En la relación de América Latina y la Unión Europea, siempre ha estado presente la idea de un futuro común. Pero aún no hemos precisado en términos concretos de qué futuro estamos hablando, pues más bien hasta ahora no es el mismo para una región que para la otra, y en ciertos aspectos se ven incluso divergentes.
El Consejo Europeo, de junio de 1987, afirmó que"la Comunidad Europea y América Latina están llamadas a ocupar conjuntamente un papel activo en la reconstrucción de la sociedad internacional del futuro". Idea reiterada en 1990 en la Conferencia de Roma, entre la CE y el Grupo de Río, y dos décadas después en la Comunicación de la Comisión sobre las relaciones con América latina, que considera a ambas regiones como "una sociedad de actores globales".
La última Cumbre CELAC-UE, realizada en Bruselas, en 2015, es explícita y su declaración se titula "dibujando/perfilando nuestro futuro común...". Por último, la última reunión ministerial CELAC-UE, de 2018, plantea amplios objetivos en su declaración "Construyendo puentes y reforzando nuestra asociación para afrontar los desafíos globales", y la más reciente comunicación conjunta de la anterior Alta Representante de Política Exterior con la Comisión, Federica Mogherini, ratificada en mayo de 2019 por el Consejo Europeo, se titula justamente "La Unión Europea, América latina y el Caribe: aunar fuerzas para un futuro común". La construcción del futuro está presente también desde 1974 en el Parlamento Europeo y en la Asamblea Interparlamentaria Europa-América Latina (Eurolat), dando un impulso político a la asociación birregional.
Pero ¿en qué se sustenta esta idea del futuro común, y por qué no hemos logrado pasar de lo declarativo y la cooperación clásica, a un diseño y construcción de ese futuro?
Pero sobre estos avances, falta dibujar un escenario futuro común, una definición orientadora y un compromiso para avanzar a ello. Lo que conspira contra una visión estratégica es siempre la coyuntura. La relación ha sufrido los efectos de la crisis venezolana, la dificil relación con Cuba, Nicaragua o Bolivia, y las complejidades internas de la UE en sus definiciones claves.
Ambas regiones estamos vinculadas por una "asociación estratégica" establecida en la Cumbre de jefes de Estado y de gobierno de Río de Janeiro, hace 20 años. Desde luego, hay una historia común y recíprocas influencias de cinco siglos en nuestras respectivas sociedades, valores compartidos en lo político y social, y una proximidad cultural profunda. Esta idea se afirma también en intereses, como la complementariedad de las economías de ambas regiones, los recursos naturales que la UE necesita, el comercio (la UE es, por ejemplo, el primer importador mundial de alimentos, muy importante para ALC), las migraciones que requiere Europa, las oportunidades de negocios, las inversiones europeas, que en Latinoamérica superan las que tiene en China, Rusia e India juntas, la mayoría en el Mercosur. Y en la cooperación: la UE es el primer contribuyente mundial en ayuda al desarrollo para la región, y muy importante en la cooperación académica y científica en múltiples proyectos Erasmus, Horizonte 2020, ALFA, sociedad de la información, ALBAN, y muchos otros.
Miles de estudiantes y profesionales latinoamericanos y comunitarios se han vinculado en proyectos académicos y de investigación; cientos de universidades participan en redes y miles de pymes han contado con asistencia técnica. Las "Cumbres Académicas" del Foro Académico Permanente, iniciadas en Chile durante la Primera Cumbre CELAC-UE, de 2013, generan condiciones para construir un espacio común de educación superior, ciencia, tecnología e innovación. Entre la UE y ALC sumamos 40 millones de estudiantes universitarios, o sea, en torno al 16% del total mundial, con más de 2 millones y medio de profesores de educación superior. Es un enorme potencial para la relación estratégica. La Joint Initiative of Research and Innovation (JIRI) o el Capítulo 9 de Educación Superior del Plan de Acción CELAC-UE son, asimismo, un marco para ello.
En materia económica y comercial, los Acuerdos de Asociación vigentes entre la UE y México, Chile, Perú, Colombia, Ecuador, Centroamérica y Panamá, y el Caribe, y el tratado con el Mercosur, completan un área que suma, sin el Reino Unido, más de 1.000 millones de personas, y en torno al 27% del PIB mundial. Una convergencia de todos estos acuerdos es una base esencial. Actualmente, tanto la CEPAL como la Comisión Europea están planteando un nuevo enfoque en la cooperación ALC-UE, siguiendo la idea de apoyar "economías en transición", que requieren otro tipo y calidad de cooperación para dar el salto al desarrollo, y escapar de la trampa del ingreso medio en que los países latinoamericanos podrían caer.
Pero sobre estos avances, falta dibujar un escenario futuro común, una definición orientadora y un compromiso para avanzar a ello. Lo que conspira contra una visión estratégica es siempre la coyuntura. La relación ha sufrido los efectos de la crisis venezolana, la dificil relación con Cuba, Nicaragua o Bolivia, y las complejidades internas de la UE en sus definiciones claves.
Las cumbres de jefes de Estado están suspendidas desde 2015. Josep Borrell, a cargo de la política exterior de la UE, y la Comisión Europea, se proponen reiniciarlas. La pregunta sería: ¿para qué? Para recuperar el diálogo político, sí, pero fundamentalmente tendría que ser para darle a la asociación birregional el sentido de futuro tantas veces proclamado.
En paralelo a lo corriente en lo político, comercial y la cooperación, hay que sobrepasar la coyuntura, tener un horizonte que ordene y convoque. El leit motiv podría ser el escenario de futuro concreto. El mecanismo, la creación de un grupo de trabajo conjunto, de alto nivel, que diseñe y presente a la aprobación política, en un plazo razonable, ese escenario de futuro, con una estrategia, políticas e instrumentos.
Para una tarea así, la Comisión tiene por primera vez una vicepresidencia encargada de prospectiva, y contamos también con think tanks como Foresight Europe, la Red Iberoamericana de Prospectiva y el Millennium Project Global Futures Research, así como con comisiones del futuro en parlamentos y gobiernos de ambas regiones que pueden sintonizarse para diseñar un proyecto. Primero, para aclarar de qué estamos hablando. Segundo, una estrategia sostenible para avanzar en una convergencia de desarrollos de las dos regiones, teniendo en cuenta los desafíos del cambio climático, la energía, la nueva economía, la Inteligencia Artificial, la robótica, el futuro del empleo y el reto demográfico, como referente los ODS 2030. Tercero, para definir un modelo común de nueva sociedad global a la que aspirar; y cuarto, para gestionar una estrategia común de relaciones con las macrozonas del mundo. De otro modo, la asociación ALC-UE no tiene viabilidad como actor global, y está destinada a desarticularse en el mediano plazo ante las nuevas alianzas que surgen para una y otra desde el Asia, China y los Estados Unidos.
En este sentido, es significativo, por lo demás, que mientras la UE expresa al más alto nivel político su propósito de estrechar las relaciones con América Latina, la reciente Cumbre de la CELAC en México, bajo presidencia mexicana (a la que no asistieron Brasil y Bolivia), no hace mención a las relaciones con Europa, pero sí señala en concreto como prioridad la próxima conferencia CELAC-China.