mayor recaudación fiscal de US$800 millones.

Esta iniciativa gubernamental no estaba en el programa presidencial de Piñera. Es consecuencia de las movilizaciones estudiantiles del año pasado en que la demanda por una educación pública, gratuita y de calidad remeció a la ciudadanía y recibió la aprobación masiva de ésta. Exigido por estas circunstancias el gobierno se vio obligado a introducir algunos cambios en la educación. El gatopardo. Cambiar para que todo siga igual. Los US$800 millones que captará en fisco con la reforma impositiva servirán para modestos ajustes en el sistema educacional. Nada extraordinario. En efecto, la dirigencia estudiantil y algunos especialistas han calculado entre US$4.000 millones a US$6.000 millones los recursos que se necesitarían para que la educación chilena recuperara el carácter público y gratuito que tuvo en el pasado, y que hoy demanda el 90% de la ciudadanía.

Persistirá, entonces, el negocio de las universidades privadas y de los institutos de formación técnica, con sus elevados aranceles que agobian a las familias chilenas, cuya calidad es insuficiente para favorecer el progreso de los más pobres y mejorar la productividad del país. Las universidades públicas seguirán viviendo acogotadas, con bajo financiamiento basal. Continuará la segmentación de clase entre los colegios municipales, particulares y particulares subvencionados: los pobres a su pobreza, los ricos con su riqueza y los sectores medios esclavizados con el crédito. Algunos cambios habrá probablemente, pero que no apuntan a lo sustancial. Se ha anunciado más becas para “financiar la demanda”. También se ha propuesto reducir el costo del crédito con una tasa que ahora será de 2% en vez del 6%. La lucha estudiantil ha servido para algunas mejoras, pero no para provocar la transformación radical del sistema educativo chileno. Habrá que esperar otros tiempos.

¿Pero que hay con la reforma impositiva? Igual que con la educación no hay cambios sustanciales. También habrá que esperar otros tiempos. El sistema impositivo actual es un paraíso para los ricos. La carga tributaria alcanza apenas un 20% del PIB mientras en los países de la OCDE es del 35% en promedio. Por otra parte, la tasa impositiva pagada por las empresas es sólo del 17%, la más baja de Sudamérica,  mientras en Alemania y los EE.UU. es de 40% y en Finlandia 28%. Finalmente, casi 50% de los recursos fiscales corresponde al pago del impuesto al valor agregado (IVA). En suma, el sistema impositivo no capta suficientes recursos de acuerdo al nivel de desarrollo del país; los impuestos al capital son muy bajos; y, existe una alta regresividad.

En efecto, la depreciación acelerada, el Fondo de Utilidades Tributarias (FUT), exenciones impositivas a la salud y educación privadas, entre otras, representan una cifra cercana al 4% del PIB; vale decir, US$10.000 millones. Eliminar estos beneficios permitiría al fisco captar recursos suficientes para realizar una reforma educacional como pidieron los estudiantes y sobrarían para mejorar sustancialmente la salud pública.

Ninguno de estos aspectos negativos es considerado en la reforma emprendida por Piñera. Los impuestos al capital aumentan al 20%, lo que es insuficiente; pero, además, no se implementan medidas para eliminar la elusión, la que es elevadísisma gracias a las exenciones, franquicias y diferimientos que permite el sistema tributario. Esto es muy grave porque la elusión puede evaporar el mayor impuesto a las empresas. Lo que corresponde es eliminar injustos beneficios tributarios a las empresas, que se han utilizado para eludir el pago de impuestos en cifras colosales. En efecto, la depreciación acelerada, el Fondo de Utilidades Tributarias (FUT), exenciones impositivas a la salud y educación privadas, entre otras, representan una cifra cercana al 4% del PIB; vale decir, US$10.000 millones. Eliminar estos beneficios permitiría al fisco captar recursos suficientes para realizar una reforma educacional como pidieron los estudiantes y sobrarían para mejorar sustancialmente la salud pública. Ya hemos explicado anteriormente el inmenso beneficio que significa el denominado FUT en la elusión impositiva. Este mecanismo permite que no paguen impuestos las utilidades que no se distribuyen y con ello los empresarios crean sociedades ficticias o compran empresas quebradas para eludir impuestos y en la práctica no reinvierten las utilidades no distribuidas.

Por otra parte, la reforma propuesta no ataca la inequidad que significa el elevado IVA de 19%. Y, en cambio, al reducir entre un 10% y 15% el impuesto a las personas está favoreciendo principalmente a las familias de más altos ingresos. En efecto, un ingreso mensual de $ 1.000.000, con la rebaja de 15% se verá favorecido con $90.000; en cambio, un ingreso de $ 6.500.000, con la rebaja de 10%, se verá beneficiado con $3.120.000. 

En definitiva, la reforma de Piñera no capta suficientes recursos impositivos para una verdadera reforma educacional y para otras necesidades sociales y regulatorias que exige un estado moderno. En segundo lugar, la iniciativa no ayuda a resolver la inequidad, favoreciendo la concentración económica en los sectores más ricos de la población.  En tercer lugar, la propuesta no ayuda a eliminar los mecanismos de elusión presentes en los beneficios que otorga el sistema tributario a las empresas. Mucho ruido y pocas nueces en la reforma propuesta.

(1) En realidad el cambio de tasa consolida el aumento que ya se había realizado para acopiar recursos por la reconstrucción por el terremoto del 27-02-10, la que de transitoria se convertirá en permanente.