La última vez que estuve en Bolivia me quedé cinco días atrapado en La Paz. Campesinos que protestaban por sus derechos bloquearon la única salida hacia el sur, el paso de Patacamaya. Por eso tuve que esperar en el terminal de buses durante esos días. Cuándo pregunté cuánto podía durar el conflicto, me dijeron “un día, una semana, un mes, siempre pasa”. Fue en 2007, estaba de viaje con mi novia y en esos cinco largos días leímos la prensa, conversamos con otros extranjeros atrapados y tomamos Coca Cola.
Me confieso un bebedor frecuente de esta gaseosa, vicio que adquirí de mi padre, también un bebedor crónico del oscuro líquido. El mismo que, según declaraciones del canciller boliviano David Choquehuanca, dejaría de circular en ese país el próximo 21 de diciembre, fecha en que termina el calendario maya.
"Es el fin del egoísmo, de la división, el 21 de diciembre de 2012 tiene que ser el fin de la Coca Cola, el comienzo del ‘mocochinchi`”, dijo Choquehuanca en julio pasado en presencia del presidente Evo Morales, argumentando razones de “salud y cultura”. Mocochinchi es un refresco hervido de durazno seco que el canciller propone como alternativa.
Sería lamentable que la próxima vez que visite Bolivia la Coca Cola no circule y tenga que pedirla nuevamente en voz baja, pero esta vez en el mercado negro. Ojalá auténtica y no adulterada.
Me parece perfecto que se quieran promover bebidas nacionales como las aguas frescas en México, Inca Kola en Perú o el jugo Juvita promocionado en Venezuela por el presidente Chávez. Pero no creo para nada en coartar las libertades individuales. En no poder elegir, ya sea qué beber o quién gobierna un país. Está bien aconsejar, dar más opciones, pero ¿prohibir?
En un ritual del antiguo pueblo de Israel se elegían dos chivos. Uno se sacrificaba como ofrenda a Dios y era bendito. Al otro se le cargaban todas las culpas del pueblo y se lo entregaba al demonio, siendo abandonado en el desierto con insultos y pedradas. Era el llamado chivo expiatorio y me recuerda mucho a la situación de la Coca Cola en Bolivia.
La bebida cuenta con 60% del mercado de bebidas gaseosas en este país, mientras Evo Morales cuenta con 48% de apoyo, según una encuesta de julio pasado, subiendo 6 puntos desde el mes anterior. El populismo necesita enemigos concretos y la popular Coca Cola es un blanco lo suficientemente notorio para apuntarle. Sobre todo de parte de un presidente que va en su segundo mandato y aspira a un tercero.
Durante aquellos días de encierro en el terminal de buses de La Paz, a medida que pasaban los días y no veíamos soluciones, los ánimos se empezaron a calentar. Los bolivianos atrapados en el terminal se organizaron para ir a enfrentar a quienes tenían las calles bloqueadas. Yo, cada vez que compraba Coca Cola o comida en el quiosco del terminal de buses, trataba de no delatar mi acento chileno. Hablaba en voz baja, para no ser el chivo expiatorio de los furibundos paceños, dados los históricos roces entre ambos países, diferencias políticas que dicho sea de paso no comparto.
Tras el eco de las recientes declaraciones del canciller Choquehuanca en los medios de prensa y redes sociales el gobierno boliviano finalmente se desdijo de la prohibición contra Coca Cola, a través de la ministra de Comunicación y vocera presidencial, Amanda Dávila, quien dijo este jueves que la versión surgió por "una metáfora" que usó el canciller Choquehuanca, que fue mal interpretada por la prensa, y que "el gobierno no pensó en ningún momento tomar medidas de ningún tipo, ni lo consideró, contra Coca Cola, una empresa privada. Lo informado no tiene nada que ver con una decisión tomada contra esa empresa de refrescos"... Pero mientras no llegue el 21 de diciembre, y no se acabe el mundo, no podemos cantar victoria.
Sería lamentable que la próxima vez que visite Bolivia la Coca Cola no circule y tenga que pedirla nuevamente en voz baja, pero esta vez en el mercado negro. Ojalá auténtica y no adulterada.
Mis días de encierro en La Paz terminaron cuando abrieron nuevamente el paso de Patacamaya y pude salir en bus hacia Argentina. Mientras salía del terminal un turista argentino, furibundo, decía “cuando llegue a casa voy a bautizar a mi novia como Patacamaya”.
*Post data: por este artículo de opinión no recibí ningún pago de placement por parte de Coca cola, de Juvita ni de aguas frescas.