Se acabó el año del emprendimiento en Chile. De acuerdo a lo anunciado por el presidente Piñera, 2012 fue el año del emprendimiento con unas 68 mil nuevas sociedades constituidas (Fuente: Diario Oficial), lo que corresponde a 17% más que en 2011. Esto gracias a que se han logrado grandes avances en materia de creación de nuevas empresas, como por ejemplo la creación de la Ley N 20.494 que reduce de 22 a siete días la creación de una empresa y además reduce los costos de dicho tramite.

El 2013 ha sido declarado como el año de la innovación, lo cual constituye una serie de nuevos desafíos que deberá abordar el gobierno y sus programas de fomento.

¿Y cómo se crean nuevas tecnologías “Made in Chile”? A través de la metodología del scouting, donde se sale en busca de aquellos investigadores, innovadores, profesionales con ideas disruptivas, técnicos con enorme experiencia en tal o cual materia, y así sucesivamente para proponerles esta idea donde su trabajo, estudio, tesis de magister o doctorado no va a quedar sólo en un paper o empastado en la biblioteca de una universidad, sino que va a tener la posibilidad de llegar al final del camino y transformarse en una nueva tecnología donde la propiedad intelectual (principal activo del Knowledge-Based Economy) es chilena y podrá recibir los beneficios que el mercado le otorga por sus conocimientos.

La palabra “innovación”, que en los últimos dos a tres años ha pasado a estar muy de moda y ampliamente manoseada para diversos fines, principalmente marketeros, tiene una serie de implicancias que cabe señalar. Claramente si vamos a abrir una nueva panadería o botillería, no vamos a ser muy innovadores, aunque sea un tremendo negocio y la rentabilidad sea muy atractiva. El énfasis va a estar puesto en las nuevas empresas que basen su negocio en desarrollos de I+D o nuevas tecnologías.

Con esta jugada el gobierno se quiere acercar a lo que hoy en día es Israel, Corea del Sur, Taiwán, India, Irlanda, Suecia, Finlandia y quizás EE.UU. y Japón, guardando las proporciones en todos los casos por supuesto. Básicamente, se trata de pasar de ser compradores de tecnologías a ser los creadores de dichas tecnologías y comenzar a transformar la economía del país desde uno que es netamente productivo y optimiza su producción, a uno que basa su desarrollo en la creación de conocimiento y su posterior transacción en el mercado del conocimiento. En otras palabras, dejar de ser una fábrica inmensa que compra tecnología a quien la crea y fabrica diversos productos de forma competitiva con un bajo componente tecnológico, a ser una economía que crea tecnología y se la vende a quien la necesite con un valor agregado mucho más alto.

Pero qué tan fácil es crear un polo de innovación, un cluster de innovación o pasar de ser un país netamente productor a ser un país que basa su desarrollo en el conocimiento.

Para esto revisemos qué dice la literatura al respecto. En el artículo de Bresnahan et al (2001) se analiza cuáles son los elementos que participan en la creación de nuevos clusters tecnológicos y cuáles son los elementos que permiten que se mantengan en el tiempo. En primer lugar, el caso de estudio analiza los países Irlanda, Israel, India y Taiwán, además de las áreas más avanzadas como es Virginia del Norte en EE.UU., Cambridge en el Reino Unido, los países escandinavos y el Silicon Valley de hace 40 años atrás, cuando recién partía como cluster regional tecnológico.

Es conveniente por lo demás definir qué se entiende por cluster: una concentración de firmas relacionadas a una misma industria en un espacio determinado.

Para que un polo o cluster de innovación (tecnológico) se mantenga en el tiempo deben existir ciertos elementos de apoyo y soporte que lo refuerzan. Por una parte, la actitud positiva hacia el emprendimiento, la creación de nuevas empresas y fenómenos más sofisticados como los fondos de capital de riesgo (venture capital), y por otra parte, retroalimentación positiva (positive feedback), causalidad acumulativa (cumulative causation) y retornos incrementales (increasing returns), fortalecen y facilitan la permanencia de estos fenómenos tecnológicos en el tiempo. Todos estos conceptos con nombres extraños no son más que la explicación de que el “éxito llama al éxito” en términos de que para que un cluster tecnológico sea capaz de mantenerse en el tiempo, debe ser capaz de crear empresas exitosas sobre empresas exitosas que se vayan retroalimentando y reforzando unas a otras, constantemente, en la medida que van creciendo en numero, diversidad y complejidad. ¿Han escuchado la frase “el dinero llama al dinero”? Bueno, este concepto se refiere a lo mismo.

Para que este ecosistema de innovación y emprendimiento que da vida a un cluster tecnológico subsista, se necesitan dos componentes principales: primero, emprendedores con sus empresas y sus ideas de negocios; y segundo, el capital que los alimenta para que puedan desarrollarse y parar su propuesta de valor en el mercado.

En Chile, el primera componente está funcionando bastante bien. Tenemos un enorme número de nuevas empresas creadas y todas están buscando su espacio en el mercado. Pero aún hay elementos que faltan para que podamos decir que el fenómeno que se está creando en Chile se podrá mantener en el tiempo. Chile no tiene una industria de Capital de Riesgo o Fondos de Capital de Riesgo a la altura de lo que se necesita para la cantidad de nuevos emprendimientos que están naciendo. Lo cual es natural, ya que los inversionistas comenzarán a aparecer cuando los resultados de estos nuevos emprendimientos comiencen a hacerse notar.

Si bien en Chile existen fondos de inversión, estos no están acostumbrados a invertir en negocios que involucren un alto nivel de incertidumbre, como por ejemplo lo es un negocio que esté desarrollando una tecnología nueva que no ha sido probada en el mercado aún. Acá prefieren las “sandías caladas”, es decir un negocio seguro con baja incertidumbre, donde le podamos pedir el VAN, la TIR, EBITDA y otros indicadores utilizados para medir desempeños en negocios más bien tradicionales.

En el caso de nuevas tecnologías, estos indicadores no tienen gran validez, ya que la construcción de un flujo de caja pierde todo sentido cuando no se tiene muy claro el modelo de negocios, cómo se va a empaquetar la tecnología, y muchas veces ni siquiera bajo qué parámetros o variables la tecnología efectivamente funciona.

Volviendo al articulo citado, efectivamente al iniciarse un polo o cluster tecnológico, estos servicios complementarios aparecen en una etapa posterior. Así también se comienza a dar una aglomeración en torno a estos polos de personal técnico altamente especializado, servicios adicionales como comercialización de tecnologías, consultorías especializadas, oficinas de transferencia tecnológica en las universidades y laboratorios especializados, incubadoras de negocios, etc., que de alguna forma vienen a fortalecer y reforzar el círculo de retroalimentación positiva que se genera en los clusters tecnológicos. Fenómenos que en Chile ya se están comenzando a notar.

Otra característica para la permanencia en el tiempo de estos cluster tecnológicos es que la industria a la cual se relacionan debe ofrecer una clara oportunidad de mercado u oportunidad tecnológica (entiéndase cambio tecnológico) de la cual aferrarse. Como por ejemplo lo fue en su momento la invención del micro-chip de silicio (de donde obtiene el nombre Silicon Valley), la invención de internet y de la tecnología móvil por nombrar los mas representativos. Esto determina que exista una “fuerte demanda”, hambrienta por consumir cada uno de los nuevos productos que puedan surgir de estos polos de innovación. Imagínese qué sucedería con el polo de innovación si no hubiere una demanda por sus productos y servicios.

En Chile hay industrias que podrían favorecerse enormemente de un vector de innovación, ya que representan una “fuerte demanda”, como lo es por ejemplo la minería, la industria del salmón, la de energías alternativas no convencionales, la de recursos hídricos, celulosa y un largo etcétera de sectores que están hambrientos de nuevos desarrollos que, por ejemplo, hagan factible el desarrollo de nuevas fuentes de energía; procesos en la minería más competitivos y menos dañinos con el medio ambiente, etc., etc. Pero para esto el gobierno debe dar señales claras, fijar directrices estratégicas y los apoyos necesarios, no sólo en formación de empresas, sino que es crítico invertir en todos aquellos activos que dan soporte a los desarrollos de clusters tecnológicos, como lo sería por ejemplo la inversión en educación técnica altamente especializada (inversión de largo plazo) o facilitar su importación desde países que tengan profesionales capacitados y no tengan las condiciones para darle trabajo a todos (inversión de corto plazo, caso de España hoy en día). De esta forma se invierte en un mercado laboral más especializado y más dinámico en función de las nuevas necesidades que tenga el país para alimentar estos focos de tecnología e innovación.

En Israel, por ejemplo, el desarrollo en Defensa favoreció el desarrollo de fuerza laboral altamente especializada; esto, sumado a las migraciones provenientes de países como Rusia, país conocido por su calidad investigativa y pionero en tecnologías, le permitió a Israel contar con la gente capacitada técnicamente para sostener clusters de desarrollo tecnológico y transformar el país en un conocido exportador de tecnologías duras.

Por otra parte, en Chile hace algún tiempo atrás se salía de la universidad con un titulo profesional y era raro aquel que salía con las intenciones de emprender. Más bien se daba la competencia por quién era contratado por la empresa más importante y con el sueldo más alto para el día de mañana ser gerente de algo. Y con la tasa de potenciales nuevos gerentes que salía cada año las posibilidades se comenzaron a achicar cada vez más. Hoy se ve un cambio en esta situación, los jóvenes profesionales tienen cada vez más ganas de emprender su propio negocio, ya sea a través de internet, una aplicación para el celular o una nueva tecnología, los jóvenes con menos que perder están atreviéndose a parecerse más a los jóvenes de los países del artículo de Bresnahan, pero lamentablemente este proceso es lento y hay muchos cerebros chilenos a los que no se les ha pasado por la cabeza emprender; no les interesa o sencillamente reniegan de convertirse en “empresarios”.

En Chile hay tremendos profesionales, investigadores, técnicos con los cuales podríamos ir cambiando de a poco nuestra economía desde una intensiva en producción, a una basada en el conocimiento. Somos buenos en ciencias básicas, pero no somos buenos en transferencia tecnológica (discurso archi repetido), que es básicamente transformar el conocimiento y ponerlo a disposición del hombre en forma de herramienta para resolverle algún dolor o necesidad que le aqueja, y por la cual el mercado está dispuesto a pagar un precio atractivo.

¿Y cómo se crean nuevas tecnologías “Made in Chile”? A través de la metodología del scouting, donde se sale en busca de aquellos investigadores, innovadores, profesionales con ideas disruptivas, técnicos con enorme experiencia en tal o cual materia, y así sucesivamente para proponerles esta idea donde su trabajo, estudio, tesis de magister o doctorado no va a quedar sólo en un paper o empastado en la biblioteca de una universidad, sino que va a tener la posibilidad de llegar al final del camino y transformarse en una nueva tecnología donde la propiedad intelectual (principal activo del Knowledge-Based Economy) es chilena y podrá recibir los beneficios que el mercado le otorga por sus conocimientos.

Hoy en día el foco está cambiando cada vez más hacia la tecnología, no solo en Chile sino que en el mundo entero. Ya no es como hace algunos años atrás cuando la palabra “tecnología” o “cambio tecnológico” aparecía en las clases de economía en la universidad como un factor que desplazaba las curvas por alguna razón que no fueran precios y cantidades en el modelo tradicional keynesiano. Hoy la tecnología es protagonista y el cambio tecnológico desarrollado por Josehp Schumpeter, “Destrucción Creativa”, es un fenómeno ampliamente estudiado, incluso en países como Chile.