Las bolsas mundiales están considerando con gran seriedad (ya se acumula una caída mayor al 5% en el índice americano) los eventos que se perciben en los próximos trimestres. El más importante es la crisis china, no solo en el caso particular de Evergrande −la empresa inmobiliaria que ha caído en impago desde hace algunas semanas−, sino el mercado de bienes raíces ampliado en este país y en la región, junto con otros desbalances dentro del gigante asiático −como la deuda, la demografía, las nuevas regulaciones, y muchos más−. Esta primer “y” se lee así: ¿Será este un evento Lehman o no? La respuesta rápida parece rezar “no”, pero los mercados están descontando dudas.

La segunda “y” es la inflación y se lee así: ¿Será permanente o será transitoria? Por lo pronto ha ganado el campo de los “transitorios”, pero de nuevo el mercado refleja miedo, especialmente al aumento de tasas para atajar a aquélla. Otras “y” son complementarias, como el crecimiento mundial, el valor del dólar, los eventos climáticos, los recortes de oferta debido a la pandemia y la pandemia misma, en sus nuevas olas de contagio, que llevan a un cansancio crónico respecto de las medidas de contención y sus consecuencias en la economía.

Para nuestra región, sabemos que la economía mexicana crecerá un 3% en 2022, o quizás hasta un 4,2% según el FMI. La americana crecerá un 4,1% y hasta 4,9% según el mismo instituto. A pesar de los anteriores pronósticos, ¿están las condiciones presentes para este resultado, a la luz de los riesgos mencionados arriba? Y más importante aún: ¿Es sostenible un escenario optimista más allá del próximo año, o hay también condiciones fuertemente adversas que nublarían un panorama de sólido crecimiento de la economía estadounidense (y con ella, la nuestra, cuya dinámica −en ausencia de inversión pública o privada− dependerá de la recuperación del ingreso doméstico y de las exportaciones a Estados Unidos?

En el campo de lo dichoso, la economía americana presenta clarísimas fortalezas estructurales −en lo absoluto y lo relativo− para ofrecer años aún de estelar desempeño. Por un lado, los ahorros de casi 3.5 Bdd pudieran ser al menos parcialmente gastados en bienes de consumo (nacionales y de sus principales socios extranjeros, como Mexico). El efecto riqueza es igualmente portentoso, pues el valor de la bolsa y de la vivienda se han multiplicado desde el 2010 en 3.2x y 1.6x en cada caso en términos reales. Las utilidades corporativas se han multiplicado también por un factor de 1.5x desde 2010 en términos reales y esto suele ser preludio de mayores inversiones en Capex en años posteriores.

En términos relativos, nadie compara favorablemente vs Estados Unidos en márgenes de utilidad, en innovación y desarrollo científico, en el gasto público desplegado en la crisis −además fue 3x lo que se gastó en 2008−, en el peso que tienen sectores de super-growth como tecnología y salud, en la liquidez de sus mercados (que es entre 4x y 11x mejor que cualquier otro). También destaca su perfil demográfico y las llegadas de capital extranjero a las bolsas (un 84% del total mundial en 2020). Incluso la duda total (375%) es menor que la mayoría de sus contrapartes de la OECD.

El campo opuesto, muchos factores podrían echar por tierra lo anterior: Primero, está el déficit fiscal, que será de la mitad en 2022 (7% vs 16% en 2021) y el gasto de los hogares podría congelarse por el temor de la inflación. Segundo, el aumento de la inflación y de los precios de los commodities a nivel global ha tumbado el crecimiento de los salarios en términos reales, lo cual abona a la lentitud en el consumo.

Un tercer factor son los cambios estructurales en el mercado laboral −exacerbados por la pandemia−: la tasa de participación ha caído, con menos personas dispuestas a regresar al trabajo y por lo mismo, la tasa de empleos se encuentra en los niveles que tenía hace seis años en Estados Unidos; las habilidades de los trabajadores desempleados se han oxidado durante la pandemia y con menos gente dispuesta a laborar; las empresas enfrentan la más alta tasa de dificultad para encontrar empleados desde hace 30 años y cuando pueden, el gasto en entrenamiento es muy alto. Todo esto abona negativamente para la productividad laboral y con ello, también para la inflación.

Aunado a todo esto, la política monetaria será restrictiva en términos prácticos en 2022, lo cual hace aumentar la prima por riesgo en los activos de inversión, poniendo presión adicional a los precios de acciones y casas, así como a los spreads de bonos, todo esto ya de por si bastante caliente en sus valuaciones.

Por último, hay que recordar que el efecto tan positivo de “catch-up” después del choque CVODI en 2021, desaparecerá en 2022, más los riesgos que desde ahora nos persiguen semana a semana, como los eventos del clima, el rompimiento de las burbujas en China y su crackdown regulatorio, más los continuos retrasos causados por las cadenas de suministro estresadas por la pandemia.

En conclusión, el caso bullish para la economía americana -y el derrame favorable que tendrá sobre la nuestra- es muy fácil de armar, pues muchos factores trabajan a su favor, pero a contrapelo de esto, hay filosas espinas en el escenario, tanto internas como externas, que deberán dar a todo pronóstico, un tono muy sobrio. A todos ellos, les rodean además los caminos que se bifurcan en forma de “Y”, como se plantea arriba, por lo que todo escenario futuro es dependiente del juego de muchas variables.