La aparición de nuevas coaliciones, organizaciones internacionales, mega bloques de comercio e iniciativas de prosperidad económica y seguridad no es un fenómeno nuevo en el sistema internacional, pero no cabe duda de que en el marco de la guerra en Ucrania se ha acelerado de forma frenética.

Tampoco es nuevo el enfrentamiento entre las principales potencias, ya que la puja entre Estados Unidos y China por el liderazgo global comenzó mucho antes de que se registrara la invasión de Rusia a Ucrania, como también ocurre en el caso de las diferencias entre Putin y los países occidentales. Además, hay que recordar que el actual conflicto en Ucrania tiene como antecedente directo la anexión de la Península de Crimea por parte de Rusia en 2014.

Desde la primera década del siglo XXI los acontecimientos globales comienzan a acelerarse e impulsan cambios estructurales. Naturalmente que el ataque a las Torres Gemeles en 2001 fue el inicio del declive progresivo de las potencias occidentales y principalmente del rol del Estado, que ya era superado por células terroristas capaces de generar desestabilizaciones a gran escala. Por otro lado, la globalización se acelera por los cambios tecnológicos, impactando en la producción, el trabajo, la logística, las finanzas y el comercio electrónico, lo que impuso nuevos desafíos sociales para una agenda global que pretende defender un desarrollo sostenible.

El cambio de época que comenzó a gestarse en 2000 forzó, con el liderazgo de China, el fenómeno de una nueva institucionalidad, que responde a cierto agotamiento de la creada en la posguerra y que ya no refleja los nuevos equilibrios de poder. En efecto, este proceso comenzó con la creación de la Organización de Cooperación de Shanghái en 2001, institución que cabe recordar está conformada por China, India y Rusia, entre otros países. En 2013, China lanzó la Franja y la Ruta, un mega plan de infraestructura que acelera la integración económica, comercial y cultural de China con el Sudeste Asiático, Asia Central, África y Europa.

También con el impulso de la principal potencia asiática, en 2014 el Grupo BRICS (creado en 2009) da un salto institucional con la implementación del Nuevo Banco de Desarrollo, que junto al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura lanzado en ese mismo año fue un pilar central de la estrategia china de financiación en la inversión en infraestructura, pero también en los pasos hacia la internacionalización del Renminbi. En el plano comercial, también con el marcado liderazgo de China, en 2020 se cerró el RCEP, un mega acuerdo de libre comercio que relaciona a dicho país con Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda y los 10 miembros de la ASEAN.

No solo China ha avanzado en este sentido, en especial con el liderazgo de Estados Unidos, en los últimos años se han creado nuevas coaliciones y se han lanzado iniciativas que buscan equilibrar algunas de las posiciones ganadas por otras economías emergentes. De hecho, ya en 2007 se creó el llamado QUAD que tiene por principal objetivo “promover una región del Indo-Pacífico libre, abierta e inclusiva, defender el derecho internacional nacional y supranacional de cada uno de los Estados, su democracia y los principios de libre mercado” y está integrado por Estados Unidos, India, Japón y Australia.

En el plano comercial, en 2016 se cerró el TPP (hoy transformado en CPTPP), un acuerdo que profundizaba la relación con las economías con costa en el Pacífico y formaba parte del corolario de definiciones estratégicas que tomó la principal potencia mundial desde 1989 con la creación de la APEC y su posterior apoyo al acuerdo denominado P4, rumbo que como es sabido fue posteriormente abandonado por Trump.

En términos de seguridad, más allá de la debatida expansión de la OTAN, Estados Unidos relanzó en 2020 el denominado Grupo “Cinco ojos”, que integra junto a Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, con el objetivo de cooperar en el ámbito de inteligencia, en particular en espionaje (ciberseguridad). Ese mismo año, la reacción de China no se hizo esperar con su Iniciativa Global en Seguridad de Datos. En 2021 se instala una nueva coalición de seguridad denominada AUKUS, en este caso integrada por Estados Unidos, Australia y Reino Unido, que generó cuestionamientos desde una Unión Europea excluida, la que ya asume los impactos del Brexit también en el área de seguridad.

Los movimientos geopolíticos y geoestratégicos se aceleraron con la guerra en Ucrania, donde Estados Unidos lanzó la denominada Indo-Pacific Economic Framework en su reciente visita a Corea del Sur y Japón, lo que generó una inmediata reacción de China con la presentación de la denominada Iniciativa Global de Seguridad y el despliegue de una nueva diplomacia en las pequeñas islas del pacífico. Por otro lado, en la Cumbre de las Américas de Los Ángeles, Estados Unidos complementó su estrategia en Asia con los países de América Latina y el Caribe, anunciando la Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica. Más recientemente en la Cumbre del G7 las potencias occidentales lanzaron The Partnership for Global Infrastructure And Investment, un nuevo intento de reacción frente a la Franja y la Ruta de China.

En las últimas semanas el Consejo Europeo aceptó a Ucrania y Moldavia como candidatos para ingresar a la Unión Europea, mientras que en una histórica reunión de la OTAN en Madrid se levantó el veto de Turquía para el ingreso de Suecia y Finlandia a la organización de defensa. También se llegó al acuerdo de aumentar la presencia del ejército de respuesta rápida en los países con frontera con Rusia, a un nivel que no se veía desde la Guerra Fría. En paralelo, las tensiones entre Estados Unidos y China escalan sin pausa por Taiwán, sigue latente la amenaza de Corea del Norte y existen enormes dudas sobre lo que puede ocurrir en Irán y Afganistán.

En términos multilaterales, rescatar los recientes acuerdos alcanzados en la 12 Conferencia Ministerial de la OMC, donde más allá de los debates sobre la profundidad de cada uno de los acuerdos, los 164 miembros llegaron a un consenso en asuntos de relevancia como las patentes en las vacunas del COVID-19, la crisis alimentaria, los subsidios a la pesca y el comercio electrónico.

Como puede observarse, el ritmo hacia el reordenamiento global es frenético, donde se están tomando decisiones que tendrán consecuencias para las próximas décadas y en donde los países latinoamericanos son simples espectadores. Esta realidad se agrava cuando se evidencia que la región adolece de una estrategia conjunta y muestra muy bajos niveles de cohesión para lograr posiciones comunes en los grandes temas de la agenda global. Los países de América Latina sufren una enorme fragmentación, sin diálogo y enfrentando en algunos países crisis políticas y sociales de consideración. En definitiva, se trata de una realidad que limita a los gobernantes a la coyuntura interna e impide cualquier lectura estratégica de lo que está aconteciendo en el nuevo mundo.