Miles de jóvenes universitarios de México han comenzado un vigoroso movimiento democrático y democratizador de alcances aún impredecibles. De modo imprevisto estas voces juveniles han irrumpido con imaginación y alegría en un escenario electoral que no los había considerado. Han venido espontáneamente a protestar contra la manipulación del duopolio que conforman Televisa y TV Azteca, a repudiar abiertamente al candidato priista Enrique Peña Nieto (EPN) -hijo y galán predilecto de estas dos poderosas empresas-, a demandar también un juego electoral sin manipulaciones mediáticas y a proponer, tal vez, la agenda del porvenir, expresión luminosa que nos heredara Carlos Fuentes.
La chispa que prendió el fuego nuevo fue una conducta intimidatoria del mismísimo jefe del partido tricolor. Pedro Joaquín Coldwell (PJC), después del repudio estudiantil generalizado que recibió EPN hace unos días en la Universidad Iberoamericana (UIA), dijo lo único que puede decir un jerarca de ese partido frente a la disidencia política libre e insobornable: la manifestación antipeñista en la UIA fue de “alborotadores”, de “intolerantes”, de “irrespetuosos” y otros adjetivos por el estilo. La descalificación y el ninguneo de las expresiones universitarias abiertas, que es lo que hizo este jefe del “nuevo” PRI, hicieron nacer este movimiento que se extiende como reguero de pólvora por todo el país el #YoSoy132.
(Fueron 131 estudiantes de la UIA que en un video se acreditaron plenamente y, como tales, miran de frente a los ojos inquisitoriales de PJC. Luego se sumaron unos miles para decir sencillamente que cada uno era el 132. Y así tuvo su bautizo esta nueva ola social contra el candidato Peña Nieto).
Igual que en 1968, en 2012 las masas estudiantiles abren nuevos caminos, piden nuevas respuestas y exigen un cambio social incluyente, genuino, sin mascaradas. Tal vez se pueda decir de ellos que no saben bien a bien a donde van o hasta donde pueden llegar, pero es claro que sí saben lo que no quieren. Y esto, por supuesto, es mucho y muy importante para una nación atrapada desde hace unos años en circunstancias sombrías.
¿Acaso los Romero Deschamps, las Gordillo, los Montiel, los Yarrington, los Ulises Ruiz, los Gamboa y los “Goberes Preciosos”, -que andan muy campantes en todo el país-, no son una muestra irrebatible de que el dinosaurio sigue allí?
Los críticos embozados del #YoSoy132 insinúan con mala leche que su mixtura social tarde o temprano va a salir a flote y no para bien de su causa. Las desigualdades sociales entre los estudiantes en acción, profundas e innegables, no le quitarán cohesión a su causa política, pero apartidaria. La cepa democrática y crítica de estos chavos es un capital cultural y ético que no puede ser minimizado, aunque unos vengan con la panza medio vacía y otros muy bien comidos (los ”favoritos del destino”, diría Carlos Monsiváis).
Hace 30 años comenzó el país a moverse por la hoy desgastada ruta económica esencial del libre mercado, atravesando regularmente las veredas del autoritarismo político y siempre cerca de las avenidas de la corrupción y la impunidad. Hay que decirlo claramente: también tuvimos en estos años conquistas democráticas y muchas pruebas hay de ello. La alternancia es una muestra del avance político logrado, aunque sea insuficiente para derrotar al régimen político priista. La cultura política de la impunidad quedó casi incólume, sólo levemente aturdida y nada más. Fox y Calderón, la dirigencia panista toda, fueron apoyados, cooptados y persuadidos de muchas maneras por el dinosaurio tricolor que nunca se fue, que nunca murió.
¿Acaso los Romero Deschamps, las Gordillo, los Montiel, los Yarrington, los Ulises Ruiz, los Gamboa y los “Goberes Preciosos”, -que andan muy campantes en todo el país-, no son una muestra irrebatible de que el dinosaurio sigue allí? ¿ Y el orgullo de EPN de actuar brutalmente en Atenco, siguiendo el guión del más acentuado y feroz estilo diazordacista, no es una muestra de eso mismo?
Al profundizar las llamadas reformas estructurales de mercado, impulsadas eficazmente por el salinismo, pero sin tocar las instituciones políticas autoritarias y corruptas del régimen priista, el ascendente panismo de la alternancia declinó y abjuró sus banderas democratizadoras originales. El formidable auge petrolero que benefició al PAN en Los Pinos en los últimos doce años dio una base económica para imponer su patético gatopardismo: todo cambió para que todo siguiera igual. Paradoja cruel, irrebatible, siniestra.
En ese escenario histórico se está desplegando hasta hoy el nuevo movimiento estudiantil mexicano, sintonizando con las consignas juveniles que se han oído recientemente en otros rumbos de la aldea global: Chile, España, Estados Unidos, Egipto y Libia, entre otros. Si hay contagios en el mundo financiero, por supuesto que también en el mundo de los sueños y las utopías, tan reales como el dinero y la riqueza.
Los aires sesentayocheros se perciben día a día en esta nueva ola contestataria, sin dejar de tener ella su propio perfil político, su identidad cultural, sus particulares lemas y consignas, todo aquello que la hace única y fresca. Al salir a las calles y decir sus verdades, los chavos hacen política y le dan dignidad, sin renunciar a una postura ética, sin la cual la vida pública es un estercolero.
La clase política, sin excepciones ideológicas, debe tomar nota de esto: los reclamos y las protestas de estos chavos no van todos en exclusiva contra EPN y la Teledictadura del duopolio mediático. Las prácticas podridas, las simulaciones, el cinismo y las corruptelas envuelven a todos los partidos. Están también en el banquillo de los acusados los que han hecho de la política un negocio lucrativo y fársico, impune y perverso. Que no “naden de muertito” esos los falsos redentores de la vida pública cuando la chaviza los aluda.
¿Cambiarán estos jóvenes movilizados contra la manipulación de los medios de comunicación y el cinismo de EPN los resultados de los sondeos y las encuestas pre-electorales? No necesariamente. Sus consignas alegremente cantadas y sus propuestas puntuales (que ya se anuncian para los siguientes días), apuntalan la vida democrática presente y futura, pero no es fatal para que por sí mismas le puedan dar la vuelta a la tortilla que tristemente hoy favorece a EPN. La imaginación tiene la palabra, cierto, pero el realismo político no hay que dejarlo de lado. El viejo axioma político es un imperativo para ellos: mantener la cabeza fría y el corazón caliente.
El primero de julio acudirán (espero) 79 millones de mexicanos a votar la alternativa política que cada quien juzgue la mejor. El abstencionismo nunca ha sido en este país un factor insignificante y no hay razones de peso (ojalá me equivoque) para suponer que esto cambie dentro de unas semanas. Hay 14 millones de jóvenes (entre 18 y 29 años) que pueden ir ahora a depositar su voto. Son ellos un platillo suculento para los estrategas de los candidatos presidenciales y 3 millones de ellos van a estrenar en esa fecha su condición de ciudadanos. Estas cifras no pueden sino dar lugar a cierto optimismo democrático. Casi una tercera parte del padrón de electores, entonces, puede definir los resultados de la competencia por la presidencia de México.
Estemos listos con la mirada, los oídos y el espíritu a los eventos que parecen asomarse en el horizonte inmediato. Puede haber novedades gratas en el frente electoral.