Una cumbre sobre el Cambio Climático sin la participación de China y Rusia por las tensiones políticas con Estados Unidos se constituye en un revés para alcanzar consensos mundiales sobre las luchas contra el calentamiento global. El mundo necesita de políticas ambientales realistas sobre el calentamiento global, pero la apuesta del gobierno de Joe Biden de aislar a China y a Rusia de las grandes decisiones en las políticas internacionales se vuelve un asunto bastante polémico por el peso que tienen sus economías en el mundo.

Estados Unidos y Unión Europa (UE) tienen 844 millones de habitantes de los 7.904 millones que tiene el planeta y son responsables del 22,3% de las emisiones de dióxido de carbono en el mundo. En cambio, China y  Rusia tienen 1.553 millones de habitantes son responsables del 35% de las emisiones de dióxido de carbono en el planeta. Es imperativo que Estados Unidos y  Europa replanteen sus políticas sobre el resto del mundo debido a los nuevos cambios en el poder mundial. China  y Rusia son  dos potencias de primer orden en el reparto del dominio mundial, y un acuerdo sobre el calentamiento global sin el gigante asiático, el mayor productor de manifacturas del mundo, la principal potencia en la revolución de las nuevas tecnologías y el mayor emisor de dióxido de carbono en el planeta y sin Rusia, la mayor potencia militar y energética del mundo, cuyos niveles de contaminaciones son equivalentes a la mitad de las emisiones de la Unión Europea, hace que sea complicado cumplir las metas en las reducciones de los niveles de contaminaciones en el mundo.

Estados Unidos y la UE, por las crisis políticas y económicas que afrontan, es evidente que no están en condiciones de imponer ciertas reglas de juego en la política internacional a China, Rusia e India. Pese a que la administración de Biden reincorporó a Estados Unidos de nuevo a los acuerdos del Cambio Climático y en la reunión del G20 y en Glasgow reiteró el compromiso de su administración con la lucha contra el cambio climático hasta el momento de escribir estas líneas, los congresistas de su partido no han llegado a un acuerdo sobre la aprobación del paquete económico de US$ 555.000 millones para desarrollar las polìticas sobre el cambio climático.

Tal como pintan los debates y las negociaciones, el panorama no es nada halagador y las esperanzas de una política más efectiva se desvanecen en medio de las retóricas de los discursos. Se sabe que los debates sobre el acuerdo de París en 2015 fueron bastante esperanzadores en cuanto a las metas propuestas, pero en cumbre en Madrid en 2019 los resultados no lo fueron. En palabras del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en aquella cumbre “la comunidad internacional perdió una oportunidad importante para mostrar mayor ambición" y admitió que  los acuerdos no tenían el suficiente consenso, dado que los países que abogaron  por el cumplimiento del acuerdo de París representan solo el 10% de las emisiones del planeta.  En aquella cumbre, países como China, India, Brasil y Estados Unidos, que generan más del 50% de las emisiones, se opusieron llegar a un consenso sobre las metas propuestas.

Los debates se desarrollaron sobre la base de los intereses de dos grandes bloques. El primero, liderado por la Unión Europea, se comprometen a revisar sus objetivos de reducción de dióxido de carbono en 2020 y abogó por debatir planes más duro en el próximo año. El segundo bloque, liderado por Estados Unidos, China, la India y Rusia, las potencias que suman más de la mitad de las emisiones mundiales, fueron evasivos a la hora de asumir las metas previstas en el acuerdo de París. Ahora en Glasgow, el panorama no pinta muy claro, dado que los grandes ausentes son China, Rusia y Brasil, este último con las mayores extensiones de bosques naturales en el mundo.