El pasado fin de semana se reunieron los CEO de grandes empresas tecnológicas con miembros del Partido Republicano. Estuvieron Tim Cook, de Apple; Larry Page, de Google; Sean Parker, inversor de Facebook, y Elon Musk, de Tesla Motors. El objetivo: armar una estrategia para debilitar a Donald Trump. Según Karl Rove, reconocido gurú de la política, una de las debilidades de Trump es que sus votantes “difícilmente lo ven como presidente”. Algo un tanto ingenuo, creo, de parte de Rove. Pero así comienzan los movimientos en EE.UU., dados los resultados de las últimas semanas: el empresario va imparable y para algunos del mismo partido ya no les parece buena idea tenerlo en sus filas.

En ese sentido, no pasó desapercibida para los tomadores de decisiones en EU la entrevista que Pascal Beltrán del Río realizó a Enrique Peña Nieto y las declaraciones que hizo sobre la campaña del hoy puntero del Partido Republicano. Este miércoles, The New York Times recuperaba varias declaraciones del Presidente y añadía: “Peña Nieto es sólo uno de los varios líderes mundiales cada vez más preocupado por la ignorancia y la irresponsabilidad del precandidato republicano...”, escribió el diario en su editorial. Por supuesto, esto fue ampliamente comentado y, seguramente, celebrado dentro del círculo más cercano a Peña Nieto: pocas veces después de aquel famoso Saving Mexico hemos vuelto a tener una buena cobertura en la prensa internacional. Acaso unas horas en la recaptura de El Chapo, pero la prensa en EU hacía más hincapié en quién había llevado la mano en la misma, si autoridades mexicanas o estadunidenses. Seguro esta nota trajo algo de aire fresco en Los Pinos, pero sirve para poner de manifiesto un tema en el entorno presidencial: da la impresión de que no existe aquello que en otros sexenios no sólo evitó y contuvo crisis, sino que permitía definir y diseñar la ruta a seguir, al menos, en el frente mediático: el famoso cuarto de guerra.

El PRI en la Presidencia lleva tres años apostando por lo que ellos creen que funciona mediáticamente. Aunque la realidad no les regrese esos datos. Y es que no hay gobierno democrático que pueda prescindir del debate interno, de la evaluación de escenarios, del diseño de estrategias, la consulta de spin doctors.

Varios hechos que han dejado marcas indelebles en lo que va del sexenio. Todos han tenido un elemento en común, la escasa velocidad para la respuesta, la lenta capacidad de reacción. Y el temor por la confrontación o las estrategias creativas y novedosas. El PRI en la Presidencia lleva tres años apostando por lo que ellos creen que funciona mediáticamente. Aunque la realidad no les regrese esos datos. Y es que no hay gobierno democrático que pueda prescindir del debate interno, de la evaluación de escenarios, del diseño de estrategias, la consulta de spin doctors. Pareciera que este gobierno ha renunciado al principio democrático por excelencia: el debate (así sea interno).

Les pasó con Ayotzinapa o los escándalos por conflicto de interés, les sigue sucediendo con la manera en que han llevado las declaraciones de los expertos de la CIDH. Hasta El Chapo los ha dejado callados con esa agenda de apariciones en medios de sus más cercanos. Les da miedo reaccionar, salirse del guión, desconfiar de sus propias tácticas.

Y, como ejemplo, me basta regresar a la entrevista que Peña Nieto le concedió a Pascal Beltrán del Río: le dijo el Presidente que la velocidad de la información y las nuevas plataformas a veces llevan a la ciudadanía (de México y el mundo) a enfrentar un “fenómeno distorsionante” de la realidad. Es decir: sí entiende que las redes sociales son, hoy por hoy, una fuerza avasalladora en la construcción de sentido en el discurso público; pero en lugar de utilizarlo a su favor prefiere desacreditarlo y punto. No es la mejor apuesta. Al contrario. Y es que hacen falta expertos que se animen a decírselo y a diseñarle estrategias más efectivas en ese sentido.

Es el problema de ejecución a una sola voz. Todos los días vemos cómo la agenda sigue su paso no importa lo que esté sucediendo. Y el silencio de sus colaboradores termina haciéndole daño a la imagen del Presidente al que deben cuidar. Y ésa es la utilidad de un “cuarto de guerra”: que es para debatir opciones. Se hacen para decirle que “sí” y que “no” incluso (o principalmente) a los presidentes.

Ahora fue un golpe de suerte que en EE.UU.encontraran en las declaraciones de Peña Nieto un motivo para seguir alertando sobre Trump, pero el Presidente debe ver que esas declaraciones se deben trabajar con detenimiento y objetivo. Él será el primer beneficiado si decide empezar no sólo a salirse del guión, sino de los canales y las formas tradicionales, que hoy ya no le dicen mucho a las nuevas generaciones. Que empiece, pues, por conformar un cuarto de guerra en el que el diseño no sólo se permita, sino que se agradezca.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com