Al igual que la oposición en el Parlamento británico, al final también la resistencia al "brexit” colapsó totalmente. En el verano pasado, el movimiento contra la salida había sacado a las calles de Londres a un millón de personas. Pero después de su victoria electoral, la aprobación de la ley para llevar adelante el quiebre se convirtió en un paseo dominical para el premier Boris Johnson. Fue casi chocante ver cómo todos los argumentos no solo contra el "brexit”, sino también a favor de una futura relación cercana con la UE, habían desaparecido.

El primer ministro ahora puede seguir gobernando tranquilo y, de paso, buscará el "brexit” más duro posible. Recalcó que no quiere seguir las reglas y normas de la Unión Europea, lo que significa para la futura relación entre las partes que Johnson desea, en el mejor de los casos, un acuerdo comercial minimalista. Todo su discurso sobre "Canadá plus” y el gran acuerdo que busca alcanzar con la UE es solo retórica vacía. Detrás de todo se encuentran los tories y su proyecto para seguir desregulando el Reino Unido y convertirlo en una suerte de corsario económico internacional.

El Parlamento pierde el control

Por eso el primer ministro eliminó todas las concesiones de la ley de salida que databan de la negociación de Theresa May. Por ejemplo, el Parlamento perderá el control sobre el acuerdo de libre comercio con la UE. Este es un giro casi irónico, pues los partidarios del "brexit” siempre han defendido que el control político debería quedar en manos de los legisladores. Eso fue finalmente una mentira, como todo lo que se argumentó a favor del divorcio de Europa.

Es triste, pero cierto, que este nuevo gobierno británico debe ser tratado con desconfianza y que habrá que estar atento a todo tipo de trucos. En Johnson no se puede confiar mucho, como tampoco en su negociador para el "brexit”, Michael Gove. Ambos harán todo lo posible para engañar a los europeos.

El reconocimiento de los derechos de los trabajadores de acuerdo con los estándares de la UE también fue echado abajo, al igual que la reunificación familiar para los niños refugiados. La victoria es para los más duros defensores del "brexit”, que quieren una ruptura total con la UE y que todavía pretenden destrozar los últimos vínculos. El aullido de algarabía en sus filas no es algo que pueda ignorarse, y Boris Johnson es su hombre, su jefe de gobierno. Él no es el político conservador de centro que se mostró en la campaña.

Ahora que está limpio el camino para el "brexit” duro, como Johnson y su partido pretendían, el premier intenta realizar un pérfido lavado de cerebro: él quiere que la palabra "brexit” simplemente desaparezca de la vida política cotidiana. El Ministerio para el Brexit fue cerrado y sobre el divorcio con Europa no debe hablarse más. El tema ha dividido profundamente al país y Johnson desea acabar con eso con el truco de dejar de hablar del problema.

Política de manual para ultraderechistas

Todo lo que han hecho los líderes del gobierno británico proviene del manual para populistas de derecha. La repetición interminable de mentiras, la negación deliberada de la realidad, la exageración constante y el control de la conciencia, todo eso lo conocemos de los regímenes populistas de todo el mundo. Lo que busca hacer ahora Johnson en Reino Unido es sospechosamente similar. Allí entra la posibilidad de recortar el financiamiento de la BBC. Si bien los periodistas cuestionaron bastante poco el "brexit”, siguen siendo muy independientes y poco fieles a la línea gubernamental.

Los jefes de gobierno de la UE y el equipo negociador en Bruselas deberían ser muy cautelosos ante el nuevo rumbo que está adoptando Londres. Angela Merkel tenía razón cuando, hace varios meses, advirtió que los británicos podrían pasar de ser buenos vecinos a ser grandes competidores. Nadie debería dejarse convencer por Boris Johnson cuando habla de "buenos amigos y socios del continente”. En realidad no quiere decir eso, son palabras falsas y parte de una fachada, que cuida tanto como a su cabello despeinado.

Es triste, pero cierto, que este nuevo gobierno británico debe ser tratado con desconfianza y que habrá que estar atento a todo tipo de trucos. En Johnson no se puede confiar mucho, como tampoco en su negociador para el "brexit”, Michael Gove. Ambos harán todo lo posible para engañar a los europeos. Cuando se trate de negociar sobre la relación futura, un acuerdo de libre comercio y cualquier otra cosa, la Unión Europea debería tratar a los británicos como a sus enemigos. Este es el final amargo de un vecindario que costó décadas construir.