La Cooperación Regional ha sido por décadas un tema en el que todos los países latinoamericanos y del Caribe nos hemos relacionado de alguna u otra forma, pero nunca con la debida visión regional; partiendo de una genuina interacción entre nuestros países, lo cual implica el quiebre de las tradicionales barreras nacionalistas, aportando desde una mirada horizontal de trabajo en equipo.

La nueva arquitectura de cooperación requiere un esfuerzo adicional en un continente tan diverso como el nuestro, donde distintas ideologías han convivido a través de nuestra historia, no sin dificultades, pero que han conducido con éxito un proceso hacia el desarrollo del cual han resultado importantes avances y del cual nos debiésemos sentir orgullosos.

Este nuevo modelo, que evidencia el rol que debiera jugar la sociedad civil, el sector privado, la academia y las regiones, pone de manifiesto que los lazos trascienden a las empatías políticas del gobierno de turno, logrando permeabilizar a los pueblos, manifestándose en sus relaciones más plurales. Es por ello que el paradigma de la Cooperación al Desarrollo no funciona entre países latinoamericanos y del Caribe, que son pares, sino que se orienta a empoderarnos para liderar proyectos bilaterales e incluso triangulares desde una perspectiva Sur-Sur y no con la tradicional ayuda al desarrollo (vertical, desde países desarrollados hacia otros en vías de desarrollo), ya que tenemos mucho que aprender unos de otros, en todo ámbito, que signifique mejorar la vida de cada persona.

La coordinación interministerial se convierte en un factor decisivo, que debe ser permanente y lograr desarrollar las capacidades para que el país progrese en las áreas estratégicas que necesita y a su vez apoye a naciones que lo requieran, en un doble rol de receptor y de oferente de cooperación.

Al mismo tiempo que nos preocupamos de la importancia que tiene la cooperación entre países, es fundamental tener presente que la mayoría de los países de Latinoamérica y el Caribe se han concentrado en el desarrollo de sus ciudades capitales, centralizando gran parte de las funciones estatales en zonas geográficas acotadas. Al respecto, en Chile hemos realizado esfuerzos insuficientes en la senda de la descentralización; sin restarle mérito al gran trabajo que ha realizado la Subsecretaría de Desarrollo Regional, a través de toda la coordinación que realiza y los proyectos que ejecuta; no obstante la nueva arquitectura, también requiere que las regiones, provincias o sectores de cada país, tengan vínculos estrechos con sus contrapartes en la región y se vean beneficiados, subiéndose al “carro” de la globalización de la cooperación y gozando de su retribución, que no se puede lograr sin un adecuado apoyo constante de un ente que coordine y facilite dichos nexos y de un gobierno que lo tome como una meta colectiva.

Por último, es preciso reflexionar acerca de los nuevos actores o futuros protagonistas de la nueva arquitectura (sociedad civil, sector privado, academia y regiones), exigiendo una correcta alineación de ellos con la política exterior que emana de los responsables de cooperación de cada país. De esta manera, se deben aunar esfuerzos por lograr una mayor efectividad en el desarrollo de programas y proyectos de cooperación, para que realmente aporten al país y logren ser replicados como casos de éxito. Es por ello que la coordinación interministerial se convierte en un factor decisivo, que debe ser permanente y lograr desarrollar las capacidades para que el país progrese en las áreas estratégicas que necesita y a su vez apoye a naciones que lo requieran, en un doble rol de receptor y de oferente de cooperación, en la medida de sus competencias y recursos humanos. Sólo así aterrizaremos el concepto de cooperación a una realidad Intrarregional que espera resultados… en terreno y con impacto directo en la calidad de vida de las comunidades.