Durante el 2012 hemos visto considerable atención dedicada al futuro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) tras su conclusión prevista para el 2015. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) inició formalmente el debate con la celebración de la Cumbre sobre los Avances hacia el Cumplimiento de los ODM en septiembre 2010, pero este año ha sido sin duda el más activo a la fecha, con la conformación de un equipo técnico post-2015 en enero, la celebración de la Conferencia sobre el Desarrollo Sostenible Río+20 en junio, y el nombramiento de un panel asesor de alto nivel (compuesto por líderes de gobierno, sociedad civil y sector privado) en julio.
Los ODM representan un compromiso internacional hacia la reducción de la pobreza y el mejoramiento de los estándares de vida en países en desarrollo, el cual fue aprobado por los jefes de gobierno de 147 países en el año 2000, a través de la Declaración del Milenio. Ocho grandes objetivos conforman los ODM, cada uno con su respectivo conjunto de sub-objetivos e indicadores cuantificables, los cuales deberán ser alcanzados antes de septiembre del 2015. Los ODM han logrado definir una agenda compartida en torno al desarrollo internacional e impulsado un proceso de colaboración más comprensivo entre actores locales e internacionales, de esta manera superando esquemas de colaboración tradicionales basados únicamente en la programación y el financiamiento de proyectos individuales. Mediante la incorporación de objetivos globales y medidas de desempeño comparables entre países, los ODM han promovido la transparencia y rendición de cuentas, pero algunos argumentan que a costa de especificidad y apropiación local.
A lo largo de la generación e implementación de los ODM, el mundo ha sido testigo de una reducción dramática en la pobreza extrema: 600 millones de personas saliendo de indigencia entre 1990 y 2008. Las 1.400 millones de personas que continúan viviendo en condiciones de extrema pobreza (sobreviviendo con menos de $1.25 al día) están principalmente concentradas en África subsahariana y Asia meridional. Efectivamente, según estimaciones de la ONU, cuatro de cada cinco personas viviendo en pobreza extrema residirán en África subsahariana y Asia meridional en el año 2015. Asimismo, de las 850 millones de personas con nutrición insuficiente en el mundo, casi la mitad vive en África subsahariana y Asia meridional (excluyendo India). Estos datos sugieren que las intervenciones enfocadas en la reducción de la pobreza extrema y el hambre serían más eficientes si se concentraran exclusivamente en estas dos regiones.
Debido a los obstáculos específicos que enfrenta Latinoamérica en su condición de región de ingreso medio, será interesante ver si la agenda post-2015 le permite avanzar hacia el siguiente escalón de progreso y así progresar hacia estrategias de desarrollo que persigan más que la fácilmente accesible ‘fruta madura’.
En comparación, la región de América Latina y el Caribe alcanzó la meta de reducción de pobreza extrema en el 2008, y la población con nutrición insuficiente representa menos de un tercio de la población con nutrición insuficiente en África subsahariana, según estimaciones para el año 2008. Sin duda, Latinoamérica enfrenta importantes obstáculos para la reducción de la pobreza y el mejoramiento de las condiciones de vida, pero enfocarse en la pobreza extrema y el hambre puede desviar la atención y los recursos de temas que quizás sean más relevantes. Por ejemplo, según el estudio de opinión publica publicado en 2011 por Latinobarómetro, la delincuencia y la dificultad económica representan los principales problemas para la mayoría de los entrevistados. Asimismo, la percepción de injusticia en la distribución del ingreso ha crecido rápidamente en ocho países, comparada con los resultados del año anterior. Estos hallazgos demuestran que una agenda post-2015 que sea relevante para América Latina y el Caribe deberá priorizar estos temas.
Menos de tres años restan para alcanzar la fecha límite de los ODM y ha surgido una multitud de propuestas para el marco post-2015. Algunas apuntan a favor de una ampliación de los ODM, haciendo mejoras informadas por un proceso amplio de consulta y la revisión e incorporación de lecciones aprendidas. Consultas temáticas dirigidas por Beyond 2015- una campaña internacional manejada por grupos de sociedad civil en colaboración con actores de la ONU-, han llamado atención a nuevos temas como gobernabilidad, conflicto y fragilidad, inequidad, y dinámicas poblacionales, además de los temas ya priorizados en los ODM respecto a salud, sostenibilidad ambiental, y educación.
Por otra parte, la Cumbre de Desarrollo Sostenible Rio +20 propuso la elaboración de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los cuales representan un esquema similar a los ODM, pero esta vez destacando explícitamente la complementariedad entre conservación ambiental y desarrollo. Otros han sugerido una agenda más ambiciosa, capaz de desarrollar mecanismos supra-nacionales de gobernabilidad que permitan el manejo sostenible de los bienes globales comunes. Asuntos relacionados con el calentamiento global, la salud pública, o la migración y seguridad internacional, serían algunos de los temas más relevantes para una propuesta de este tipo.
Eventualmente, la Asamblea General de la ONU deberá elegir la nueva agenda en septiembre del 2015, y esta decisión informará la planificación del desarrollo y la asignación de recursos en América Latina y el Caribe, así como el resto del mundo. Debido a los obstáculos específicos que enfrenta Latinoamérica en su condición de región de ingreso medio, será interesante ver si la agenda post-2015 le permite avanzar hacia el siguiente escalón de progreso y así progresar hacia estrategias de desarrollo que persigan más que la fácilmente accesible ‘fruta madura’.
*Esta columna fue publicada originalmente en la revista Humanum del PNUD.