En política, siempre es importante guardar las formas. Pero al final, lo que cuenta es conseguir, ejercer y preservar el poder.
La precisión vale porque hoy resultan inevitables las comparaciones de las estrategias protagonizadas por Vicente Fox y Felipe Calderón para favorecer un siguiente triunfo del PAN.
Provocador, el ex presidente ha precipitado el cotejo entre lo que él hizo y lo que hace o deja de hacer su sucesor, al declarar que “sólo un milagro” podría llevar a Josefina Vázquez Mota a un tercer sexenio blanquiazul.
Fox no es únicamente el ex mandatario que a ojos de todos realizó malabares para garantizar la continuidad panista hace seis años, sino que ahora figura como actor del golpeteo hacia quien fuera su cercana colaboradora.
Provocador, el ex presidente ha precipitado el cotejo entre lo que él hizo y lo que hace o deja de hacer su sucesor, al declarar que “sólo un milagro” podría llevar a Josefina Vázquez Mota a un tercer sexenio blanquiazul.
Si bien las comparaciones deben darse atendiendo el momento de cada uno, la evaluación de la eficacia en el poder se mide por cómo se sortean esas circunstancias y por el saldo electoral final.
Después, el tiempo atenúa el valor de esa variable. Ernesto Zedillo no entregó la banda a un priista y tiene más reconocimiento internacional que su antecesor Carlos Salinas, gran alumno de Maquiavelo, según la narrativa del poder, misma que nos presenta a Fox como el hombre que sacó al PRI de Los Pinos y que ha dicho “yo gané dos veces”. Y a Calderón como al que nada le disgustaría más que quedar como el presidente que le devolvió Los Pinos al PRI.
El escenario no es el mismo. En seis años, la legislación electoral cambió azuzada por quienes dijeron haber sido víctimas de un gobierno que “se metió” en la elección. Hoy las reglas inhiben el activismo presidencial y limitan los pronunciamientos de particulares por el trauma que generó la consigna del Consejo Coordinador Empresarial de que Andrés Manuel López Obrador era “un peligro para México”.
Los cambios legales impiden ponderar si el presidente peca de prudente demócrata o aún no halla el modo de respaldar la campaña de Vázquez Mota sin ser sancionado por el IFE o prefiere abandonarla a su suerte porque nunca fue de su círculo y en los hechos la “Josefina diferente” lo quiere ser de él.
Fox y Calderón tampoco coincidieron en la protección a sus delfines. El guanajuatense impulsó a Santiago Creel. Pero cuando Calderón estaba en el ánimo de los blanquiazules, se preparó para arroparlo con el mismo empeño con que ofreció en el 2000 ir contra “tepocatas y víboras prietas”.
Calderón dejó correr los modos rudos de Ernesto Cordero y sus afines hacia Josefina. Y si bien les pidió que la reconocieran como ganadora la noche del 5 de febrero, los actos de presunto cierre de filas no pasan de ser fotos para la prensa.
En contraste, el cierre de hace seis años incluyó, vaya paradoja, el obligar a Vázquez Mota a que dejara la Sedesol y fuera en auxilio del candidato que no tenía buenas relaciones con los empresarios, indispensables para construir el ambiente electoral de triunfo.
Y éste es uno de esos asuntos donde no basta con guardar las formas del poder. También hay que hacerlo sentir.
Porque aun cuando a regañadientes los calderonistas se sumaran a la campaña de Josefina, todo indica que la élite económica sigue sin tener un buen clima con Calderón. Y para subrayar la distancia se respira en el sector privado una predilección por el puntero en las encuestas.
Por si la falta de aliados empresariales no fuera suficiente, la disputa entre antecesor y sucesor, materializada en los cuestionamientos de Fox a la estrategia se seguridad, ha hecho crisis.
Maltratado por los calderonistas, el Presidente de los chascarrillos buscó otros interlocutores y clientes para su Centro Fox y los encontró en el PRI.
Aun cuando no debe descartarse una escena en junio del guanajuatense lanzando un “ya hicimos el milagro” para Josefina, la candidata ha pagado con la declaración del milagrito el costo del desaire que Fox padeció del actual gobierno.
Controvertido y polarizante, el ninguneado, el que hablaba sin filtro, el que rasguñó con el desafuero y el “comes y te vas” la investidura presidencial, resulta que un sexenio después, sí sabía de campañas y pactos cupulares, y sabe muy bien lo que dice y, según el senador priista Manlio Fabio Beltrones, “siempre dice la verdad”.
Quedan 70 días para conocer la ruta electoral de Calderón y comparar su efectividad con la de Fox.
Por lo pronto, no hay mejor contraste que el de sus apuestas en la televisión.
Mientras hace seis años, Fox era caricaturizado en El privilegio de manda” y, atrás de las cámaras, cuidaba que el personaje del candidato del PAN tuviera juego y peso en la parodia, Calderón sigue cosechando aplausos por su participación en Tercer Grado.
Porque no siempre cuidar las formas significa cuidar el poder.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.